martes, 13 de octubre de 2009

CAPITULO 25

CAPITULO 25

Ángel dedicó todo el día a Dani. Se dedicó a él en cuerpo y alma. Por la mañana (bueno, casi se podría decir que era ya por la tarde) se levantaron cuando quisieron (ya eran casi las dos). Ángel le invitó a comer en un buen restaurante, uno de esos de al lado de Serrano, con sus porteros, sus camareros de esmoquin, y los platos de nombres largos para luego comer migajas. Pero el ambiente ayudó a suplirlo.

Después fueron al cine a ver una película. No estaban muy por la labor de ir al cine, entre la modorra que les estaba entrando después de la comida, y que no había muy buena cartelera ese día, pero hicieron de tripas corazón y se decantaron por la "menos mala": una infantil. Por lo menos consiguieron sonreír aquel día...

Tras aquello, se fueron a dar un largo paseo por el Retiro, aunque ambos pensaban lo mismo: "Estaría mucho mejor si fuera en el casco antigua de Barcelona". Pero no lo dijeron ninguno. No querían romper la magia que comenzaba a aparecer. Era la primera vez en mucho tiempo (bueno, era la primera vez y ya está) que no estaban juntos haciendo lo que más querían: estar juntos. Y tranquilos. Cuando estaba aún el programa, era estresante cuando apenas asomaban la nariz a la calle y un ejército de histéricas quinceañeras se abalanzaban sobre ellos para pedirle autógrafos y hacerse multitud de fotos con ellos. Al acabar el programa, aquello comenzó a bajar de nivel, hasta que apenas les reconocen por la calle. A lo mejor, alguna que otra persona les reconoce (más a Ángel que a Dani), pero ya no les importa... O al menos a Ángel no le importa.

Cuando aquella mujer se alejó con la firma de Ángel, Dani volvió a deprimirse.

- Tío, déjalo ya,- le respondió Ángel, con cierto tono desesperado en su voz.

- Lo siento,- le contestó -. Es que no lo soporto. Hasta hace poco éramos alguien, importantes. Pero ahora...,- sus ojos comenzaron a empañarse.

- Dani,- se miraron a los ojos -. Ya no lo soporto más.

Dani se asustó con esa frase. ¿La dijo de verdad? ¿Le iba a dejar? Normal. Él no hacía más de lamentarse de perder su fama, mientras Ángel seguía elevándose allá por donde iba.

- Comprendo que quieras dejarme,- dijo Dani -. Lo sé. Soy un incordio...

- No, nada de eso. Tú me ayudaste en mis inicios. Ahora es mi turno. Y por mis cojones que volverás a la cima. Como que me llamo Ángel Martín Gómez.

- Pues vete pensando en cambiar de nombre...

- Ven conmigo y no te arrepentirás,- le tomó del brazo y se lo llevó casi a la fuerza.

Llegaron a casa. Ya había anochecido. Ángel insistió a Dani que se duchara para olvidarse de aquellos pensamientos. Dani abrió el grifo de la ducha mientras se desnudaba. Al entrar, el agua aún estaba tibia, pero pronto comenzó a calentarse. Dani empapó su rostro, para luego apoyarse con las manos en la pared y bajar la cabeza, para que el agua le cubriese todo el cuerpo. Se lamentaba de ser así, tan sensible, tan sentimental. Pero no podía hacer nada. Es así por Ángel. Y no podía cambiar, porque para cambiar de personalidad, tendría que cambiar de persona, y no podría soportarlo.

- Venga, Dani, tío,- se dijo a sí mismo -. No seas tan blando. ¡Alégrate! Vale que Ángel sigue en la fama y tú ya no eres del club, pero estás con él. Estás con un hombre que te gusta, es tu amigo. Siempre que le has necesitado estaba ahí, habéis pasado grandes momentos (y otros menos buenos) juntos. Os habéis apoyado mutuamente. Mírale. Es gentil, agradable, gracioso, atento. ¿Qué más se puede pedir? Sin embargo, tú... ¡Mírate! No haces más que llorar, lamentarte. Con razón querrá dejarlo. ¡Hasta yo me dejaría a mí mismo! Deja de llorar por tonterías, o al final vas a llorar de verdad.

Al salir de la ducha, se fue a poner el pijama, pero al llegar al salón se sintió avergonzado por las pintas. Velas... Música suave... Comida digna de un banquete...

- ¿Y esto?,- preguntó Dani.

- Algo para hacerte olvidar tus problemas.

- Pues deja que me cambie de ropa.

Dani se disponía para irse, pero Ángel le retuvo.

- Déjalo. Con cualquier cosa está estupendo,- Dani se sonrojó -. Además... ¡para qué te vas a cambiar si probablemente termines desnudo!

Si el primer comentario le sonrojó, este último le transformó en un arco-iris. Dani terminó sonriendo, mostrando esos dientes que seguían tan perfectos como cuando hizo su primer monólogo. Dani sonrió también, mientras le llevaba hasta una silla, retirándola de la mesa cortésmente. Dani se sentó y le agradeció el favor.

- Señor Mateo, déjeme sugerirle la especialidad del chef...

- ¿Macarrones con chorizo?

No tuvieron otra opción que reír.

- Por favor, Dani, no lo estropees,- le respondió secándose las lágrimas. Dani se disculpó. Ángel se adelantó a la mesa y le sirvió un poco de ensalada.

- Ensalada César...

- Por favor. Lo que es del césar, al césar; y lo que es de Dani Mateo, a Dani Mateo.

Ángel se fue a la cocina. Dani pinchó un tomatito y se lo comió. Su cara se contrajo.

- Demasiado vinagre,- pensó.

Ángel trajo un plato con una tapa. Lo puso en la mesa, delante de Dani, y levantó la tapa.

- ¡Qué buena pinta!

- Merluza al limón. Que aproveche.

Ángel se quedó ahí, expectante. Dani se puso nervioso. No sabía cómo reaccionar. ¿Y si era como la ensalada? ¿Y si tenía demasiado limón? Con cierto miedo tomó un trozó y se lo metió en la boca. Curioso. Le gustaba. Tenía demasiado limón, pero le gustaba ese punto de acidez. Ángel se sentó a cenar con él.

- ¿Y qué hay de postre?,- preguntó.

- Sé que sonará a topicazo, pero...,- Ángel dejó entrever en su rostro una risa maquiavélica.

- ¡Increíble que no me haya empachado en estos años!,- exclamó Dani, comprendiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario