sábado, 31 de octubre de 2009

CAPITULO 40

CAPITULO 40

Dani apenas pudo conciliar el sueño, a pesar de sentirse extrañamente cómodo. Estaba en la cama, con otro hombre abrazándole..., y se sentía bien. Quizá aquellos sentimientos que comenzaban a aflorar en él eran de aquel Dani del que todos aquellos extraños hablaban. Quizá fuera verdad que él y aquel que se hacía llamar Ángel fueran pareja... Los anillos..., los recuerdos de la casa..., las fotos enmarcadas que había por la casa...

Dani miró el reloj. Eran poco más de las siete de la mañana. Ángel estaba detrás de él, abrazándole. Aquella noche no pasó nada.

- En verdad me ama,- pensó Dani -. Si hubiera sido una treta para llevarme a la cama, me habría violado sin más...

Pero los recuerdos que le asaltaban a la mente le hacía creer lo que esas personas, y, sobre todo, Ángel, le decían.

Dani no soportaba más estar ahí quieto por más tiempo, así que se levantó con el mayor cuidado del mundo para no despertar a Ángel. Cuando pudo deshacerse de su abrazo, se vistió, abrió la puerta de la habitación e investigó por toda la casa. El baño..., la habitación de Ángel..., la cocina..., el salón...

En el salón había unas cuantas fotos de esas enmarcadas que vio por encima la noche anterior. Tomó una entre sus manos. Era una foto de grupo. Reconoció en ella a Ángel, y se reconoció a sí mismo también..., pero más jóvenes. También pudo ver a algunos de aquellos que fueron a verle al hospital. Están todos muy contentos, sonrientes. En actitud de brindis. Las copas de champán se juntan en primer plano, mientras la gente forma un abanico detrás.

- Creo que me acuerdo...,- susurra sonriente -. No lo sé, pero sólo me acuerdo que aquel día, a pesar de estar contentos, fue el peor día de mi vida. Pero decidimos celebrarlo por todo lo alto...

Deja la foto en su lugar, mientras sigue buscando. Al abrir un cajón, descubre varios libros grandes, de tapa dura. Toma uno y lo abre. En la primera página hay una foto de él, con pose seria, ceja levantada, y brazos cruzados. Al lado, una foto de su compañero, manos en los bolsillos del vaquero, y sonrisa tímida en el rostro. Al pasar la hoja, ve una foto de aquella mujer rubia del hospital, con una sonrisa de oreja a oreja, mostrando unos dientes resplandecientes. El cabello, de un rubio cegador, desembocaba en un gran moño ondulado. Otra de un hombre sonriente, algo más mayor que el resto, con una gran y enmarañada mata de pelo sobre su cabeza, brazos cruzados, sonrisa también tímida, que hace a su rostro querer pellizcarlo. Al pasar la siguiente página, una foto de parejas: Ángel y él, Ángel y la rubia, la rubia y el tipo de la cara de pan... Hasta que llega a una de grupo; el mismo grupo que en la foto del brindis.

Dani cierra el libro y lo deja apartado, para coger otro libro. En su interior, como en el primero, hay varias fotos: todas con un factor común: sólo están él y Ángel. Hay una de los dos frente a un gran edificio, esbelto, enorme, con cuatro delgadas torres. Sin saberlo, Dani acertó el lugar.

- La Sagrada Familia...,- una lágrima cayó sobre la foto.

Dani pasa las hojas... Fotos hechas en Barcelona, en Madrid, fotos en escenarios mientras alguno de ellos habla por un micro, fotos de los dos con más gente... A Dani les sonaba unos, no recordaba a otros... Hasta que, al volver una página, nota un papel cayendo al suelo. Al recogerlo, se da cuenta de que es una nota: una dirección. Al dejarla en el álbum, mira las fotos de la página. Son fotos de él con la chica con la que soñó aquella noche.

Su corazón comenzó a palpitar en demasía. Miraba la nota y luego las fotos, otra vez la nota, y otra vez las fotos, y la nota de nuevo... Mira a sus espaldas. No hay nadie, por lo que guarda los álbumes en su lugar. Se sienta en el sofá y mira la nota. Movido por un desconocido instinto, se levanta, se dirige hacia la puerta principal, abre un armarito, toma un llavero y sale de la casa. Al cerrar la puerta, se queda inmóvil. Se mira la mano con las llaves.

- ¿Cómo sabía que...?,- se pregunta extrañado.

Al llegar a la calle, no recordaba el coche, pero sabía de repente el funcionamiento de aquella llave negra. Vio un coche con los focos parpadeando cada vez que apretaba esa llave. Se subió al auto e inició el camino... ¿Camino a dónde? No sabía dónde quedaba aquella dirección, pero no era capaz de frenar. Conducía el coche sin pensar, pero, sin embargo, tenía la sensación de que era el camino correcto.

viernes, 30 de octubre de 2009

CAPITULO 39

CAPITULO 39

Dani estaba en la cama, desnudo. Y feliz. Ángel estaba con él. Se abrazaban, se besaban, reían. La luz del sol muriendo en el horizonte traspasaba la barrera de la cortina y bronceaba el interior del cuarto.

- Ángel,- decía Dani -, doy siempre gracias a Dios de que estés conmigo.

- Y siempre estaré.

Volvieron a besarse.

- ¿A qué hora es el concierto?,- preguntó Dani, al poco.

- Tranquilo, tenemos tiempo para otro...,- y Ángel volvió a mostrar su pícara sonrisa tan característica en él.

Pero un ruido les hizo volverse. Alguien había abierto la puerta. Dani y Ángel se quedaron de piedra, mirando fijamente a quien les había interrumpido. Era una mujer, de pelo largo, liso y castaño. Sus ojos, igualmente castaños, les miraban aterrados. Sus gruesos labios temblaban. Durante unos instantes, nadie se movió, nadie habló. Hasta que Dani consiguió hablar.

- No... no es lo que parece...,- se vuelve para mirar a Ángel, pero se sorprende al ver que no hay nadie con él.

La mujer sale corriendo. Dani intenta levantarse, pero una fuerza invisible se lo impide. Lo único que logra hacer es volverse hacia la puerta, alargar su brazo y gritar.

- ¡Elena!

Dani se levanta de repente de la cama. Estaba sudando. Sus ojos estaban abiertos de par en par. Cuando logra tranquilizarse, se da cuenta de que está en la habitación de su casa. Está oscuro. A su lado, el despertador marca la hora: las tres menos diez de la madrugada. La puerta se abre de golpe. Entra Ángel, como un vendaval. Enciende la luz y corre junto a Dani.

- ¿Te ocurre algo? ¿Qué pasa? Te he oído gritar.

- Una... una pesadilla... ¿Qué ha pasado? Lo último que recuerdo es que llegamos a una casa...

- Nuestra casa... Te enseñé la casa por si recordabas algo... Al entrar aquí, empezaste a recordar, pero, de repente, te desmayaste.

- Ya... ya me acuerdo...,- Dani se lleva la mano a la frente -. Fue viendo esta cama. Me empezaron a venir un montón de imágenes a la mente. Tantas, que me empezó a dar vueltas la cabeza.

- Ahora estás bien. Estás en casa, conmigo. Yo te cuidaré.

Se abrazaron.

- Y dime. ¿Qué pesadilla has tenido?

- Pues... apenas recuerdo nada... Creo que estábamos los dos... aquí... y una chica aparece de repente... Elena...

Ángel se quedó petrificado.

- ¿Conoces, o conozco, a una Elena?

- ¿No la recuerdas?,- Dani niega con la cabeza -. ¿Elena? ¿Elena Ballesteros? ¿Tu novia?

- ¿Tengo novia?,- tartamudeó Dani -. Ahora sí que no entiendo nada...

- Tenías novia, pero al enterarse de lo nuestro, lo comentó contigo y rompisteis... Ojalá que Emma hubiera sido como Elena...,- Ángel empezó a hablar consigo mismo.

- ¿Emma?

- Mi novia, que también rompió conmigo...,- sus ojos empezaron a humedecerse -. Pero olvidémoslo, porque ya te has despertado, y estás bien.

- No sé qué decirte...,- Dani se lleva la mano al pecho.

- ¿Qué te pasa?

- No sé... Ese nombre... Elena... De repente... Me aprieta el pecho...

- Es que estabais tan enamorados... La verdad es que me dio una gran pena que lo dejarais... Me he sentido desde entonces tan culpable...

- No lo sientas. Porque ella ha conseguido hacerte feliz.

- ¿De qué hablas?

- Si la he recordado inconscientemente en un sueño, eso quiere decir que he recuperado algo de memoria...,- Dani cierra los ojos con fuerza.

- ¿Qué haces?

Dani sigue con los ojos cerrados, repitiendo sin parar aquel nombre.

- No te obsesiones, Dani. No te esfuerces...,- Dani le pide silencio con un gesto de la mano. Se concentra. Durante un par de minutos, el silencio de la habitación era interrumpido por el susurro de su grave voz, hasta que empieza a decir palabras sin sentido.

- Elena... Elena... Elena... Televisión... Serie... Susana... Familia...

Ángel abría cada vez más los ojos.

- ¡Sigue! ¡Sigue! ¡Casi lo tienes!

- ¡La Familia Pata!

- Casi... "La Familia Mata", pero has podido recordar cuándo os conocisteis... Porque tú también trabajaste en esa serie...

- Lo que lamento es no poder recordar cuándo nos conocimos...

- No te entristezcas... Mañana sacamos los álbumes de fotos y lo intentamos.

Ángel sonríe, le besa la frente y se levanta para irse. Dani le retiene, cogiéndole del pantalón del pijama.

- ¡Ángel! ¿Podrías quedarte esta noche conmigo? ¿Por favor?

jueves, 29 de octubre de 2009

CAPITULO 38

CAPITULO 38

Desde aquel día, Dani hizo todo lo posible por recordar. No sabía muy bien por qué, pero comenzó a fingir acordarse de todo tan sólo por ver a ese hombre sonreír. Cuando le veía con la sonrisa de oreja a oreja, le veía el rostro iluminado, los ojos brillaban como fulgurantes estrellas en todo su esplendor. Sí. Dani fingía acordarse de todo lo que le decía Ángel. Pero lo hacía para que Ángel fuera feliz. Desde que empezó a hacerlo, a Ángel se le olvidaba el dolor, se le olvidaba la conciencia de verle a él totalmente vendado, y los días pasaban más rápidamente.

De vez en cuando, recordaba algo, comenzaban a sonarle ciertas cosas, pero muy vagamente. Esperaba, eso sí, con ansia desmedida el poder salir de allí e ir a su casa. Esa casa que no recordaba, en la que vivían los dos. A ver si un objeto, un mueble le ayudaba.

Y el día llegó.

- Esta es tu casa...,- dijo Ángel, abriendo la puerta -. Bueno..., nuestra casa...

Dani entró, con timidez, y observó todos los rincones, todos los detalles.

- ¿Te acuerdas de algo?,- la voz de Ángel denotaba nerviosismo.

Dani comenzó a andar despacio, fijándose en todo, tocando todos los objetos que se cruzaban en su camino. Ángel se quedó en la entrada, con los nervios a flor de piel.

Dani entra en el salón. Ahí estaba el sofá... la televisión... la mesa... Dani sale de nuevo al pasillo y sigue caminando hasta la cocina... la nevera... la lavadora... Se dirige a la habitación. Abre la puerta y entra. Ángel le acompaña hasta la entrada, carcomido por la excitación del momento. Y ahí, colgado en la pared, estaba la bufanda del centenario. Dani se acercó. La toca. Se queda petrificado. No sabe por qué, pero esos dos colores le conmovieron sobremanera. Ángel se percató de ello.

- Es la bufanda del Barça... del Barcelona, un equipo de fútbol... nuestro equipo...

- ¿Somos muy fanáticos?,- Dani apenas conseguía hablar por la emoción.

- Sí, pero tú el que más...

Dani se lleva la mano al corazón.

- ¿Te pasa algo?,- Ángel le abraza, asustado.

- No... no es nada... Creo que empiezo a recordar...

Llega hasta una estantería, al otro lado de la habitación. Tres esculturas, las tres iguales, con forma de cabeza deformada e inacabada, puestas en fila, le observaban hieráticas. Dani toma una de ellas y lee la inscripción.

- "Mejor presentador..."

Los ojos de Dani se humedecen. Casi se le cae la escultura.

- Me acuerdo,- logró decir entre sollozos -. Me acuerdo de tu TP...

Ángel abre los ojos como platos.

- ¿TP? ¿Acabas de decir TP? ¿Sabes lo que es?

- Sí... porque lo pone en la inscripción...,- Ángel se deprime -. Pero me acuerdo del momento... Subiste al escenario... Tomaste el premio entre tus manos... Me lo dedicaste... Patricia también lo ganó... el año siguiente...,- Ángel vuelve a brillar.

- Sí... ¡Sí!,- Ángel estaba a punto de estallar -. ¡Sigue recordando! ¡Concéntrate!

- Me acuerdo... me acuerdo de... Nosotros también entregamos uno... Teníamos un discurso... Tú te fuiste por las ramas... Nos cortaron...,- Ángel le agarra de los hombros, sonriente.

Dani se vuelve. Y ahí estaba, ese objeto, ese gran mueble que tan calladamente fue testigo de sus alocadas noches amorosas. Aquel que guardó el secreto de la última noche que pasaron juntos, la noche de la pelea que tan insensiblemente les separó de esta manera. La cama. Al verla, a Dani casi se le cae el premio. Ángel logra salvarlo a pocos centímetros del suelo. Dani se queda helado, de pie, mirando fijamente la cama.

- ¿Te pasa algo? ¿Dani?

No hay respuesta. Ángel pasa su mano por los ojos abiertos de Dani. Chasquea los dedos. Pero el barbudo no pestañea. De repente, pone los ojos en blanco, dobla las rodillas y cae al suelo.

miércoles, 28 de octubre de 2009

CAPITULO 37

CAPITULO 37

Dani no comprendía aquello. Veía a Ángel reír, y en cada carcajada, se volvía, le miraba y le señalaba con el dedo aquella pantalla en la que, sorprendentemente, él se veía. ¿Dónde está la gracia? No la encontraba. ¿Y quiénes coño eran Oliver y Benjí? Estaba ahí, en la cama, con el portátil sobre sus piernas, mientras Ángel, sentado a su lado, no paraba de reír.

- Hacía mucho que no los veía,- logró decir al final, entre risa y carcajada.

- Sí…,- contestaba Dani, entre dientes, fingiendo reír -. Es muy divertido…

- No te acuerdas de nada, ¿verdad?,- Ángel se volvió hacia él, desterrando la sonrisa de su cara. Dani levantó los hombros -. Pues a ver si este…,- Ángel tecleó con rapidez y mostró otro vídeo.

Y ahí estaba Dani, ante una mesa, con un pequeño grupo de gente delante. Un sofá al lado. Una especia de barra de discoteca al fondo. Un letrero grande de letras negras sobre fondo amarillo. Y se veía raro… con chaqueta negra, camisa blanca con el cuello desabrochado. Y comentando algo que él no entendía, pero el público asistente sí, riendo.

Otro video, esta vez de él en otro plató, junto a una chica rubia, que se parecía mucho a aquella mujer, también rubia, que llevó aparte a Ángel cuando se le abalanzó para besarle aquella mañana. Pero más joven. Dani se veía esta vez hablando de política, de deportes… También se vio en otras escenas: con vaqueros y camisa, un jersey rosa por los hombros, gafas en la frente, los ojos achinados; o con el pelo de punta, gafas de sol, camisa negra abierta por el pecho, sin vocalizar al hablar. Junto a Ángel, los dos de traje, tras una mesa, hablando de otras cadenas de televisión…

- ¿De verdad que nada?,- preguntó Ángel, bastante nervioso.

- Lo siento, pero no me acuerdo de nada de eso. Lo siento mucho,- Ángel bajó la pantalla del portátil desalentado -. El golpe que me dieron debió de haber sido muy fuerte…

Ángel deja el portátil en la mesa y se sienta en la silla, con cierta desesperación en su gesto.

- No te pongas así, tío… Ya me acordaré poco a poco… De verdad, no hay que ponerse así…

- ¿Que no?,- Ángel tenía los nervios a flor de piel -. ¡Joder, tío! ¡Que estamos casados y todo! No me puedo creer que me olvides así de rápido… Yo me habría resistido a olvidarte…

- Veo que me amas de verdad…,- dijo Dani, con gran timidez -. ¿Yo también te amaba?

- ¡Con locura! Es más, fuiste tú quien dio el paso.

- Pues no debía de amarte tan en serio, porque lo he olvidado todo…

- No, no. Jamás digas eso,- Ángel se puso de pie de un salto -. Cuando hace años caí en coma, tú fuiste el que más se preocupó por mí. Estuviste a mi lado todo el tiempo. Además, ese momento fue cuando empezaron a nacer nuestros sentimientos…

Se quedaron sin palabras. Dani mira su mano. Ángel le imita. Se estaban cogiendo de las manos. Pronto se separan, asustados.

- Perdona, Dani. No quiero meterte prisa, ni tampoco quiero obligarte a recordar… Tómate tu tiempo.

- Me estoy poniendo nervioso…,- susurró Dani.

- Tú tranquilo,- le dice Ángel, acariciándole el rostro -. No hay prisa.

- Pero es que te veo, intentando por todos los medios hacerme recordar, y me pongo triste…

- No, jamás. Ya lo pasamos mal hace tiempo cuando te pusiste otra vez triste. Esos tiempos ya han pasado. Pensemos en el presente, en el futuro…

- ¿Pero, y el pasado?

- ¡Olvidémoslo!,- exclamó Ángel, comenzando a llorar.

- ¡Pero yo quiero recordarlo! ¡Ángel! ¡Te amo!

- No lo digas por decirlo, para hacerme sentirme bien…,- se da la vuelta para que Dani no le vea llorar.

- No llores… Anda, tócame algo…

- No estoy de humor…

- ¡Coge el piano y toca algo, cojons!

- No, yo no…,- Ángel se queda paralizado. Levanta el rostro y se vuelve, con los ojos a punto de salirse de sus cuencas -. ¿Qué has dicho?

- Que toques el piano.

- ¿Y después?

- Nada más…

- ¡Sí, sí! ¡Has dicho algo!

- Te juro que sólo dije eso…

- ¡Has dicho una palabra en catalán!

- ¡Ah! Pero, ¿soy catalán?

- ¿No te lo había dicho nadie?,- Dani niega con la cabeza -. ¿Seguro? ¿Estás seguro?,- se abalanza hacia el convaleciente -. Y lo del piano… ¿Quién te ha dicho que toco el piano?

- Pues… la verdad… no lo sé… Lo dije sin pensar…

- ¡Ya vas recordando! Eres catalán. ¡Y yo toco el piano! ¡Esto funciona!,- y le abraza -. Cuando te recuperes te llevo a casa a ver si recuerdas algo.

Dani no comprendía nada, pero veía a Ángel tan alegre que prefirió callar. Veía un brillo tan particular en los ojos de Ángel, un brillo que extrañamente le parecía tan familiar…

martes, 27 de octubre de 2009

CAPITULO 36

CAPITULO 36

¿Amnesia? ¿Cómo puede ser? ¡Imposible! Entonces, todo lo que han vivido juntos, aquellos años en Barcelona, en Madrid, en la Paramount, en Noche Sin Tregua, en Sé Lo Que Hicisteis, después del programa…

- Pero...

- Parece ser que se dio un golpe en la cabeza tan fuerte que ha perdido toda la memoria. No se acuerda ni de su nombre.

- Pero no me lo puedo creer… ¡No quiero creerlo! ¡No puede ser que se haya olvidado de mí!

- Lo siento. De verdad que lo siento, Ángel. Pero no se acuerda de nada.

- Entonces, eso quiere decir que…

- Que no se acuerda de ti, ni de que os casasteis…

- No sabe que es gay…,- dijo Ángel, con la llorera a punto de salir de sus ojos.

Patricia le abraza y se lo lleva fuera. Pero Ángel se detiene y vuelve a entrar en la habitación. Se adelanta hasta la cama, secándose las lágrimas. Dani le mira, asustado.

- No pienso devolverte el beso,- le responde, a la defensiva.

- Al menos no has olvidado tu personalidad,- se sonríe amargamente Ángel.

Ángel se sienta en la cama. Patricia, disimuladamente, va llamando al resto de la gente para que les dejen solos. Patricia es la última en salir, cerrando la puerta.

- Hola…,- contesta Ángel, con cierta timidez.

- Hola,- responde Dani, a la defensiva.

- Bueno… Antes de nada, quiero pedirte perdón por lo de antes… Yo… Bueno…

- Primero dime quién eres.

- Me llamo Ángel… ¿No te dice nada?,- Dani niega con la cabeza -. ¿De verdad que no recuerdas nada? ¿Ni siquiera tu propio nombre?

- Lo único que recuerdo es despertarme en este sitio con el cuerpo totalmente vendado… Me duele mucho…

- Normal… Verás… No quiero que te asustes… Lo primero de todo, te llamas Dani, y…

- Sí, los demás me han puesto al corriente sobre mi vida…

- Pero veo que no del todo… Eres cómico, haces monólogos… Llegaste a tener tu propio programa, pero duró apenas unos años. Después, Patricia…

- ¿La chica rubia?

- Sí. Ella y yo fuimos designados para presentar un nuevo programa donde comentábamos la actualidad en tono divertido. Poco después, entraste tú…, gracias a mí… Porque somos amigos desde la infancia…,- Ángel comenzó a llorar.

- ¿Somos amigos desde siempre? ¿De verdad?

- Sí. Y si no me crees, pregúntale a cualquiera. Pues te enchufé en ese programa, y se te asignó comentar la actualidad política y deportiva.

- ¿Política? Vaya rollo…

- No, no es ningún rollo, ya que tú conseguías que la gente se interesara por ello por los comentarios y los sketches…

- Todo eso está muy bien…,- Dani chasquea los dedos.

- Ángel…

- Sí, pero no me acuerdo de nada…

- No me extraña… El programa se canceló hace cinco años… Porque nos demandaron…

- ¿Cómo?

- Sí. Hubo una cadena de televisión que no entendía nuestro humor y nos demandó… Yo me encargaba de comentar la actualidad televisiva, y, bueno, no dejaba títere con cabeza… Todas las cadenas se lo tomaban con humor, menos esa…

- ¿Entonces? ¿Qué trabajo tenemos ahora?

- Tú ninguno… Después del programa seguimos con los monólogos, pero la gente empezó a dejar de acudir a nuestras actuaciones hasta que prácticamente se olvidaron de nosotros. Yo seguí como músico, y he conseguido mantener cierta fama…

Dani se queda callado.

- ¿Recuerdas algo?

- No, lo siento…

- ¿Tampoco esto?,- y señala el vendaje.

- No… Pero, ¿por qué estoy así? ¿Por qué me duele tanto el cuerpo?

- Es mejor que no lo sepas… Hazme caso…,- le toma del hombro.

Los dos se miran. Miran el hombro. Ángel, nervioso, se aparta y se levanta. Avanza hasta el otro lado de la habitación. Pasea de un lado a otro, excitado.

- No quiero que te sientas incómodo…,- comienza a tartamudear -. Será mejor ir paso a paso, que vayas recuperando la memoria poco a poco y…

- Somos más que amigos, ¿verdad?

- ¿Perdona?,- Ángel se para en seco, mirando a Dani con los ojos como platos, entre asustado y emocionado. Dani se mira la mano.

- He visto tu mano cuando la has apoyado en mi hombro… Tienes un anillo… Yo tengo otro igual…

- No pienses en eso, Dani,- Ángel corre hasta la cama -. Vayamos paso a paso. Dios sabe que quiero que lo sepas todo, pero es mucha información…

De repente, Ángel sale corriendo de la habitación.

- ¿A dónde vas?

- Tranquilo. Creo que sé cómo hacer que recuerdes algo.

lunes, 26 de octubre de 2009

CAPITULO 35

CAPITULO 35

Aquella semana se le hizo eterna. Más por tener que quedarse en cama totalmente inmóvil con el temor de que se le volvieran a abrir las heridas que por no saber nada de Dani. Porque Dani estaba ahí, al otro lado del pasillo. Pero nadie le decía nada. Ni Patricia, ni Miki, ni Berta, ni Alberto… Nadie. En su silenciosa soledad, empezó a cavilar. ¿Y si no iba a despertar más? ¿Y si estaba ya despierto? ¿Volvió a la paranoia de separarse de él? ¿Y si estaba muy grave? ¿Acaso está necesitado de una operación importante? ¿Necesita un donante? ¿No podrá volver a hablar, a ver? Las preguntas se mezclaban en su cabeza, haciendo que le doliera cada vez más.

- ¿Qué tal se encuentra hoy nuestro paciente?,- preguntó el doctor, golpeando la puerta con los nudillos.

Ángel sale de sus pensamientos y mira al doctor.

- Buenas tardes, doctor. Pues me pica todo el cuerpo.

- Es normal. Las vendas suelen producir picor… Pero por lo demás, todo bien, ¿no?

- Sí…,- Ángel no estaba muy convencido de su propia respuesta.

- ¿Le ocurre algo?

- No. Bueno…, sí… Es sobre mi amigo… ¿Qué tal está? Me dijeron que en una semana saldría del coma, y ya ha pasado esa semana, y nadie me dice nada… ¿Ha despertado? ¿O sigue…?

- Tranquilo, no se preocupe,- el médico le calla.

- Pero es que nadie me cuenta nada. Necesito saber,- el doctor le retira las vendas con cuidado -. Doctor, dígame algo…

- Los puntos ya han cicatrizado. Creo que ya puede moverse, pero con cuidado. Aún debe permanecer en observación unos días más…

- No me ha contestado. ¡Doctor!,- el doctor se marcha de la habitación sin mediar palabra. Al momento entran dos enfermeras, poniéndole vendas limpias. El rostro de Ángel deja entrever cierto desasosiego por la falta de respuesta del médico.

Aquella tarde le tocó el turno a Alberto. Apareció por la puerta. Estaba cambiadísimo. O eso era lo que creía Ángel. Después de tanto tiempo, le veía diferente, le veía… fuerte. Le recordaba como un fideo, muy delgado, pero aquella vez le veía con más cuerpo.

- Hola, Ángel…

- Hola, Alberto.

- ¿Qué tal te encuentras hoy?

- Pues imagínate. Después de que te cosan a navajazos… Oye, ¿sabes algo de Dani? Que ya ha pasado una semana, y nadie me dice nada de si ha despertado o no…

- No debería decírtelo, pero no puedo verte así… Sí, ha despertado,- el rostro de Ángel se iluminó. A punto estuvo de levantarse de un salto, pero el gesto de Alberto al contestarle le hizo pararse.

- Estás muy serio… ¿Seguro que no me mientes? Si no ha despertado aún, puedes decírmelo. No hace falta que me mientas para verme feliz. Lo único que quiero es que me digáis la verdad con respecto a Dani…

- Y es verdad. Está despierto, pero… Es mejor que no le veas aún…

- Claro, comprendo. Acaba de despertar y es mejor dejarle tranquilo un rato… ¿Me acompañas a dar un paseo? Llevo una semana sin moverme y se me están agarrotando los músculos…

Alberto ayuda a Ángel con cuidado a levantarse. Cuando Ángel se queda de pie, se agarra a la cama. Sus piernas no le responden y sus rodillas se doblan. Alberto le sujeta, asustado.

- Tranquilo, es que se me han dormido las piernas…

Salen de la habitación, suero en mano, e inician un pequeño paseo por el pasillo. Para romper el hielo, Ángel le pregunta a Alberto sobre su vida después de Sé Lo Que Hicisteis. Y la respuesta es simple: guionista. Es guionista de una serie que lleva ya un par de años en antena y que siempre es líder de audiencia. Es más, según el propio Alberto, el grupo de guionistas ha sido seleccionado como candidato a premio de la Academia como mejor guión.

- Seguro que lo ganáis, que he visto esa serie, y el guión se sale. Se nota que he sido un buen maestro…,- responde Ángel, con una sonrisa.

Ángel se para de repente, mirando a través de una puerta entreabierta. Logra llegar hasta ella y la abre poco a poco. Alberto intenta separarle, pero Ángel ya ha visto el interior del cuarto. Y ahí estaban todos, rodeando la cama. Sus ojos no podían creer lo que estaban viendo. Ahí, en la cama, estaba Dani, totalmente vendado, hablando con la gente. Cuando Ángel abre la puerta, todos se le quedan mirando. Ángel se adelanta poco a poco hasta la cama de Dani. Éste se le queda mirando asombrado. Pronto, la gente que había allí agrupada se vuelve hacia Alberto, quien levanta los hombros.

Y ahí estaba, en la cama, vendado completamente, pero sabía que era Dani por los ojos, esos ojos negros, tan negros como el azabache. Inconfundibles. Y esos dientes… Esas perlas tan blancas como la nieve, ese colmillo más transilvano que el propio Conde Drácula, que da ganas de acercarle el cuello para que lo muerda.

Ángel estaba sin habla, a punto de llorar, pero lo único que logra hacer, cuando llega a la cama, es abalanzarse sobre Dani para besarlo de una manera tan lujuriosa que hasta el mismísimo Marques de Sade se moriría de vergüenza. Al momento, Dani le separa de un empujón, mientras exclama, con gesto asqueado:

- ¿Y éste qué hace?

- ¡Dani!,- exclama Ángel, extrañado -. ¡Soy yo, Ángel! ¿Qué tal te encuentras?

- ¿Ángel?

Patricia se lleva a Ángel aparte.

- Ángel, no deberías haber entrado…

- Pero es que nadie me decía nada de…

- No queríamos que sufrieras…

- Pues haberme dicho que había despertado.

- No era el momento…

- Ya, pero…

- Tiene amnesia.

domingo, 25 de octubre de 2009

CAPITULO 34

CAPITULO 34

Ángel se revolvía, hablaba en sueños, hasta que una mano le hizo despertarse. Ángel abrió los ojos asustado. Y ahí estaba él, a su lado, con el miedo en los ojos, pero la esperanza en su sonrisa.

- Ángel, tío, despierta ya...

Ángel se pasa la mano por la frente. Estaba sudando.

- Joder...,- susurró -. Dani, he tenido una pesadilla horrible...

- Tranquilo, ahora estás despierto. Estoy contigo aquí, así que no tengas miedo.

- Soñé... Soñé que nos atacaban en la calle, con cuchillos y navajas... Tú estabas en el suelo, sin moverte... Yo pude llamar a una ambulancia... Luego desperté en el hospital... Patricia estaba ahí... Tú quedaste en coma y...

- Y sigo en coma...

Ángel no podía creer lo que oía. Se levantó para abrazarle, pero Dani desapareció ante sus ojos.

Ángel se despertó. El pitido de la máquina seguía ahí. Las paredes y el techo de la habitación no cambiaron. Sólo cambió la figura de la ventana. Le miraba fijamente. Pensaba que seguiría soñando, pero el dolor de sus heridas era demasiado real.

- Por fin despiertas,- le dijo la figura de la ventana, acercándose.

- Miki, tío... He tenido un sueño muy raro... ¿Y Patri?

- Fuera. Le han dado un tranquilizante. Al verte sangrar le dio un ataque. No te muevas o se te volverán a saltar los puntos.

- ¿Cuánto... cuánto llevo...?

- Apenas tres horas...,- no le dejó terminar la frase.

- ¿Y Dani? ¡Quiero verle!

- No, Ángel. Entre tu estado y el suyo... Es mejor que aguantes unos días más, cuando se te curen las heridas. No querrás dejar el hospital lleno de regueros de sangre...

- Pero estará solo...

- No te preocupes... Los médicos cuidan de él.

- ¿Y vosotros?

- Aún es pronto para que vayamos a verle. Pero ten por seguro de que espera con igual ansia, o más, que vayamos a verle... Sobre todo tú.

Ángel comienza a llorar. Miki se sienta a su lado en la cama.

- Y ahora, ¿me vas a contar qué ha pasado?

- ¿No has oído las noticias?

- Esa es una versión. Pero prefiero oír la vuestra.

- Pues salimos de una discoteca. Íbamos tan tranquilos por la calle cuando una banda de salvajes se nos abalanzó. Los filos de las navajas volaban... Intenté ayudar a Dani, pero...,- rompió a llorar. Miki le abraza. Ángel se queja.

- Perdona...

- No pasa nada... Este dolor no es nada comparado con el que tengo en el alma... Si Dani no sale de esta...

- Tranquilo, porque saldrá. ¿Me oyes? Saldrá de esta. Es muy fuerte, como tú. Si tienes fe, seguro que cuando menos te lo esperes será él el que esté contigo en esta habitación,- Miki mira su reloj -. Y, si no te importa, me tengo que ir. Lo siento, de verdad, pero me tengo que ir.

- Tranquilo. ¿Vendrás mañana?

- Lo dudo, pero lo intentaré.

sábado, 24 de octubre de 2009

CAPITULO 33

CAPITULO 33

"Pi... pi... pi... pi..."

Aquel pitido intermitente era lo único que se podía oír. Todo era oscuridad. Algún taconeo por allí... unos susurros por allá... Le dolía todo el cuerpo. Al fin, se atrevió a abrir los ojos. Tood aquello, el funeral, el psicólogo... su suicidio... Todo aquello fue un terrible sueño, pero la pelea en la que se vieron envueltos los dos... Aquella escena le recordaba a lo que ocurrió años atrás... Cuando tomó conciencia de dónde estaba, respiro aliviado. La ambulancia llegó a tiempo... A tiempo para él... Entonces, Ángel se sobresaltó. ¿Y Dani? ¿Consiguieron salvarlo a tiempo? Cuando, en su último intento antes de desmayarse, llamó a la ambulancia, Dani yacía junto a él, sangrando. Le recuerda con un hilillo de sangre saliendo de su boca, los ojos abiertos como platos, a punto de volverse blancos, balbuceando palabras sin sentido.

Una figura que estaba de espaldas, mirando por la ventana de la habitación, le hizo volver a la realidad.

- ¿Patricia?

La figura se volvió. No cabía duda; estuvo llorando.

- ¿Patricia? ¿Eres tú?

La rubia alargó los brazos y le abrazó, volviendo a llorar.

- Casi te nos vas...

- Pero... ¿cómo...?

- Oí las noticias esta mañana...

- Es una pena que después de tanto tiempo nos reencontremos en esta situación...

- No, no es ninguna pena... Éramos amigos cuando el programa, pero lo seguiremos siendo, a pesar de que no haya más programas...

- ¿Qué tal llevas la carrera de actriz? El otro día fui a verte... Bueno, fuimos Dani y yo...

- Os vi. Y me alegró veros...

- Intentamos ir a los camerinos, pero no nos dejaron...

- Y yo que me di prisa en cambiarme para salir lo más pronto posible para hablar con vosotros...

- Que muy bien, nos gustó mucho tu actuación... Desde el programa, te va que ni pintado Jardiel Poncela...

- ¿Sí? ¿No? ¡Ah, bueno! Por eso...

Risa amarga de los dos.

- La verdad es que te iba mejor el papel de la tía... Ya sabes... los perros, los ladrones...

Patricia se sonroja. Ángel se pone serio.

- ¿Y Dani? ¿Le has visto? ¿Qué tal está?

Patricia se puso muy seria. Ángel notó un terrible escalofrío recorriéndole toda la columna.

- Han estado toda la noche operándole... Ha sido una operación muy delicada... Tenía muchos órganos importantes dañados...

- ¿El corazón...?,- su voz empezó a empañarse, al igual que la de Patricia.

- Se les fue un par de veces en el quirófano... Su corazón sufrió bastante...

- No des más rodeos... ¿Está bien?

- Le tienen en observación, en coma inducido. Si todo va bien, quizá en una semana puedan despertarle...

- Tengo que ir a verle,- intenta levantarse, pero le empieza a doler todo el cuerpo. Ángel se queja horrorosamente.

- No te muevas,- le dice Patricia, mientras le inmoviliza en la cama -. Tú tampoco has salido muy bien parado que digamos...,- Patricia se para. Le mira con horror el tórax, y sale corriendo llamando a una enfermera.

Ángel, que no comprende, se intenta mirar el costado. Se palpa. Nota humedad en las vendas que le envolvían. Se mira la palma y se desmaya.

martes, 20 de octubre de 2009

CAPITULO 32

CAPITULO 32

Ángel apenas se levantó de la cama. Se pasó ahí toda la mañana. No tenía ganas de nada. La habitación estaba a oscuras, a pesar de que el sol ya estaba en todo lo alto de la esfera celeste, pero la persiana le impedía el paso al interior. Ángel se pasó toda la mañana en la misma posición, en silencio, sólo roto por el ruido de la calle. De vez en cuando miraba el reloj de su mesilla para saber qué hora era, pero poco le importaba.

- Vamos, Ángel,- se decía a sí mismo -. Tienes que levantarte e ir. No le hagas este feo...

Ya tenía el ramo preparado, reposando en una jarra con agua. Tenía que levantarse para depositarlo en aquel lugar, pero su cuerpo no respondía. Estaba ahí, tumbado en la cama, mirando al techo. Al fin, de repente, su brazo se movió, se estiró hasta la mesilla y tocó el marco que estaba boca abajo, pero no pasó de un leve roce. El brazo se quedó inmóvil por unos segundos, hasta que recuperó la posición original. Los ojos de Ángel lloraron un par de lágrimas mientras seguían con la vista puesta en aquel marco caído.

- Vamos, gandul,- aquella ronca voz volvió a resonar en su mente, mientras su vista le engañaba.

Efectivamente, le pareció verle a su lado, levantado, tirándole la almohada a la cara, divertido.

- ¿Qué tal ha dormido mi rey esta noche?,- aquella visión se le acercó y pareció darle un beso en los labios, un beso que no sintió.

Ángel contestó llorando. Al momento, la visión se desvaneció. Tras calmarse, Ángel logra incorporarse, toma repentinamente el marco entre sus manos, y le estrecha contra su pecho. Después lo aparta y pasa suavemente dos dedos por el retrato del hombre que estaba a su lado en esa foto.

Aquellos fueron días felices. Concretamente aquel día fue de los más felices. Volvieron a Nueva York, después de tanto tiempo desde la última vez. Aquel segundo viaje sí que fue una locura. Tiraron la casa por la ventana (¿Seguro que somos catalanes de verdad?, se preguntaron los dos, irónicos, al terminar el viaje). La suite de aquel hotel... Invierno... Noche con champagne... Con razón el sexo de después fue un autentico viaje sin drogas de por medio. Pero Ángel necesitaba tomarse una droga para salir del abismo donde había caído desde hacía ya un año justo, pero se le acabaron las pastillas, y no quería que aquel doctor le recetara más. Estaba harto de tomar esos anti-depresivos.

Su móvil sonó por sexta vez en todo el día, pero Ángel lo miró con desgana y dejó que sonara. Era el mismo número una y otra vez.

- Que me dejen en paz ya,- pensó apesadumbrado -. Hoy quiero estar sólo...

Apenas terminó la frase cuando el timbre de su puerta le requería insistente. Ángel dejó la foto encima de la cama y se levantó, en dirección a la persiana. Logró mirar por una rendija y reconoció el coche que estaba aparcado delante. El timbre siguió sonando, acompañado después por unos golpes. El móvil volvió a sonar.

- ¡Ángel!,- se oía desde el otro lado de la puerta -. ¡Ángel! ¿Estás bien? ¿Estás en casa?

- Por favor, chicos, dejadme solo hoy,- pensaba una y otra vez Ángel.

Otro coche aparca al lado. Sus luces azules y rojas hicieron que los vecinos se asomaran. Los dos ocupantes salen del auto, saludan tocándose la visera y hablan con los vecinos congregados en la calle. Uno de ellos apunta al interior del portal. Uno de ellos acude al lugar señalado, mientras la mujer que le acompañaba se queda con los vecinos.

Los golpes en la puerta hacen volverse a Ángel. Mira la foto en la cama. Mira el póster de la última actuación de Dani colgado delante de él. Mira los TP's ganados todos aquellos años...

- ¿Te has vuelto loco?,- le gritó histérico Dani aquel día.

- Pues sí,- le contestó, tranquilo.

- No hay quien te entienda, de verdad,- Dani estaba que se subía por las paredes.

- Entiéndeme, Dani... Hace un mes que terminó el programa, y me daba mucha pena, de verdad, que yo ganara siempre el TP, y tú te quedaras siempre comiéndote los mocos...

Ángel tomó uno de los TP's y revisó la leyenda. Aún se notaban las señales del cambio de inscripción, pero eso era lo de menos. "Al mejor amigo. Al mejor compañero. Al mejor amante."

- Gracias a Dios que Dani lo aceptó...,- pensó Ángel, volviendo a dejar la figura en su lugar.

Los golpes de la puerta se volvieron contundentes.

- Señor Martín. Le habla la Policía. ¿Puede abrir la puerta, por favor?

Un enjambre de voces acalló al policía. Se les podía entender perfectamente. Le comentaban lo sucedido.

- Llevamos todo el día llamándole, pero no contesta. Estamos muy preocupados.

Ángel levanta la persiana del todo y abre la ventana. El aire fresco logró ventilar el ambiente tan cargado que gobernaba aquella habitación. Ángel miró fuera. La mujer seguía hablando con los vecinos cuando el ruido de la persiana les puso sobre alerta. Todos le miraban, no sin cierto temor. Algunos de sus amigos estaban llamándole desesperados desde la calle. Pilar cogió su móvil. Al momento, el de Ángel sonó. Pilar le vio volverse, pero no se movió del lugar. El móvil de Ángel calló, pero al momento logró reconocer el tono del móvil de Patricia desde el otro lado de la puerta principal de su casa. Ángel se acaricia las cicatrices de sus muñecas. Después, como envalentonado, se sube al alféizar. La gente grita horrorizada. Ángel se queda de pie.

- Uno,- piensa mentalmente.

Estira una pierna hacia delante.

- Dos.

Levanta la mirada al cielo y derrama una lágrima.

- Tres.

lunes, 19 de octubre de 2009

CAPITULO 31

CAPITULO 31

Ángel odiaba ese sitio. Lo odió el primer día y lo odiará siempre. A pesar de que estaba amueblado de la manera más acogedora posible, él se sentía incómodo. No físicamente, sino anímicamente. De pequeño tuvo que ir a un sitio parecido, y no le gustó, y quizá por eso odiaba todo lo referente a aquel lugar. Además, él estaba ahí por sus amigos, ya que si por él fuera, jamás habría ido. Pero sus amigos insistieron tanto que no quería hacerles ningún feo.

El reloj que colgaba de la pared marcaba incesantemente los segundos. Unos segundos marcados por un tic-tac que martilleaba la mente del catalán. Apenas habían pasado unos pocos minutos desde que entró por la puerta, pero le parecieron días. El silencio que reinaba el lugar sólo era roto por el paso de las agujas de aquel reloj. A pesar de ser hora punta, la doble cristalera aislaba aquel cuarto del ajetreo de la calle. Ángel prefería mil veces aquel jolgorio a estar ahí en silencio.

- ¿Y bien?,- preguntó aquel hombre, con remarcado acento argentino -. ¿Qué tal lleva estos días?

- Bien... Bien...

- ¿Por fin se decidió a salir con sus amigos?

- Sí... Anteanoche me llevaron a cenar a un restaurante.

Otra vez el silencio.

- Si vos no se abre más, no podremos avanzar...

- Ya se lo dije el primer día y se lo diré siempre: estos sitios no me gustan, no me agradan...

- ¿Por qué?

- No empiece otra vez,- Ángel se incorporó -. Ya se lo conté el primer día.

- Es verdad, disculpe,- responde el otro hombre, ojeando el cuadernito que llevaba entre sus manos -. Por favor, túmbese y relájese...

Ángel obedece. Se vuelve a tumbar y mira al techo. Pone sus manos sobre su pecho, entrelazando las manos y jugueteando con los pulgares.

- ¿Y bien? ¿Ya abandonó la idea de...?,- Ángel se baja los puños de la camisa nervioso.

- Sí, sí...,- contesta Ángel, sin dejar al argentino terminar de hacer la pregunta -. Ya me recuperé de aquello... Lo hice sin pensar, ya se sabe en estos casos... Pero gracias al apoyo de mis amigos..., y de la medicación que usted me ha recetado...

- Y recuerde que en cuanto se le acabe, dígamelo. No es bueno que se le olvide ni un día, o recaerá.

- Por cierto...,- Ángel se atrevió por fin a confiarle un secreto -, la otra noche soñé con él... otra vez...

- ¿Otra vez?,- el hombre le miró extrañado.

- Sí, y siempre es igual. Es como le recuerdo: esa sonrisa, esos ojos, su voz...,- sus ojos comenzaron a humedecerse.

- No se pare. Siga. Es bueno sacar todos los sentimientos que tenemos dentro. Si no lo hiciera, estos siete meses habrían sido desaprovechados.

Siete meses... Eso quería decir que el mes siguiente haría ya un año de...

- Un mes más y...,- susurró Ángel.

Su acompañante le miró por encima de las gafas y comprendió.

- Ha sido difícil este primer año, ¿verdad?

- Sí. Muy difícil...

- Y muy largo.

- Demasiado...

- Sus amigos creo que han querido ayudarle a buscar a alguien...

- Sí, y no les culpo, pero es que es imposible olvidarse de él... Fue mi marido... Mi amigo...,- su voz empezó a apagarse en un sollozo.

- Y nadie es capaz de igualársele. Pero no piense en eso, en que si encuentra a alguien, va a olvidarle. No. Piense en que esa otra persona va a estar con vos para cuidarle y hacerle compañía, pero que jamás sustituiría a Daniel...

- Dani...,- le interrumpió -. Odiaba que le llamaran Daniel...

- Pues Dani... Recuerde que todos somos únicos e insustituibles. Y ahora salga de aquí, llame a sus amigos e invítelos a tomar. Y si conoce a alguien, hágale saber que jamás podrá sustituir a su esposo.

El reloj de la pared señala la hora en punto. Ángel se vuelve hacia aquel hombre, que se levanta de la silla donde estaba sentado y se dirige hacia él. Ángel se incorpora y se levanta.

- ¿Mañana a la misma hora?,- pregunta el hombre, dándole la mano.

- Desde luego, doctor,- responde Ángel, estrechándole la mano.

El hombre le acompaña hasta la puerta, y, antes de despedirle, le advierte:

- ¿Y seguro que ha tirado todos los cuchillos y tijeras de su casa?

- Sí. Todo es de plástico. Eso ya no corta ni el papel.

domingo, 18 de octubre de 2009

CAPITULO 30

CAPITULO 30

La ceremonia fue de lo más íntimo. Tan sólo familiares y los más cercanos amigos del fallecido. Cuando el nicho fue totalmente tapiado, su marido no pudo resistir más y se desplomó. Lloró como nunca había llorado. Se abrazó a sus suegros, en un vano intento por encontrar algo de consuelo. A pesar de aquello, el cementerio estaba inundado de respetuoso silencio; hasta los pájaros cesaron su piar en memoria del difunto.

Patricia le abrazó, toda cubierta de negro. Su ya marido, Dani Martín, a pesar de estar inmenso en una gira, decidió hacer un alto para acudir a consolar al amigo de su mujer. Lo que no se comprende es cómo se les ha ocurrido llevar a aquel lugar a su pequeña hija... También estaban Miki, Berta, Pilar, Cristina, Jose, Mario, Mónica... En fin, que nuevamente se reunió el equipo... cinco años después... en un momento no muy adecuado para los reencuentros.

- Lo siento, lo sentimos todos mucho. Ha sido un gran golpe para todos nosotros. Es una pena que nos juntemos después de estos años en momentos como este,- era la primera vez que la voz de la dobladora sonaba tan dramática.

- ¿Cómo fue? ¿Qué pasó?

- La otra noche... estábamos los dos...,- rompió a llorar.

- Tranquilo,- Miki le abrazó por los hombros -. Si no quieres contarlo, no lo cuentes...

- No, tranquilo. Estoy bien...,- se limpia las lágrimas y toma aire -. Íbamos la otra noche por la calle, saliendo de una discoteca donde tuvimos un altercado, para olvidarlo. De repente, una multitud se acercó a nosotros... Yo vi destellos y creí que eran los focos de las cámaras de fotos, pero no, no eran periodistas... Eran unos "amigos" del de la discoteca... Navajas en mano... Intentamos huir, pero consiguieron darnos alcance. Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos en el suelo, con toda esa gente encima de nosotros... Los filos volaban y penetraban en nuestro cuerpo como si fuese plastilina...,- comenzó nuevamente a tener amagos de llorar -. Era un dolor inmenso, traspasaba nuestras almas... Pedíamos una pausa, pero no cejaban de su empeño... Pronto lo ví todo rojo... Estuvieron, no lo sé, quizás uno o dos minutos, pero se me hicieron interminables. Yo veía cómo le cosían a puñaladas... Gritando de una manera inhumana... Gracias a Dios que un coche de policía apareció al momento, si no, no lo contábamos... O al menos yo...,- no pudo seguir.

Todos le abrazaban. Lloraban. Fue una muerte horrible. Cuando ya habían recuperado la amistad y el amor, una treta del destino le arrebata lo que más quería. Tras los responsos, todos se ofrecieron a acompañarle, pero decidió quedarse sólo unos minutos más ante aquella lápida, para despedirse. Y se fue como tenía que irse: de puntillas. Nada de que lo sepan todos. De manera muy intimista, que sólo lo supieran los más allegados. Y él se adelantó hasta el muro, lo tocó con su mano y siguió mostrando sus sentimientos sin pudor alguno.

- Sabes que siempre te he querido, y que siempre te querré, y que la vida sin ti no tiene sentido. Tú has sido mi luz, mi guía. Sin ti, ahora no estaría donde estoy. Pero no me refiero a esto, sino a que no habría vivido lo que he vivido hasta ahora. Te echaré de menos siempre. Espérame el tiempo que haga falta, porque yo esperaré a que algún día, gracias a algún milagro, atravieses la puerta de nuestra casa y me saludes. Ojalá que esto sea un mal sueño, la peor pesadilla de todas, y de la que desearé todos los días poder despertar. Despertar en nuestra cama y verte a ti ahí, conmigo, a mi lado, calmándome. Preguntándome por este horrible sueño, sueño que lamentablemente sé que es real... Te amo... Te amaré por siempre jamás... Espérame...

Pasa sus dedos por la fotografía que han decidido poner a modo de camafeo en la lápida. Sonríe amargamente.

- Tú y tus muecas... Me ha sido difícil encontrar una foto medio decente... Hasta luego... Dani...

Ángel deposita frente a la tumba de su amigo una rosa con una banda en el tallo de los colores culés.

- Culé hasta la tumba, ¿no?,- otra sonrisa, más amarga aún.

Y Ángel, aún con el cuerpo lleno de recuerdos de aquella noche, avanza cabizbajo por el cementerio, mientras Dani le mira, desde el camafeo, con su sonrisa de vampiro, y sus negros ojos clavándosele en la espalda. Piensa que si se vuelve le verá ahí, de pie, apoyado en el muro, con los brazos y las piernas cruzadas, sonriéndole como en la foto. Pero no es capaz de volverse, no puede. No debe. Sabe que no está ahí, que no le volverá a ver, a hablarle, a sentirle... No volverá.

sábado, 17 de octubre de 2009

CAPITULO 29

CAPITULO 29

Dani se abrazó a Ángel, y se confesó apoyado en su hombro.

- La verdad es que aún no comprendo porqué seguimos juntos,- dijo entre lágrimas.

- Es lo que tiene el amor,- respondió Ángel, dando unas palmadas a Dani en la espalda.

- En verdad dicen que el amor es ciego...

- Pero que como todos los ciegos, tiene el resto de sentidos más desarrollados. Por eso es necesario escuchar al otro. Dani...,- se miran a los ojos -, ¿tienes algo más que contarme? Aunque sea una tontería...

- No, nada. ¿Y tú?

- Tampoco... Bueno, sí...,- Dani le miró con los ojos abiertos -. He de confesar que copié en algunos exámenes del colegio.

- Qué tonto eres...,- dijo Dani, riendo.

Ángel le miró, le secó las lágrimas, le tomó de las mejillas y le volvió a besar.

- ¿Nos vamos a casa?

Dani afirmó con la cabeza. Se cogieron de las manos, entrelazando sus dedos, y comenzaron a recorrer el camino hasta su casa. Eran ya cerca de las dos de la mañana. Al día siguiente, Ángel tenía ensayo a primera hora, pero le daba igual. Lo que le importaba en ese momento era estar junto a Dani, su Dani. Su barbitas. Era un hombre bastante alto (comparado con él), pero, ironías de la vida, parecía en ese momento tan diminuto... Un hombre que parecía un gigante, verle como le vio hace unos instantes, en el suelo, llorando, parecía tan indefenso. Y ahí estaba él, como su caballero andante, dispuesto a ayudarle y a defenderle.

Dani, enseñando esos colmillos tan resplandecientes y atemorizantes cuando sonreía, parecía un vampiro, y, como tal, daba a entender que no tenía rival, pero que con la simple luz del sol quedaba totalmente desprotegido. Y así se veía Ángel, como el sol, como la luz, la luz que infundía vida en aquel ser tan desprotegido como un recién nacido.

Paseaban por la calle, sin hablarse. Todo era silencio. Silencio y oscuridad. Una oscuridad rota por la luz de las farolas de la calle. Inmerso en aquellos pensamientos, y sin saber muy bien por qué, Ángel tomó a Dani, le puso contra una farola y le besó nuevamente.

- ¿Y eso? ¿A qué ha venido?,- preguntó Dani, extrañado, poco después.

- No sé... Me apetecía... Bueno, la verdad es que estaba pensando...

- ¿En qué?

- Hace unos minutos, a la salida de la discoteca, te veía ahí, en el suelo, llorando... Te veía tan desvalido que...

- Ángel, no me tienes que querer por lástima...,- replicó Dani, con cierto enfado en su voz.

- No, no es lástima. Es amor. Gracias a aquella situación he podido cerciorarme y confirmarme que te amo. Te amo más que nunca. Y que doy gracias a Dios de haberte encontrado. Porque sin ti, mi vida no habría tenido sentido, y no estaría ahora donde estoy si no hubiera sido por ti. Te lo debo todo, y estaré siempre en deuda contigo,- y le vuelve a besar.

- Estás muy besucón esta noche,- responde Dani tras el beso.

- ¿No era yo el experto en cortar el rollo?,- preguntó Ángel, en ese tono sarcástico tan característico en él.

Reanudaron el paseo. La luna les espiaba silenciosa en lo alto del cielo estrellado. Junto a ella, las pícaras estrellas centelleaban como ojos guiñando. Pareciera como si se ocultaran de aquella pareja de amantes para ver sin ser vistas. Como pervertidas voyeurs que esperaban a un nuevo beso para entonces brillar con más pasión. Una estrella, celosa de sus hermanas celestiales, lanzaba su brillo desde la tierra. Unas cuantas hermanas más la acompañaban. Se acercaban a los amantes, lo cuales, conscientes de su existencia, las rehuían. Las estrellas terrenales les seguían, como queriendo saber más, queriendo verles de cerca. Queriendo ver otro beso en la mínima distancia. Una de esas estrellas logra alcanzarles, sonrojándose al momento. El resto de sus hermanas acuden junto a ella y se sonrojan igualmente. Como tímidas fans, huyen del lugar, dejando a sus dos ídolos en el suelo, sin moverse, como agotados por el acoso. Al poco, el clamor de una voz proclama el nombre de un hombre. Clamor que rompe el lúgubre silencio de aquella fría noche.

Y la luna, como avergonzada por lo que acaba de ver, se esconde en una solitaria nube que surca el negro cielo.

viernes, 16 de octubre de 2009

CAPITULO 28

CAPITULO 28

El ruido de las copas estrellándose contra el suelo fue apagado por el sonido del sintetizador del disk-jockey. Ángel corrió tan rápido como la gente le permitía hasta el baño. Pudo ver a Dani peleándose a bofetada limpia con otro tipo a la entrada de los aseos. Los dos porteros les separaron, y justo cuando Dani se encaraba con uno de ellos, alguien le sujeta por los brazos.

- ¡Cálmate!,- le gritó Ángel mientras le sacaba de allí.

Dani seguía lanzando improperios, algunos en catalán, otros en castellano, mientras el portero le miraba amenazante. Ángel le arrastró hasta salir del local. Ya fuera, le voltea y le aprisiona en la pared del edificio colindante.

- ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Se te ha subido el alcohol a la cabeza o qué?

Ángel gritaba a pleno pulmón, no se sabe si por el enfado o porque seguía con los oídos taponados por la música.

- ¡Déjame en paz!,- exclamó Dani, dándole un empujón para apartarle y caminar calle arriba.

Ángel le toma el brazo, pero Dani se deshace de él con una sacudida del brazo.

- ¡Dani!

Ángel se quedó quieto en la calle, como una estatua, mientras veía cómo su amigo caminaba por la calle, enojado y cabizbajo.

- ¡Dani!,- volvió a gritarle, pero Dani seguía sin hacerle caso.

Ángel recuperó la movilidad, corrió hasta él, y le hizo volverse.

- ¡Te he dicho que me dejes en paz!,- y levanta el puño, preparado para impactar contra el rostro del pequeño.

Ángel consigue detenerlo a tiempo con su mano.

- ¿Se puede saber qué pasó ahí dentro?

Ángel le miró, entre enfadado y asustado. Dani se le quedó mirando, con los ojos inyectados en sangre, pero, poco a poco, fue endulzándose su rostro hasta que terminó llorando. Se arrodilló en el suelo y se tapó el rostro entre sus manos. Ángel se puso de cuclillas delante de él.

- Cuéntame...,- le dijo, tocándole el hombro.

- No. No puedo. Has sido siempre tan bueno conmigo que si te lo digo te romperé el corazón.

- ¿A qué te refieres?

Dani levantó la mirada.

- Ese tipo... con el que me he peleado...,- vuelve el rostro -. No puedo contártelo.

- ¡Hey! Que somos amigos. ¡Qué digo amigos! Eres mi marido. Puedes contarme lo que sea.

"Eres mi marido". Aquella frase le hizo más daño que los golpes de la pelea. Dani se miró el dedo corazón. Ángel le levanta el rostro y le seca las lágrimas con sus propias manos.

- ¿Quién era ese? ¿Le conocías?

- Sí... En cierto modo...

- Dímelo, venga.

- Sólo sé que se llama Pablo, y que esta es su zona.

- ¿Su... "zona"? ¿A qué te refieres?

- Pablo es un camello... Mi camello.

"Mi camello". "Mi... mi... mi..." ¿Cómo que "mi" camello? ¿Desde cuando Dani tomaba drogas? Vale, de acuerdo. Algún que otro porro se fumó en su época, pero Dani no era así. No. Ángel no lo quería admitir. Era imposible. Pero, ¿desde cuando? ¿Y qué tipo de droga le pasaba? ¿María? ¿Coca? ¿Éxtasis? ¿Y cuándo la tomaba? Porque él nunca le había visto nada sospechoso. ¿Y cómo las tomaba? ¿Vía oral, nasal, introvenal?

- ¿Cómo que tu camello?,- Ángel no se lo podía creer.

- Sí, Ángel. Te escondo secretos. Ya sé que desde el primer día que nos conocimos, allá en nuestra amada Barcelona, no hemos tenido secretos. Pero yo he preferido guardar este, porque sabía que si lo sabías, te defraudaría.

- Pero...

- Todo comenzó al poco de acabar el programa,- Dani empezaba a calmarse -. No podía soportar el que empezarán a olvidarnos, y para olvidarlo, no encontré otro remedio más que meterme en las drogas. Un día, paseando sólo por la calle, le ví, en una esquina. Me resultó raro verle inquieto. Me quedé observándole escondido entre la oscuridad de la noche. En pocos minutos, varios chavales se le acercaban, y se sacaba algo del bolsillo y se lo daba. Al momento comprendí, y pensé en mí, en mi situación. Así que me acerqué hasta él. El chico, cuando me vio acercarme, pensó que era un policía, y se puso a andar, pero le dije que no me temiera, que yo quería lo mismo que aquellos chicos. Me reconoció y me dio esto,- saca de su bolsillo una pequeña bolsita de plástico con unos polvos blancos en su interior -. Bueno, esto precisamente no. Me lo ha metido en el bolsillo esta noche. Pero sí que me dio lo mismo aquella vez. Era la primera vez que hacía aquello. Me quedé mirando aquella bolsa minutos, ¡qué digo minutos! ¡Horas! Estaba sólo en casa, mientras tú estabas haciendo tu monólogo... Aquel último que hiciste. Cuando volviste...

- ¡Ahora lo entiendo!,- le interrumpió Ángel -. Por eso cuando llegué estabas tan nervioso...

- ¡No, no! ¡No hice nada! Estaba nervioso por los remordimientos. Lo que hice fue esconder la bolsa unos días, hasta que, cuando ya no nos llamaron (al menos a mí), me decidí. Y ahí estaba yo, en casa, preparando mi primera raya. Supe en todo momento, durante todo este tiempo, que lo que estaba haciendo estaba muy mal, pero me podía, era superior a mis fuerzas. Cada aspiración me ayudaba a olvidar mis problemas y me hacía feliz. Pero te juro que cuando nos casamos, decidí dejarlo...

- Yo te habría ayudado...

- ¡Y lo hiciste! Fuiste mi apoyo, la fuerza que reforzaba mi voluntad, y conseguí dejarlo. Pero aquel tipo, no sé cómo, conseguía encontrarme. Cuando le dije que ya lo había dejado, se volvió paranoico, y todos los días me seguía para que le comprara más. Me sentí acosado (quizá quería que sintiera eso para comprarle más mercancía). Pero desapareció de la noche a la mañana, y creí haberme deshecho de él... hasta esta noche...

- Vamos a la policía,- contestó Ángel, ayudándole a levantarse.

- No, no. Déjalo. Ya no me importa. Lo que me importa ahora eres tú, tu reacción... Y comprenderé que no me quieras ver en la vida. Pensé que contándotelo me iba a sentir mejor, pero me siento peor, me siento sucio. Y esta suciedad no se va con agua y jabón...

Dani se dio la vuelta para irse, pero Ángel le retiene, le vuelve, y, mirándole a los ojos, le replica:

- Sabes que me puedes contar cualquier cosa, que yo siempre estaré ahí contigo. Sin recriminaciones.

Y le besa.

jueves, 15 de octubre de 2009

CAPITULO 27

CAPITULO 27

Apenas media hora más tarde, salieron por la puerta. Dani y Ángel estaban realmente contentos, la alegría brillaba en sus personas con todo su esplendor. Dani hasta había olvidado sus penas y pesadumbres. Ángel lo consiguió. (Con ese nombre era normal que obrara milagros como aquel). La noche madrileña era bastante fría a aquellas horas, pero, a pesar de ello, Dani se puso su chaqueta vaquera, y Ángel eligió su chupa negra. ¿Para qué coger un abrigo si en la discoteca entras en calor al momento? ¿Y qué haces luego con el abrigo? Cualquiera que pasara a su lado, o que simplemente les viera, notarían a su alrededor un gran aura, un aura radiante de amor. Cada vez que se miraban a los ojos, bajaban la mirada y sonreían, y cuando sonreían, se volvían a mirar.

A pesar del alumbrado de la calle, la luna todavía se hacía notar en el cielo, aunque hubiera aún alguna nube celosa que quería ocultarla. La luna. "Luna, hermana, la menor/lucero del amor/espía de las noches de pasión". Silencioso testigo de las nocturnas reuniones de amantes. Pálido rostro de los encuentros amorosos. La luna. ¿Cómo una roca de millones de toneladas de peso a cientos de miles de kilómetros puede producir tal sensación?

Ángel y Dani llegaron, después de un largo paseo por la cuidad, a una discoteca. Decidieron entrar. Fueron directos hasta la barra. Ángel pidió y pagó, pero no se movieron del lugar. A pesar del volumen de la música, el ambiente era el adecuado para hablar tranquilamente. ¿Y de qué? ¡Daba igual! Lo importante era que pudieran hablar entre los dos. Pero aquella magia se vio interrumpida por un comentario de Dani.

- ¿Te has dado cuenta que desde que entramos aquí, nadie ha venido a pedirnos un autógrafo ni nada?

El rostro de Ángel empezó a endurecerse.

- ¿Qué te dije antes?

- ¡No, no! Me has entendido mal. Lo que quiero decir es que este es el lado bueno de que la fama se olvide de ti. El poder hablar tranquilamente con tus amigos, tu familia, tu pareja en un lugar público sin avasallamientos.

La sonrisa volvió al rostro de Ángel.

- Y ahí está esa sonrisa de nuevo. Esa sonrisa que me enamoró de ti. Si se apagara el sol de repente, a mí me basta con tu sonrisa.

Ángel se sonrojó.

- Es lo más cursi y vomitivo que he oído nunca.

- ¿Y qué quieres? Son el tipo de cosas que se dicen cuando se está enamorado,- y abraza por la cintura -. Venga, intenta tú decir algo.

- Es que no me sale.

- Piensa un poco.

¿Qué piense? Pero, ¿el qué? Él no tenía ni idea de chorradas como aquella. Lo que hizo minutos antes en casa le parecía lo más romántico que hizo en su vida. Pero, ¿un piropo? Lo más suave que se le venía a la mente eran piropos de obrero. Pero consiguió encontrar algo mínimamente decente cuando vio el rostro de Dani.

- Quien fuera barba para estar todo el día cerca de esa boca.

- ¿Ves cómo había algo por ahí?

Se abrazaron y se besaron. Pero se vieron interrumpidos por la música. Dani, entusiasmado, tomó a Ángel del brazo y lo llevó al centro de la pista de baile.

- ¿Qué haces?

- Sacarte a bailar.

- Pero se me da fatal...

- ¡No digas tonterías!

Y ahí estaba Dani, moviéndose al son del ritmo, marcando el paso al tiempo que el grave, levantando los brazos como si fuesen el metrónomo que marcada la melodía. Y ahí estaba Ángel, quieto como una estatua en mitad de la pista.

- ¿Qué haces que no te mueves?

- Ya sabes que no sé bailar...

- ¡Déjate llevar!

- Es que yo...

Y Dani se coloca detrás de él, le toma de los brazos, y le ayuda a moverse. Le agarra de la cintura mientras posa su barbilla en el hombro.

- ¿A que no es difícil?

Mirándolo, uno puede recordar fácilmente a cierto sketch del programa donde Ángel bailaba igual de divertido... Y sensual. Poco después, Dani se disculpó para irse al baño. Mientras, Ángel iba a la barra a por otra copa. Cuando se vuelve, ve a dos armarios empotrados abalanzarse sobre el gentío, apartándolos con palas, en dirección a la puerta del baño.

miércoles, 14 de octubre de 2009

CAPITULO 26

CAPITULO 26

Fueron a la habitación. Cerraron la puerta. Dani se quedó de pie, esperando a besar a Ángel, pero éste le retuvo. Le tumbó en la cama, boca abajo. Le quitó la camisa del pijama y comenzó a masajearle el cuello y la espalda. Dani comenzó a recordar aquella vez, aquella noche en casa, después del accidente de hace cinco años, cuando se acostaron juntos por primera vez. Dani recordaba los dedos de Ángel más aparatosos. Quizá el haber vuelto a la música y dedicarse ya de lleno en ella hizo más ligeras sus falanges. No sabía si le estaba dando un masaje o ensayando sobre su espina dorsal. Dani se volvió, le tomó de los hombros y le atrajo hacia él, besándole ardientemente. Le empezó a desabrochar la camisa, pero Ángel le paró. Se volvió a abrochar los botones y se levantó.

- ¿Demasiado deprisa?,- preguntó Dani, sorprendido.

Ángel no contestó. Únicamente se arrodilló ante él y le bajó el pantalón. El bulto que escondía Dani en sus bóxer asomó con la ayuda de Ángel, quien comenzó a palparlo y a lamerlo suavemente, mientras Dani cerraba los ojos e inclinaba la cabeza hacia atrás.

Aquello hizo que se olvidara de todo, de sus problemas, de la habitación, de su vida. Sólo pensaba en él, en Ángel. Estaba ahí con él. Dani agarró a Ángel por detrás de la cabeza, pero Ángel le hizo soltarse.

- No hagas nada. Déjame a mí,- y se volvieron a besar.

Ángel hizo tumbarse a Dani de nuevo sobre la cama. Le besó en la boca, en el cuello, en el pecho, en el abdomen, y volvió a donde lo dejó antes. Ángel empezó a jugar con la lengua. Dani volvió a cerrar los ojos para centrarse en todos los sentimientos que empezaban a surgir en él. Dani empezó a apretar los puños, asiéndose a la colcha de la cama. Dani no aguantaba más, no podía hacerle eso al enano, por lo que se levantó, le tomó con fuerza y le tumbó en la cama a su lado. Se puso encima de él y comenzó a desnudarle con violencia. Ángel le volvió a detener (esta vez no se abrochó la ropa, se quedó como le dejó Dani, a pecho descubierto y con el cinturón desabrochado).

- Por favor…,- le dijo Ángel.

- Pero no puedo dejarte así…

- Esta noche es sólo tuya. Sé un poco egoísta y piensa en ti, y sólo en ti,- y volvió a su trabajo.

Ángel estuvo varios minutos lamiendo la zona púbica de su amigo, haciendo que éste no viera más que estrellas, aunque tenía suficiente con la que estaba en esa habitación con él en ese momento. Dani comenzó a jadear cada vez más deprisa, cerró los ojos con fuerza, mordiéndose el labio inferior. Su espalda se arqueaba al tiempo que repetía una palabra.

- Ángel… Ángel… Áng…

Aquel último eco fue interrumpido por un estallido de su cerebro, en un sentimiento de felicidad creciente y de sudor frío. No le dio tiempo a apartarle de su entrepierna, y miró, despacio y con miedo, a Ángel. Éste sonreía mientras se pasaba lentamente un dedo por el labio inferior.

- Perdona Ángel, lo siento. Yo…,- Ángel puso su dedo en sus labios como señal de silencio.

Sonreía. Sonreía de una manera peculiar. Sonreía como sólo él sabía hacerlo. Sonreía como cuando en el programa tenía que hablar de Telecinco. Dani conocía esa mirada tan pícara, pero en aquel momento le produjo un escalofrío que le heló la sangre. Lentamente Ángel se acercó hasta su rostro. Dani se fijo que justo antes de besarle, Ángel cerró la boca por un segundo al tiempo que su nuez se movió.

- ¿Qué te ha parecido?,- le susurró Ángel poco después.

- Ha sido increíble,- respondió Dani, aún extasiado por el resultado obtenido momentos antes -. Pero, hace un rato… Aquello…

- Tranquilo, no pasa nada.

- Pero es la primera vez en cinco años que llevamos juntos que nosotros…, que tú…

Ángel llevó su dedo a los labios de Dani mientras le seseaba.

- Te he dicho que no pienses en nadie más que en ti. Olvídate de los demás, olvídate de mí. Piensa que estoy aquí para complacerte, para hacerte feliz. Y ahora arréglate un poco, que nos vamos de fiesta.

- ¿Adónde?

- Pues, ¡adónde va a ser! A una discoteca,- y se levanta de la cama para abrocharse la ropa.

Dani se incorpora y le toma de la cintura del pantalón. Comienza a desabrocharle la cremallera, pero Ángel le detiene por tercera vez.

- ¡Tengo que pagártelo de alguna forma!,- exclamó un Dani altamente excitado.

- Tu sonrisa vale más que cualquier moneda.

Dani le abrazó por la cintura mientras Ángel terminaba de vestirse.

- Que conste que te debo una. Y bien grande.

- Sí. Me debes que te duches y te vistas. Que aunque vayamos a la discoteca, tienen un horario, y cierran antes del amanecer.

Totalmente sonriente, Dani se levanta, abraza y besa a Ángel y corre desnudo hasta el baño. Ángel supo que hizo lo correcto cuando le oyó poco después interpretar (perpetrar) alguna que otra aria conocida de ópera.

- Con razón no quiere aprender música…,- pensó sonriente.

martes, 13 de octubre de 2009

CAPITULO 25

CAPITULO 25

Ángel dedicó todo el día a Dani. Se dedicó a él en cuerpo y alma. Por la mañana (bueno, casi se podría decir que era ya por la tarde) se levantaron cuando quisieron (ya eran casi las dos). Ángel le invitó a comer en un buen restaurante, uno de esos de al lado de Serrano, con sus porteros, sus camareros de esmoquin, y los platos de nombres largos para luego comer migajas. Pero el ambiente ayudó a suplirlo.

Después fueron al cine a ver una película. No estaban muy por la labor de ir al cine, entre la modorra que les estaba entrando después de la comida, y que no había muy buena cartelera ese día, pero hicieron de tripas corazón y se decantaron por la "menos mala": una infantil. Por lo menos consiguieron sonreír aquel día...

Tras aquello, se fueron a dar un largo paseo por el Retiro, aunque ambos pensaban lo mismo: "Estaría mucho mejor si fuera en el casco antigua de Barcelona". Pero no lo dijeron ninguno. No querían romper la magia que comenzaba a aparecer. Era la primera vez en mucho tiempo (bueno, era la primera vez y ya está) que no estaban juntos haciendo lo que más querían: estar juntos. Y tranquilos. Cuando estaba aún el programa, era estresante cuando apenas asomaban la nariz a la calle y un ejército de histéricas quinceañeras se abalanzaban sobre ellos para pedirle autógrafos y hacerse multitud de fotos con ellos. Al acabar el programa, aquello comenzó a bajar de nivel, hasta que apenas les reconocen por la calle. A lo mejor, alguna que otra persona les reconoce (más a Ángel que a Dani), pero ya no les importa... O al menos a Ángel no le importa.

Cuando aquella mujer se alejó con la firma de Ángel, Dani volvió a deprimirse.

- Tío, déjalo ya,- le respondió Ángel, con cierto tono desesperado en su voz.

- Lo siento,- le contestó -. Es que no lo soporto. Hasta hace poco éramos alguien, importantes. Pero ahora...,- sus ojos comenzaron a empañarse.

- Dani,- se miraron a los ojos -. Ya no lo soporto más.

Dani se asustó con esa frase. ¿La dijo de verdad? ¿Le iba a dejar? Normal. Él no hacía más de lamentarse de perder su fama, mientras Ángel seguía elevándose allá por donde iba.

- Comprendo que quieras dejarme,- dijo Dani -. Lo sé. Soy un incordio...

- No, nada de eso. Tú me ayudaste en mis inicios. Ahora es mi turno. Y por mis cojones que volverás a la cima. Como que me llamo Ángel Martín Gómez.

- Pues vete pensando en cambiar de nombre...

- Ven conmigo y no te arrepentirás,- le tomó del brazo y se lo llevó casi a la fuerza.

Llegaron a casa. Ya había anochecido. Ángel insistió a Dani que se duchara para olvidarse de aquellos pensamientos. Dani abrió el grifo de la ducha mientras se desnudaba. Al entrar, el agua aún estaba tibia, pero pronto comenzó a calentarse. Dani empapó su rostro, para luego apoyarse con las manos en la pared y bajar la cabeza, para que el agua le cubriese todo el cuerpo. Se lamentaba de ser así, tan sensible, tan sentimental. Pero no podía hacer nada. Es así por Ángel. Y no podía cambiar, porque para cambiar de personalidad, tendría que cambiar de persona, y no podría soportarlo.

- Venga, Dani, tío,- se dijo a sí mismo -. No seas tan blando. ¡Alégrate! Vale que Ángel sigue en la fama y tú ya no eres del club, pero estás con él. Estás con un hombre que te gusta, es tu amigo. Siempre que le has necesitado estaba ahí, habéis pasado grandes momentos (y otros menos buenos) juntos. Os habéis apoyado mutuamente. Mírale. Es gentil, agradable, gracioso, atento. ¿Qué más se puede pedir? Sin embargo, tú... ¡Mírate! No haces más que llorar, lamentarte. Con razón querrá dejarlo. ¡Hasta yo me dejaría a mí mismo! Deja de llorar por tonterías, o al final vas a llorar de verdad.

Al salir de la ducha, se fue a poner el pijama, pero al llegar al salón se sintió avergonzado por las pintas. Velas... Música suave... Comida digna de un banquete...

- ¿Y esto?,- preguntó Dani.

- Algo para hacerte olvidar tus problemas.

- Pues deja que me cambie de ropa.

Dani se disponía para irse, pero Ángel le retuvo.

- Déjalo. Con cualquier cosa está estupendo,- Dani se sonrojó -. Además... ¡para qué te vas a cambiar si probablemente termines desnudo!

Si el primer comentario le sonrojó, este último le transformó en un arco-iris. Dani terminó sonriendo, mostrando esos dientes que seguían tan perfectos como cuando hizo su primer monólogo. Dani sonrió también, mientras le llevaba hasta una silla, retirándola de la mesa cortésmente. Dani se sentó y le agradeció el favor.

- Señor Mateo, déjeme sugerirle la especialidad del chef...

- ¿Macarrones con chorizo?

No tuvieron otra opción que reír.

- Por favor, Dani, no lo estropees,- le respondió secándose las lágrimas. Dani se disculpó. Ángel se adelantó a la mesa y le sirvió un poco de ensalada.

- Ensalada César...

- Por favor. Lo que es del césar, al césar; y lo que es de Dani Mateo, a Dani Mateo.

Ángel se fue a la cocina. Dani pinchó un tomatito y se lo comió. Su cara se contrajo.

- Demasiado vinagre,- pensó.

Ángel trajo un plato con una tapa. Lo puso en la mesa, delante de Dani, y levantó la tapa.

- ¡Qué buena pinta!

- Merluza al limón. Que aproveche.

Ángel se quedó ahí, expectante. Dani se puso nervioso. No sabía cómo reaccionar. ¿Y si era como la ensalada? ¿Y si tenía demasiado limón? Con cierto miedo tomó un trozó y se lo metió en la boca. Curioso. Le gustaba. Tenía demasiado limón, pero le gustaba ese punto de acidez. Ángel se sentó a cenar con él.

- ¿Y qué hay de postre?,- preguntó.

- Sé que sonará a topicazo, pero...,- Ángel dejó entrever en su rostro una risa maquiavélica.

- ¡Increíble que no me haya empachado en estos años!,- exclamó Dani, comprendiendo.