sábado, 17 de octubre de 2009

CAPITULO 29

CAPITULO 29

Dani se abrazó a Ángel, y se confesó apoyado en su hombro.

- La verdad es que aún no comprendo porqué seguimos juntos,- dijo entre lágrimas.

- Es lo que tiene el amor,- respondió Ángel, dando unas palmadas a Dani en la espalda.

- En verdad dicen que el amor es ciego...

- Pero que como todos los ciegos, tiene el resto de sentidos más desarrollados. Por eso es necesario escuchar al otro. Dani...,- se miran a los ojos -, ¿tienes algo más que contarme? Aunque sea una tontería...

- No, nada. ¿Y tú?

- Tampoco... Bueno, sí...,- Dani le miró con los ojos abiertos -. He de confesar que copié en algunos exámenes del colegio.

- Qué tonto eres...,- dijo Dani, riendo.

Ángel le miró, le secó las lágrimas, le tomó de las mejillas y le volvió a besar.

- ¿Nos vamos a casa?

Dani afirmó con la cabeza. Se cogieron de las manos, entrelazando sus dedos, y comenzaron a recorrer el camino hasta su casa. Eran ya cerca de las dos de la mañana. Al día siguiente, Ángel tenía ensayo a primera hora, pero le daba igual. Lo que le importaba en ese momento era estar junto a Dani, su Dani. Su barbitas. Era un hombre bastante alto (comparado con él), pero, ironías de la vida, parecía en ese momento tan diminuto... Un hombre que parecía un gigante, verle como le vio hace unos instantes, en el suelo, llorando, parecía tan indefenso. Y ahí estaba él, como su caballero andante, dispuesto a ayudarle y a defenderle.

Dani, enseñando esos colmillos tan resplandecientes y atemorizantes cuando sonreía, parecía un vampiro, y, como tal, daba a entender que no tenía rival, pero que con la simple luz del sol quedaba totalmente desprotegido. Y así se veía Ángel, como el sol, como la luz, la luz que infundía vida en aquel ser tan desprotegido como un recién nacido.

Paseaban por la calle, sin hablarse. Todo era silencio. Silencio y oscuridad. Una oscuridad rota por la luz de las farolas de la calle. Inmerso en aquellos pensamientos, y sin saber muy bien por qué, Ángel tomó a Dani, le puso contra una farola y le besó nuevamente.

- ¿Y eso? ¿A qué ha venido?,- preguntó Dani, extrañado, poco después.

- No sé... Me apetecía... Bueno, la verdad es que estaba pensando...

- ¿En qué?

- Hace unos minutos, a la salida de la discoteca, te veía ahí, en el suelo, llorando... Te veía tan desvalido que...

- Ángel, no me tienes que querer por lástima...,- replicó Dani, con cierto enfado en su voz.

- No, no es lástima. Es amor. Gracias a aquella situación he podido cerciorarme y confirmarme que te amo. Te amo más que nunca. Y que doy gracias a Dios de haberte encontrado. Porque sin ti, mi vida no habría tenido sentido, y no estaría ahora donde estoy si no hubiera sido por ti. Te lo debo todo, y estaré siempre en deuda contigo,- y le vuelve a besar.

- Estás muy besucón esta noche,- responde Dani tras el beso.

- ¿No era yo el experto en cortar el rollo?,- preguntó Ángel, en ese tono sarcástico tan característico en él.

Reanudaron el paseo. La luna les espiaba silenciosa en lo alto del cielo estrellado. Junto a ella, las pícaras estrellas centelleaban como ojos guiñando. Pareciera como si se ocultaran de aquella pareja de amantes para ver sin ser vistas. Como pervertidas voyeurs que esperaban a un nuevo beso para entonces brillar con más pasión. Una estrella, celosa de sus hermanas celestiales, lanzaba su brillo desde la tierra. Unas cuantas hermanas más la acompañaban. Se acercaban a los amantes, lo cuales, conscientes de su existencia, las rehuían. Las estrellas terrenales les seguían, como queriendo saber más, queriendo verles de cerca. Queriendo ver otro beso en la mínima distancia. Una de esas estrellas logra alcanzarles, sonrojándose al momento. El resto de sus hermanas acuden junto a ella y se sonrojan igualmente. Como tímidas fans, huyen del lugar, dejando a sus dos ídolos en el suelo, sin moverse, como agotados por el acoso. Al poco, el clamor de una voz proclama el nombre de un hombre. Clamor que rompe el lúgubre silencio de aquella fría noche.

Y la luna, como avergonzada por lo que acaba de ver, se esconde en una solitaria nube que surca el negro cielo.

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