miércoles, 28 de octubre de 2009

CAPITULO 37

CAPITULO 37

Dani no comprendía aquello. Veía a Ángel reír, y en cada carcajada, se volvía, le miraba y le señalaba con el dedo aquella pantalla en la que, sorprendentemente, él se veía. ¿Dónde está la gracia? No la encontraba. ¿Y quiénes coño eran Oliver y Benjí? Estaba ahí, en la cama, con el portátil sobre sus piernas, mientras Ángel, sentado a su lado, no paraba de reír.

- Hacía mucho que no los veía,- logró decir al final, entre risa y carcajada.

- Sí…,- contestaba Dani, entre dientes, fingiendo reír -. Es muy divertido…

- No te acuerdas de nada, ¿verdad?,- Ángel se volvió hacia él, desterrando la sonrisa de su cara. Dani levantó los hombros -. Pues a ver si este…,- Ángel tecleó con rapidez y mostró otro vídeo.

Y ahí estaba Dani, ante una mesa, con un pequeño grupo de gente delante. Un sofá al lado. Una especia de barra de discoteca al fondo. Un letrero grande de letras negras sobre fondo amarillo. Y se veía raro… con chaqueta negra, camisa blanca con el cuello desabrochado. Y comentando algo que él no entendía, pero el público asistente sí, riendo.

Otro video, esta vez de él en otro plató, junto a una chica rubia, que se parecía mucho a aquella mujer, también rubia, que llevó aparte a Ángel cuando se le abalanzó para besarle aquella mañana. Pero más joven. Dani se veía esta vez hablando de política, de deportes… También se vio en otras escenas: con vaqueros y camisa, un jersey rosa por los hombros, gafas en la frente, los ojos achinados; o con el pelo de punta, gafas de sol, camisa negra abierta por el pecho, sin vocalizar al hablar. Junto a Ángel, los dos de traje, tras una mesa, hablando de otras cadenas de televisión…

- ¿De verdad que nada?,- preguntó Ángel, bastante nervioso.

- Lo siento, pero no me acuerdo de nada de eso. Lo siento mucho,- Ángel bajó la pantalla del portátil desalentado -. El golpe que me dieron debió de haber sido muy fuerte…

Ángel deja el portátil en la mesa y se sienta en la silla, con cierta desesperación en su gesto.

- No te pongas así, tío… Ya me acordaré poco a poco… De verdad, no hay que ponerse así…

- ¿Que no?,- Ángel tenía los nervios a flor de piel -. ¡Joder, tío! ¡Que estamos casados y todo! No me puedo creer que me olvides así de rápido… Yo me habría resistido a olvidarte…

- Veo que me amas de verdad…,- dijo Dani, con gran timidez -. ¿Yo también te amaba?

- ¡Con locura! Es más, fuiste tú quien dio el paso.

- Pues no debía de amarte tan en serio, porque lo he olvidado todo…

- No, no. Jamás digas eso,- Ángel se puso de pie de un salto -. Cuando hace años caí en coma, tú fuiste el que más se preocupó por mí. Estuviste a mi lado todo el tiempo. Además, ese momento fue cuando empezaron a nacer nuestros sentimientos…

Se quedaron sin palabras. Dani mira su mano. Ángel le imita. Se estaban cogiendo de las manos. Pronto se separan, asustados.

- Perdona, Dani. No quiero meterte prisa, ni tampoco quiero obligarte a recordar… Tómate tu tiempo.

- Me estoy poniendo nervioso…,- susurró Dani.

- Tú tranquilo,- le dice Ángel, acariciándole el rostro -. No hay prisa.

- Pero es que te veo, intentando por todos los medios hacerme recordar, y me pongo triste…

- No, jamás. Ya lo pasamos mal hace tiempo cuando te pusiste otra vez triste. Esos tiempos ya han pasado. Pensemos en el presente, en el futuro…

- ¿Pero, y el pasado?

- ¡Olvidémoslo!,- exclamó Ángel, comenzando a llorar.

- ¡Pero yo quiero recordarlo! ¡Ángel! ¡Te amo!

- No lo digas por decirlo, para hacerme sentirme bien…,- se da la vuelta para que Dani no le vea llorar.

- No llores… Anda, tócame algo…

- No estoy de humor…

- ¡Coge el piano y toca algo, cojons!

- No, yo no…,- Ángel se queda paralizado. Levanta el rostro y se vuelve, con los ojos a punto de salirse de sus cuencas -. ¿Qué has dicho?

- Que toques el piano.

- ¿Y después?

- Nada más…

- ¡Sí, sí! ¡Has dicho algo!

- Te juro que sólo dije eso…

- ¡Has dicho una palabra en catalán!

- ¡Ah! Pero, ¿soy catalán?

- ¿No te lo había dicho nadie?,- Dani niega con la cabeza -. ¿Seguro? ¿Estás seguro?,- se abalanza hacia el convaleciente -. Y lo del piano… ¿Quién te ha dicho que toco el piano?

- Pues… la verdad… no lo sé… Lo dije sin pensar…

- ¡Ya vas recordando! Eres catalán. ¡Y yo toco el piano! ¡Esto funciona!,- y le abraza -. Cuando te recuperes te llevo a casa a ver si recuerdas algo.

Dani no comprendía nada, pero veía a Ángel tan alegre que prefirió callar. Veía un brillo tan particular en los ojos de Ángel, un brillo que extrañamente le parecía tan familiar…

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