sábado, 3 de octubre de 2009

CAPITULO 18

CAPÍTULO 18

El programa había empezado. Patricia acababa de salir al plató para hacer el comentario del inicio. Mientras, yo me debatía entre hablar con Ángel o callar para siempre. Le veía ahí, sentado en la silla, repasando el guión, como siempre. Le veía concentrado, moviendo los labios mientras leía mentalmente el guión. Yo ya sabía cómo era: lo de siempre. Poniendo a los de Telecinco cayendo de un guindo, alguna cachetada para Antena 3, la puntilla para alguna otra cadena, las alabanzas a Torreiglesias... Vamos, lo de siempre.

Entre medias, algún sketch en directo. La aparición repentina del señor que huele a vino (al final has conseguido colarla, ¿eh, enano?) recordando el primer aniversario del "mongólogo", con sus ya míticos piropos: "buscona" y "casquivana" para Patricia; "homosexuales" e "hijos de Satán" para Ángel y para mí. En fin, el personaje en todo su esplendor.

Luego, nuestro informativo. ¡Ay, el informativo! Tantos años haciéndolo, tanto tiempo juntos... Esas caricias, esas miradas, esos gestos... ¿Se notaría en demasía que...? Bueno, y los comentarios... Ahora, la verdad, soy del equipo, sabiendo lo nuestro ya, y no sabría si es en broma o en serio.

- Oye, Ángel...,- conseguí acercarme. Ángel levantó la mirada -. Con respecto a lo que nos dijo antes Patri...

- No te preocupes,- me dijo plácidamente -. Ya está todo arreglado,- y se levantó con una sonrisa en el mismo momento en que Patricia le presentaba. Ángel se preparó para salir y, justo antes de aparecer en plató, me besó en la mejilla.

- ¿Qué pasó?,- se fue hasta su sitio, con cierta cojera. Hubo multitud de vítores y silbidos. Patricia apenas le dejó posarse. Ella se levantó de la silla, se acercó hasta él y le abrazó. Ángel, siguiendo con su personalidad de delante de las cámaras, se la queda mirando extrañado, pero no puede reprimirse y la abraza por un segundo. Patricia se separa, llorando, y se sienta. Toma un pañuelo y con una puntita, se seca el lagrimal.

- Bueno...,- consiguió decir la pucelana -. Pues ya estamos todos otra vez aquí... Ángel, ¿qué tal estás?,- estás últimas palabras se ahogaron en un silencioso sollozo.

- Bien... Bien... Bueno, me siento como si me hubieran atropellado, pero bien...

Patricia no pudo por menos que reír, por no llorar, recordando lo que pasó realmente. Y es que Ángel no mintió precisamente.

- La verdad,- prosiguió Ángel -, la rodilla la tengo bastante fastidiadilla. Llevó desde que salí del hospital yendo en silla de ruedas. Es más, la tengo en el camerino, pero me dejan ir de pie un poco cada día. Bueno, ¿empezamos ya con lo mío? Que después de estos dos meses me siento como el Papa.

- ¿Bueno y bondadoso?,- Patricia seguía con el pañuelo en la mano y la llorera en los ojos.

- No, con ganas de repartir hostias.

- Pues antes de nada,- dijo Patricia, interrumpiéndole -, mira la pantalla cara.

¿La pantalla cara? Había leído el guión, y no había nada de pantallas caras. Es más, Alberto pidió no hacer las revistas, ya que en todas ellas se publicaba la ya famosa foto del hospital. ¿No habrán sido capaces al final de...?

- Ángel,- dijo Patricia, dándose la vuelta para ver la pantalla -, ¿puedes explicarnos qué es esto?

Y apareció, ante el estupor y terror de mis ojos, la foto. ¡Cuadrados! ¡Si es que los tienen cuadrados! Ahora faltaba la reacción de Ángel. Y ya lo estaba viendo: se levantaría hecho una furia, gritaría a todo el mundo, puede que coja algo y lo tirara al suelo, patada a la silla, insultos para todo el equipo mientras sale del plató, algún puñetazo a la pared, y lo mismo hasta yo recibiría algo en la rifa. Pero lo que hizo Ángel me despertó de aquella pesadilla imaginaria.

- Claro,- fue lo único que dijo. Estaba ahí, sentado en su silla, con uno de sus pies apoyado en la rodilla opuesta, con el semblante tranquilo, las manos apoyadas en los brazos de la silla, y medio tumbado en la silla.

- ¿Y bien?

- Pues esa foto corresponde al otro día, cuando salí del hospital, después de dos meses del accidente que casi me costó la vida,- Ángel remarcó bastante la última frase, mirando a cámara -. Ya me dieron el alta y me iba para casa. Dani vino a ayudarme con mis cosas. Salí en la silla de ruedas que hasta ahora uso, y una bandada de buitres empezó a acosarnos,- Ángel, que te me vas... -. Y un listo, al que ya tiene todas las papeletas para el empleado de la semana, ya que lo suyo dudo que ninguna persona lo iguale en esta semana, se nos plantó en medio, sin dejarnos pasar.

Ángel trataba de disimular calma, pero se quedó en eso, en un intento, ya que yo, quien sabía cómo se sentía realmente al hablar de todo aquello, veía cómo apretaba el bolígrafo que llevaba en su mano.

- ¿Y es verdad eso de que le amenazasteis?,- preguntó Patricia, aún con voz emocionada.

- No, tan sólo Dani le dijo que se apartara, porque nos cortaba el paso. Y hay miles de cámaras que lo recogieron, así que tan sólo es cuestión de ver y comparar.

- ¿Y lo otro? ¿Lo de que sois pareja?

- A ver si esto os despeja la duda...,- se levantó y... -. ¡Dani! ¿Puedes venir un momento, por favor?

Me temblaban las piernas más que cuando hice mi primer monólogo, más que cuando hice el primer Noche Sin Tregua, más que cuando nos acostamos juntos.

- ¿Dani? ¿Dónde estás? ¿Vienes o qué?

Totalmente pálido aparecí en plató. Estaba sudando a mares. No podía pensar. El plató comenzó a darme vueltas. Me acerqué hasta Ángel.

- Ángel,- le susurré, tratando de que no lo captaran los micrófonos -. No creo que...

- Dani,- me interrumpió -. ¿Has oído lo que dicen de nosotros por ahí?

No contesté nada, por miedo a que Ángel me clavara el bolígrafo en la yugular.

- ¿Lo has oído?

- Sí...,- más que una respuesta, fue un imperceptible siseo.

- ¿Lo desmentimos?

Apenas moví la cabeza, ni afirmando ni negando, cuando Ángel me tomó de las mejillas y, sin mediar palabra, se abalanzó sobre mí para besarme en la boca. Pero no un beso de esos de teatro, que se besan realmente en las mejillas pero parece que se besan en la boca, no. Aquello fue un beso de los de toda la vida. Un beso, no de teatro, sino de película (juego de palabras malo además de previsible). Yo me quedé como el público, sin poder creérmelo, pero pronto me olvidé de todo, cerré los ojos, y le abracé por detrás de los hombros. Aquello era sólo un beso en los labios, pero, sin saber muy por qué nuestras bocas comenzaron a abrirse poco a poco para dejar libres nuestras lenguas, que comenzaron a pelear entre ellas para demostrar cuál era la más fuerte.

- ¡Bueno, bueno! ¡Ya vale!,- Patricia se levantó y nos separó. Yo me quedé alucinado, no sé si por el beso fuera de guión, si porque ya todo el mundo lo sabía ya (y con todo el mundo me refiero a TODO EL MUNDO), o por la actitud de Patricia al separarnos -. Guardar algo para la noche,- nos contestó mientras me despedía.

Yo salí del plató, no avergonzado por la escena que acababa de vivir, sino más bien como un héroe, como un victorioso militar que acababa de conquistar un punto estratégico en el campo de batalla. Batalla que comenzamos a ganar contra el corazón... el corazón de papel cuché, porque el de Ángel hizo que me rindiera desde el principio.

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