sábado, 31 de octubre de 2009

CAPITULO 40

CAPITULO 40

Dani apenas pudo conciliar el sueño, a pesar de sentirse extrañamente cómodo. Estaba en la cama, con otro hombre abrazándole..., y se sentía bien. Quizá aquellos sentimientos que comenzaban a aflorar en él eran de aquel Dani del que todos aquellos extraños hablaban. Quizá fuera verdad que él y aquel que se hacía llamar Ángel fueran pareja... Los anillos..., los recuerdos de la casa..., las fotos enmarcadas que había por la casa...

Dani miró el reloj. Eran poco más de las siete de la mañana. Ángel estaba detrás de él, abrazándole. Aquella noche no pasó nada.

- En verdad me ama,- pensó Dani -. Si hubiera sido una treta para llevarme a la cama, me habría violado sin más...

Pero los recuerdos que le asaltaban a la mente le hacía creer lo que esas personas, y, sobre todo, Ángel, le decían.

Dani no soportaba más estar ahí quieto por más tiempo, así que se levantó con el mayor cuidado del mundo para no despertar a Ángel. Cuando pudo deshacerse de su abrazo, se vistió, abrió la puerta de la habitación e investigó por toda la casa. El baño..., la habitación de Ángel..., la cocina..., el salón...

En el salón había unas cuantas fotos de esas enmarcadas que vio por encima la noche anterior. Tomó una entre sus manos. Era una foto de grupo. Reconoció en ella a Ángel, y se reconoció a sí mismo también..., pero más jóvenes. También pudo ver a algunos de aquellos que fueron a verle al hospital. Están todos muy contentos, sonrientes. En actitud de brindis. Las copas de champán se juntan en primer plano, mientras la gente forma un abanico detrás.

- Creo que me acuerdo...,- susurra sonriente -. No lo sé, pero sólo me acuerdo que aquel día, a pesar de estar contentos, fue el peor día de mi vida. Pero decidimos celebrarlo por todo lo alto...

Deja la foto en su lugar, mientras sigue buscando. Al abrir un cajón, descubre varios libros grandes, de tapa dura. Toma uno y lo abre. En la primera página hay una foto de él, con pose seria, ceja levantada, y brazos cruzados. Al lado, una foto de su compañero, manos en los bolsillos del vaquero, y sonrisa tímida en el rostro. Al pasar la hoja, ve una foto de aquella mujer rubia del hospital, con una sonrisa de oreja a oreja, mostrando unos dientes resplandecientes. El cabello, de un rubio cegador, desembocaba en un gran moño ondulado. Otra de un hombre sonriente, algo más mayor que el resto, con una gran y enmarañada mata de pelo sobre su cabeza, brazos cruzados, sonrisa también tímida, que hace a su rostro querer pellizcarlo. Al pasar la siguiente página, una foto de parejas: Ángel y él, Ángel y la rubia, la rubia y el tipo de la cara de pan... Hasta que llega a una de grupo; el mismo grupo que en la foto del brindis.

Dani cierra el libro y lo deja apartado, para coger otro libro. En su interior, como en el primero, hay varias fotos: todas con un factor común: sólo están él y Ángel. Hay una de los dos frente a un gran edificio, esbelto, enorme, con cuatro delgadas torres. Sin saberlo, Dani acertó el lugar.

- La Sagrada Familia...,- una lágrima cayó sobre la foto.

Dani pasa las hojas... Fotos hechas en Barcelona, en Madrid, fotos en escenarios mientras alguno de ellos habla por un micro, fotos de los dos con más gente... A Dani les sonaba unos, no recordaba a otros... Hasta que, al volver una página, nota un papel cayendo al suelo. Al recogerlo, se da cuenta de que es una nota: una dirección. Al dejarla en el álbum, mira las fotos de la página. Son fotos de él con la chica con la que soñó aquella noche.

Su corazón comenzó a palpitar en demasía. Miraba la nota y luego las fotos, otra vez la nota, y otra vez las fotos, y la nota de nuevo... Mira a sus espaldas. No hay nadie, por lo que guarda los álbumes en su lugar. Se sienta en el sofá y mira la nota. Movido por un desconocido instinto, se levanta, se dirige hacia la puerta principal, abre un armarito, toma un llavero y sale de la casa. Al cerrar la puerta, se queda inmóvil. Se mira la mano con las llaves.

- ¿Cómo sabía que...?,- se pregunta extrañado.

Al llegar a la calle, no recordaba el coche, pero sabía de repente el funcionamiento de aquella llave negra. Vio un coche con los focos parpadeando cada vez que apretaba esa llave. Se subió al auto e inició el camino... ¿Camino a dónde? No sabía dónde quedaba aquella dirección, pero no era capaz de frenar. Conducía el coche sin pensar, pero, sin embargo, tenía la sensación de que era el camino correcto.

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