lunes, 7 de diciembre de 2009

CAPITULO 71

CAPITULO 71

Tras tres días en observación, Dani por fin fue dado de alta. Y, para celebrarlo, Ángel quiso llevárselo a su casa de Madrid. Pero los médicos le sugirieron no hacerlo, debido a que, a pesar de estar recuperado, su salud aún estaba resentida. Así que lo celebraron en el piso que tenía alquilado Ángel en Barcelona. Quería pasear con él, ir a la playa, esquiar, ir al cine..., pero la salud de Dani primaba por encima de todo aquello.

- Buen pisito que te has encontrado,- dijo Dani al entrar en la casa de Ángel.

- Sí, bueno... Era lo que el bolsillo me permitía en aquel momento...

Ángel acompaña a Dani hasta el salón y le ayuda a sentarse. Dani miraba con detenimiento cada rincón de aquella casa, pequeña, pero acogedora. Ángel sale del salón.

- ¿Adónde vas?

- A la cocina a preparar la cena. Una cena digna de un rey,- y le guiña un ojo.

- Espera, que te ayudo...,- intenta levantarse, pero Ángel corre hacia él y le obliga a sentarse de nuevo.

- Tú no te muevas. El médico ha dicho que durante unos días no te esfuerces. Que aún estás muy débil,- Ángel retrocede poco a poco hasta salir del salón.

Dani puede oír perfectamente todo lo que ocurre al otro lado. Una alacena cerrándose, ruido de platos, chisporroteo del aceite calentándose, timbres de microondas y horno.

- ¡Ángel!,- grita Dani para hacerse oír entre tanto ruido -. ¿Qué te ha dicho Patri?

- ¿Qué?

- ¿Cómo le va a Patricia?,- Dani se levanta.

- ¡Bien, muy bien! ¡Se ha tomado unos días de vacaciones para poder estar con Dani y Gema!

- Ah...,- susurra mientras avanza hasta el mueble que estaba delante de él.

- ¡Me comentó cómo te fue estos dos últimos meses! ¡Y, la verdad, me siento muy mal por lo que te hice!

- ¡Tranquilo!,- toma una foto enmarcada entre sus manos. Ya no oía a Ángel. Se centró en aquél retrato.

Era una foto de los dos, de cuando fueron a Nueva York, a hacer aquel vídeo sobre Will Ferrell. Have you seen Will Ferrell? Dani sonrió. Echa el aliento en el cristal y pasa la manga de su camisa, pero ese destello no se iba. Al fijarse, se da cuenta de algo que le asustó. La foto... La foto tenía rastros de haber sido arrugada... Rota. Hecha pedazos. Dani supo entonces que Ángel la destrozó después de irse de casa, pero al ver que ha sido reconstruida gracias al celo, supo que aquel enano pasota tenía aún un poco de corazón y se arrepintió. Seguro que hasta lloró. Dani deja la foto en su lugar y pasea su mirada por el resto del mueble.

- ¿Qué haces?

Ángel estaba en la puerta del salón. Se dirige hacia Dani y le lleva de nuevo al sofá.

- Estaba viendo cómo tenías decorada la casa...

- No te muevas de aquí,- le obliga a sentarse en el sofá -. A ver si me voy a volver y te encuentro tirado en el suelo.

- Hombre, tan mal de salud no estoy...

- Por eso te estoy preparando un banquete para reponer fuerzas que más quisiera un oso antes de la hibernación.

- ¿Me estás llamando peludo?,- pregunta Dani, levantando la ceja y acariciándose la barba. Ángel sonríe.

A lo largo de la cena no pararon de reír, de hablar, de recordar. Todo lo malo que les pasó, todo los problemas que tuvieron estaban ya tan lejanos que no podían por menos que sonreír. De repente, Ángel se torna serio. Toma a Dani de las manos y le mira fijamente a los ojos.

- Sé que no puedo viajar atrás en el tiempo para cambiar ciertas cosas. Ojalá tuviera poderes para predecir el futuro e impedir que nos pasen malas cosas, pero es imposible...

- ¿De qué hablas?

- Me gustaría hacer borrón y cuenta nueva, pero hay cosas que jamás podré olvidar, tanto buenos momentos como malos. Por eso...,- Ángel se levanta de su asiento y, sin soltarse de las manos de Dani, se pone junto a él, arrodillado y le pregunta, mirándole a los ojos -, Daniel Mateo Patau, vols casar-te amb mi... altra vegada?

Dani se le queda mirando. Trataba de memorizar aquel rostro, ya que comenzó a verlo borroso (malditas lágrimas...). Así que se arrodilló delante de él y le besó para después abrazarse tan fuertemente que ni el aceite hirviendo, ni las llamas de un incendio les separaría.

FIN

Llegados a este punto, os pido a tod@s los q hayas seguido la historia q m dejeis comentarios sobre ella en general. Muchas gracias x seguirm, y trankilos, q voy a ponerm a pensar nuevas historias

domingo, 6 de diciembre de 2009

CAPITULO 70

CAPITULO 70

Patricia avanza apesadumbrada hasta la puerta. Al tomar el picaporte, se vuelve. Ángel no se había movido un ápice. Seguía de pie, mirando fijamente a Dani. Patricia baja el rostro y sale de la habitación.

Ángel se quedó un tiempo quieto. No sabía exactamente cuánto. Hasta que reacciona y avanza lentamente hasta la silla. Se sienta en el borde. Apoya los codos en las rodillas. Oculta su rostro entre las manos.

- Oh, Dani...

Llora. Lloraba como un niño pequeño. Estuvo todo el rato con la cara tapada, como temiendo que Dani abriera los ojos y le viera. Pero era un sentimiento estúpido. Dani le había visto más de un millón de veces llorar. Ángel consigue calmarse un poco, levanta la mirada y le toma de la mano.

- No sé si me puedes oír, pero si no lo digo ahora, no creo que te lo pueda decir cuando despiertes. Si es que soy un gilipollas. Un desliz lo tiene cualquiera. Te aseguro que hasta yo mismo me hubiera enrollado con alguno, pero es diferente desde el otro lado de la barrera. Lo siento, ¿me oyes? Lo siento de veras. He pasado contigo no sólo los mejores años de mi infancia, sino los mejores años de toda mi vida. Y si te pierdo no sabría qué hacer. Lo estuve pensando mucho. Llevo más de dos meses aquí, en Barcelona, viviendo solo. A pesar de tener amigos, familia, nunca en mi vida me llegué a sentir tan solo. Y era porque te echaba de menos. Dani, te echo de menos. No sabes lo mal que lo pasé cuando me fui de casa. Pero no podía dar marcha atrás. Perdona que no te respondiera ni las llamadas ni los mensajes, ni el correo. Pero necesitaba pensar. Cuando empezó a decaer su persistencia hasta el momento de que lo dejaste, fui yo quien lo pasó mal. No sabía de ti, no tenía noticias, y el corazón se me encogió. Dani, yo ya te perdoné. Sólo espero que me perdones tú algún día... Aunque sé que no me lo merezco,- Ángel baja el rostro.

- Perdono, i oblit.

Aquel susurro débil le hizo levantarse. Ángel no salía de su asombro. Dani le apretaba con poca fuerza la mano mientras intentaba mantener los ojos abiertos. Ángel se sentía como viviendo un sueño, por lo que se abalanzó sobre el yacente y le abraza fuertemente.

- Creí que te perdía,- lloró Ángel.

Dani se quejaba de dolor. Ángel se levanta asustado.

- ¿Qué ha pasado?

- ¿No te acuerdas de nada?

- Sólo recuerdo que me encontré el otro día con Patricia y Dani... ¡Hay que ver lo mayor que se ha puesto su hija!

- Dani...

- Bueno, recuerdo que la comenté nuestra... "discusión"... Y ella se propuso como celestina.

- ¿Y de anoche? ¿No recuerdas nada de anoche? ¿Del restaurante? ¿El piano?

- No. Aunque...

- ¿Qué?,- Ángel estaba excitado.

- Es curioso... He soñado que tocaba el piano en un restaurante...

- No lo has soñado. Pasó de verdad.

- Ángel...

- Dime.

- ¿Me traes algo para comer? Tengo un hambre horrible.

Ángel estalló. Se dejó llevar por un sentimiento mezcla entre alegría y tristeza. Lloraba y reía a la vez. Dani no lo comprendía, pero no quiso preguntarle. Se veía a sí mismo en una cama de hospital, con una bolsa de suero enganchada a su mano. Se sentía cansado, hambriento. Quería saber qué le habría pasado, pero prefirió esperar. No quería romper el momento. Porque al fin Ángel volvía a estar junto a él. Aunque fuera en ese momento...

- Dani... ¿Me has oído antes? ¿Cuando te hablaba?

- Algo sí que he oído...

- ¿Y bien? ¿Me perdonas todo lo que he hecho?

- ¿Me perdonas tú a mí?

Los dos se miraron a los ojos durante unos segundos, hasta que se abrazan nuevamente.

sábado, 5 de diciembre de 2009

CAPITULO 69

CAPITULO 69

- No puede ser, no puede ser...,- repetía sin cesar Ángel en su mente.

Pero sí podía ser. Porque ahí estaba, sentado al piano, con esmoquin, aporreando el teclado. La gente comenzó a llamar a los camareros, el maitre pedía disculpas a los clientes mesa por mesa. Los acordes, la melodía, el ritmo... todo estaba mal. Pero eso a Ángel apenas le importaba. Se quedó embobado mirándolo. Los sentimientos comenzaron una carrera hasta sus ojos para ver cuál era el primero en salir.

- Dani...,- susurró.

El maitre se adelanta hasta el piano y habla con el pianista. Éste para de tocar, mira a Ángel, se levanta y se va. La gente aplaude. Ángel se levanta raudo y le toma del brazo.

- ¡Dani!,- Ángel se asustó al verle de cerca. Dani no parecía aquel tipo larguirucho y alegre que conocía. No. Aquella persona que tenía ante sus ojos era alta, cierto, pero muy delgada, con la barba mal arreglada, rostro blancuzco, ojos rojos, ojeras enormes, débil tanto física como anímicamente. La tristeza le había conquistado plenamente.

- ¡Dani! ¡Cuánto tiempo!,- exclamó Ángel, tratando de disimular su sorpresa -. ¿Qué es de tu vida?

- Ángel...,- contestó Dani, con una forzada sonrisa en su rostro -. ¿Me has visto tocar? Llevo un mes ensayando...

- Dani, ¿estás bien?

- La profesora me ha apoyado mucho y...,- Dani desvía la mirada, una mirada vacía y con atisbos de locura.

- Dani... ¡Dani! ¡Mírame!,- Dani le mira a los ojos -. ¿Cómo me has encontrado?

- Patricia es muy buena amiga, ¿verdad?,- le acaricia el rostro -. Le pedí que te buscara, que hablara contigo. Seguro que no querías verme más...,- vuelve a desviar la mirada.

- No, no. ¡Jamás! Mírame,- Dani esta vez no reacciona -. Yo siempre te he querido, incluso después de aquello. Pero es que no soporto que me mientan o que me oculten cosas. Ya te lo dije aquella vez: prefiero que me seas infiel a que me mientas. Aunque no lo creas, lo he pasado mal, muy mal. Pero necesitaba un tiempo para pensar, pensar en nosotros, en perdonarte. Y, la verdad, viéndote ahora, no me perdonaría nunca el haber hecho aquello. Si es que hasta los peores pecados se te pueden perdonar...,- Ángel le mira de arriba a abajo-. ¡Dios! ¡Mírate! ¡Estás hecho una auténtica mierda! ¿Se puede saber qué te ha pasado todo este tiempo?,- le abraza. En ese momento, le palpa toda la espalda. Se separa asombrado. Le desabrocha la chaqueta y le sube la camisa. La delgadez extrema a la que había llegado horrorizó a Ángel -. Mare de Deu! ¿Desde cuándo no comes?

Dani le mira, le acaricia el rostro, dibuja una tímida sonrisa. Entonces, su mano cae muerta, abre un poco la boca, sus ojos tornan blancos, echa la cabeza hacia atrás y se deja caer. Ángel le agarra del tronco y cae arrodillado junto a él. Los gritos de Ángel alertan a los comensales, quienes acuden junto a él.

Ángel se pasó el resto de la noche al lado de la cama. Estaba más atento al suero que a Dani. Le miraba entre tierno y triste. Era como si durmiera. Como si no hubiera pasado nada.

- Mañana te repondrás y podremos hablar,- pensaba.

Patricia estaba de pie, mirando por la ventana de la habitación. Había llorado. Se abrazaba a si misma como si tuviera frío. Vuelve su mirada hacia Ángel.

- ¿Cómo es que no llamaste a un médico cuando le viste?,- pregunta sin desviar la mirada de Dani.

- Ángel...

- ¿Cómo, siendo nuestra amiga, no te diste cuenta?

- Por favor. No es el momento...

- ¿Y cuando iba a ser el momento?,- se vuelve. La ira le estaba poseyendo poco a poco -. ¿Cuando le pusiéramos dentro de una caja de pino a dos metros bajo tierra?,- se levantó de la silla donde estaba sentado. Se adelanta hacia la rubia, amenazante -. ¡Era tu deber llamarme!

- ¡Ángel! ¡Estabais peleados! Seguro que no me habrías escuchado...,- baja la mirada.

- ¡Eso no lo sabías! Pero te puedo asegurar que si me hubieras llamado habría ido como el rayo hacia donde él estuviera.

- ¿Y por qué le dejaste?,- Patricia levanta los ojos. Ahora era ella la envalentonada.

- Tenía que pensar...,- desvía la mirada a medida que su enfado perdía intensidad. Le miraba -. ¿Por qué le dejaste hacer este esfuerzo tan sobrehumano?

- Le veía tan enamorado que no pude negarme...,- Patricia también posó su mirada en el cuerpo de Dani. Luego mira a Ángel -. ¿Qué piensas hacer?

Ángel levanta la mano. Patricia se calla.

- Vete a casa, anda. Déjame a solas con él...

viernes, 4 de diciembre de 2009

CAPITULO 68

CAPITULO 68

Barcelona. Una fresca y calurosa tarde de abril. Las Ramblas vuelven a vibrar con el paso de la gente. Rojo. Olor a papel y a tinta. Sant Jordi. Ángel pasea por entre la multitud. De vez en cuando se ve atraído por los productos de los stands, los ojea, pero no le apatece comprar ningún libro. No porque no quiera, sino porque no puede. Ya tiene suficiente con saberse el guión del enésimo corto que va a protagonizar. También se encuentra inmerso en la composición de la banda sonora de dicha película, lo que le está trayendo más de un quebradero de cabeza. Una voz se levanta entre el jolgorio.

- ¡Ángel!

Ángel se vuelve y ve un brazo levantado. Le reconoce saludándolo.

- A veure si quedem un dia!

- Quan tingui un buit et crido, que estic molt embullat amb el curt.

- Val, una abraçada. I molta merda!

- Gràcies.

Al darse la vuelta, se choca con alguien.

- Perdona.

Ángel se agacha para recoger la rosa que se ha caído. Al entregarla, una dulce mano le llama la atención. Ángel se queda petrificado. Esa mano... Los dedos reclaman la flor mientras Ángel levanta la vista.

- ¿Qué pasa, Ángel? Ni que hubieras visto un fantasma...

Ángel abre los ojos de par en par.

- Pues casi sí...

- ¿No me vas a dar un abrazo?

- ¡Claro!,- se abrazan -. Pero, ¿qué haces en Barcelona, Patricia?

- Pues he venido a pasar unos días con mi marido y mi hija,- Patricia toma la mano de un hombre de aspecto rudo, pero de carácter tierno. Besa a Patricia y protege con el otro brazo a una niña de unos nueve años.

- Hola Dani,- se dan la mano -. ¿Qué tal va el grupo? He oído rumores de que...

- Pues ahí estamos, Ángel. Dudo mucho que saquemos otro disco, pero echando la vista atrás, estamos muy contentos con todos estos años.

- ¿Y ésta quién es?,- Ángel se arrodilla ante la niña sonriendo. La pequeña baja la vista.

- Pues nuestra pequeña joya...,- Patricia la mira.

- Claro... Por eso la llamásteis Gema...

- ¿Y Dani? ¿Por dónde anda?,- Patricia estira el cuello.

- Eso quisiera yo saber...,- susurra Ángel, quien al momento contesta -. Pues no lo sé, la verdad...

Patricia nota la mirada vacía de Ángel, la apatía que emana de su cuerpo al nombrar a Dani.

- ¿Ha pasado algo?

- Pues verás... Es que hace unos meses, en carnavales, Dani y yo, pues... discutimos... Me fui de casa,- Patricia se entristece -. Y no pasa un solo día de que me arrepiente de aquello, pero era lo mejor. Yo no quería sufrir por él, y tampoco quería verle sufrir.

- ¿Y no has vuelto a saber de él?

- Bueno... Los primeros días me llamaba al móvil, pero yo no contestaba. Al cabo del tiempo, su insistencia decayó hasta que hace un par de semanas que ya no sé nada de él.

- Anímate, que al menos tienes tu música y tus cortos,- Patricia pone su mano sobre su hombro.

- Sí...,- Ángel cada vez se volvía más gris.

- Mira, ¿qué te parece quedar esta noche para cenar?

- La verdad es que no he hecho la compra y...

- No, no en tu casa. Mira, acabamos de ver un restaurante muy majo un poco más arriba que debe de estar muy bien. Hemos hecho ya la reserva para esta noche, pero podemos llamar para decir que se apunta uno más...,- Patricia toma el móvil de su bolso.

- No sé...

- Dí que sí, tío,- responde Dani Martín -. Hazlo por los viejos tiempos...

Tras unos segundos dudando, Ángel afirma con la cabeza. Patricia llama y se despiden.

Al regresar a casa no pudo por menos que llorar. Volvió a recordarle... Y eso le hacía daño... Pero no tanto como el que le hizo a él. Avanzó rápido hasta la cocina y abre el frigorífico. No esperaba volver a tomar aquel remedio para olvidar, pero el encuentro con Patricia le hizo recuperarlo. Toma un vaso y lo llena del contenido de aquella botella. Lo toma en su mano, se queda mirando el interior del vaso unos segundos antes de tomarse todo el líquido de un trago. Una mueca de asco y un par de golpes de su puño en el pecho. Aún no sabía por qué tomaba aquello si no soportaba el alto porcentaje de alcohol que aquello llevaba. El resto de la tarde permaneció sereno. No quería aparecer en el restaurante como un borracho. Se puso elegante y bajó a la calle. Tomó un taxi y se apeó delante de la puerta del restaurante.

- Una mesa creo que a nombre de Patricia Conde.

- Sí, por aquí,- aquel elegante hombre le acompañó hasta una mesa -. ¿Desea pedir algún entrante el caballero?

- No... Bueno sí, quizá un vino.

- Le traeré la carta de vinos,- y el hombre se despide con una reverencia.

El ambiente del restaurante era agradable. Diálogos susurrados. Sonidos de cubertería leves. Agradable música en vivo. Un quinteto de jazz magnífico. El contrabajo señalando los ritmos de la melodía, la batería con su característico charlestón dulce, el clarinete canturreando melodías conocidas, y el piano ayudando con los acordes. Tras unos segundos de descanso, el piano comienza a tocar. Pero no era como antes. Los acordes eran cromáticos, atonales totalmente. La gente comenzó a cuchichear mirando al escenario donde estaban los músicos. Ángel se vuelve. No se podía creer lo que sus ojos veían.

jueves, 3 de diciembre de 2009

CAPITULO 67

CAPITULO 67

Dani apretaba las manos de Ángel entre las suyas. No podía levantar la mirada. No era digno de mirarle a los ojos. Ángel no se merecía que sus ojos se mancillaran con su mirada. Ángel le miraba, entre sorprendido y miedoso.

- Venga, Dani…,- Ángel apenas tenía voz. Se imaginaba cualquier cosa.

- Verás Ángel…,- Dani no lograba levantar los ojos de las manos -. El motivo por el que no duermo desde hace días es…,- suspiro -. Esto… ¿Te acuerdas de la otra noche, cuando lo de la fiesta?,- consiguió mirarle a los ojos.

- Sí…,- susurró Ángel. Sabía que todo empezó aquella noche. Algo pasó.

- Pues el asunto es que…,- volvió a bajar el rostro -. Me encontré con alguien… que se te parecía bastante… O esa fue mi impresión… Estaba tan obsesionado contigo aquella noche que me parecía verte por todas partes…,- Ángel tomó las manos de Dani entre las suyas y las apretó. Dani giró el rostro -. No. No puedo hacerlo…

- Dani…,- Ángel se temía lo peor -. Dímelo. Si no, no volverás a dormir por las noches.

- Ángel…,- los ojos de Dani comenzaron a brillar tristemente cuando se encontró con los de Ángel -. Hubo un chico que llevaba un disfraz muy parecido al tuyo aquella noche… O eso me pareció al principio… Creí que eras tú… Bailé con él… Luego nos besamos…,- Dani derramó una lágrima -. Él me llevó a los baños… y… y…,- no pudo continuar.

Dani se apoyó en su hombro y lloró. Ángel también inclinó la cabeza y le acompañó. Le acarició la nuca.

- Tranquilo… Ya pasó…,- le calmaba -. ¿Ves como no ha sido tan difícil? Ahora tendrás la conciencia tranquila y podrás dormir por las noches…

- No lo sé…,- los sollozos le entrecortaban.

- Tranquilo, porque te perdono.

Dani se levanta y le mira a los ojos, incrédulo.

- ¿De veras?,- Ángel asiente -. ¡Gracias! ¡Gracias Ángel!,- y le besa.

- Te perdono,- continúa Ángel, cuando logra parar a su amigo -, sobre todo porque eres un tío. Y los tíos, ya sean heteros o gays, siempre estamos pensando en lo mismo, y…

- No. No es verdad. No me has entendido,- Dani le mira serio.

- Sí que te he entendido. Me confundiste con uno que se disfrazó igual que a mí, y eso te llevó a aquel fatal error.

- Pero no pasó nada. O eso quiero pensar… Tan sólo que él…

- Dani. Yo te amo. Y sé que tú me amas. Y eso jamás cambiará. Y ahora vamos a la cama a dormir.

Ángel se levanta del sofá, todavía agarrado a Dani. Éste le mira perplejo. De repente, Dani se arrodilla en el suelo ante él y le abraza por las piernas.

- ¡Oh, Ángel!,- lloraba amargamente -. ¡No soy digno de tu perdón! ¡No me lo merezco!

Ángel le ayuda a levantarse. Se abrazan. Van hasta la habitación y se meten en la cama. El silencio gobernó aquel cuarto como si de un infranqueable muro se hubiese levantado entre los dos. No se hablaron. Tan sólo pensaron en aquella conversación que acababan de tener. Ángel miraba al techo. Dani le daba la espalda, acurrucado entre las sábanas. Lloró en silencio, hasta que se durmió.

Se despertó asustado. Su conciencia no estaba tranquila del todo. Miró el despertador. Ya eran poco más de las ocho de la mañana. No se atrevía a volverse. Se sentía mal por haberle contado todo a Ángel, más incluso que cuando se lo ocultaba. Pero logró encontrar algo de valor en su alargado cuerpo.

- Ángel…,- susurró sin volverse -. Muchas gracias por perdonarme, pero no me lo merezco. Es más, no te merezco. Te mereces a alguien que no te deje solo si estás enfermo. Debí haberme quedado contigo aquella noche… No me veo con el valor suficiente de mirarte a los ojos. No soy digno de merecer su brillo. Ni tampoco de tus besos, ni tus abrazos. Me siento sucio desde entonces… No quiero contagiarte, porque para mí eres la pureza hecha carne. Una carne que no me merezco probar jamás…,- silencio -. Ángel…

Dani se vuelve. El lugar de Ángel en la cama estaba vacío. Se incorpora. Al palpar el hueco de la cama, encuentra una nota.

- “Perdono, peró no oblit”.

Dani lloró en silencio. Sabía lo que eso significaba. Miró a su alrededor y vio la pueta del armario entreabierta. Se levanta de la cama y avanza lentamente, imaginándose lo que al final descubrió. Toda la ropa de Ángel desapareció. Aunque había muchos objetos personales de Ángel en la casa (sus TP’s, fotos, su teclado...), sabía que Ángel volvería más tarde a por ellos. Dani pensaba en hablar con él entonces, pero sería imposible. Si Ángel tomaba una decisión, era muy difícil hacerle cambiar.

martes, 1 de diciembre de 2009

CAPITULO 66

CAPITULO 66


A la mañana siguiente, Ángel se despertó. Miró el hueco de su cama y se puso serio. Se levantó y se fue a la cocina. Entre toses, logra preparar un zumo de naranja al que añade una cucharada de azúcar (aún no era época de naranjas, y salían ácidas) con un chorrito de miel. Envuelto en la bata, se refugió después en el calor del café.



Dani apareció poco después. Ángel se compadeció de él. Nunca antes le vio de aquella manera. Se había acostado vestido. Tenía la camisa totalmente arrugada, aunque se puso después la chaqueta encima. Se había quitado la bufanda y el cinturón. Su rostro aparentaba treinta años más de los que tenía realmente. Sus ojos estaban rojos, con unas bolsas debajo que le llegaban casi hasta el ombligo. Su barba, su exótica barba de tres días daba la sensación de ser una barba descuidada, de varias semanas.



- Algo le pasa,- pensó. Pero no se atrevía a hablar -. Si no ha dormido en toda la noche, estará de un humor de perros.



Dani se preparó el desayuno. No miró a Ángel en ningún momento. Ni siquiera le dio los buenos días.



- Sólo puede estar así por dos razones,- Ángel siguió con sus pensamientos -. O está así porque no he estado con él, o le ha pasado algo anoche. ¿Se peleó con alguien? ¿La policía le habrá pedido la documentación? ¿No fue la fiesta como él esperaba?



Quería saberlo todo, pero tenía miedo. Miedo por la reacción de Dani. Miedo por no poder defenderse debido a la gripe. Miedo por lo que fuera a decirle. Y así pasó el día. En silencio entre ellos.



Pasó el tiempo, y Dani cada vez tenía peor aspecto. Ángel sabía que le pasaba algo, y que si Dani no lo hablaba, se pasaría el resto de su vida sin poder pegar ojo. Tuvo momentos en que casi logra hablar con él, pero se arrepentía y callaba. Hasta que…



- Dani…



Estaban los dos en casa viendo una película en la televisión. Ángel quería, necesitaba reclinarse sobre el hombro de Dani, pero el gesto serio de éste le hizo desechar la idea.



- Dani…



Dani gruñó.



- Tengo que hablar contigo.



- Estoy viendo la peli.



- Esto es más importante.



Con gesto de cierto malestar, Dani toma el mando y paga la televisión. Se miran de frente.



- ¿Qué tripa se te ha roto?

Ángel se quedó mudo. A pesar de tener un rostro totalmente apático y falto de sentimientos (muy raro en Dani), sus ojos delataban una furia interna indescriptible.



- Esto… Verás…,- Ángel comenzó a tartamudear, a mover sus ojos sin rumbo, a juguetear con las manos.



- Venga Ángel. Que no tengo todo el día,- el tono imperativo de su voz le puso los pelos de punta.



Ángel cierra los ojos, toma aire, y le coge de las manos.



- Dani. ¿Se puede saber qué te pasa? Llevas días, bueno…, noches sin dormir. Estás de muy mal humor. Algo te pasa. Y no te creas que no me he dado cuenta. Estás así desde el día de la fiesta. Ya te pedí perdón por no poder ir. Comprendo que te enfades conmigo por aquello, pero que estemos días desde entonces sin hablarnos siquiera… No, no quiero admitirlo. Es por algo más. Seguro que te pasó algo aquella noche. Dímelo. ¿Qué fue? ¿Te peleaste con alguien? ¿La poli te detuvo? ¡Qué! Dímelo ya.



Dani endureció su rostro y se deshizo de las manos de Ángel.



- Dani, dímelo.



- No,- Dani le dio la espalda.



- Si no lo sacas… ¿Acaso quieres pasarte el resto de tu vida sin poder dormir? No creas que no me he dado cuenta. Algo te ha pasado. ¿Es demasiado para que yo lo sepa? Jamás hubo secretos entre nosotros. No, desde aquella noche que casi nos cuesta la vida. Dímelo, Daniel.



Ángel jamás llamaba a Dani con el nombre entero. Sólo lo hacía por dos motivos: enfado o súplica. Y el rostro de Ángel en aquel momento era demasiado dulce como para tener ira. Dani se levanta del sofá y se dirige a la puerta del salón.



- Dani…



Dani se quedó apoyado en la pared del pasillo, de modo que Ángel no le viera. Le oyó gemir. Dani cerró los ojos y se llamó a sí mismo idiota. ¿Cómo ha sido capaz de hacerle eso a aquella persona, aquel que estaba en su salón, llorando por él? ¿Ese por el que se desvive todos los días? Dani lloró en silencio. Los gimoteos de Ángel ya eran suficientes. Dani abre los ojos, se limpia las lágrimas y traga saliva. Vuelve a entrar en el salón.



- Ángel…,- apenas tenía voz.



Ángel le mira sorprendido.



- ¡Dani!



- Ángel…,- se sienta a su lado y le toma de las manos -. Tengo que hablar contigo…











Y ahora un regalito xa tod@s (ls q estuvimos hablando anoche sabrán a q m refiero):



Como cada sábado por la mañana, Ángel, Dani y Patri se fueron al gimnasio. Al principio fue todo muy raro. La gente no paraba de pedirles autógrafos y de hacerse fotos con ellos. Pero al pasar los días, ya empezaron a dejarles tranquilos y lograron ser tres anónimos más que iban al gimnasio a mantenerse en forma.



- Yo, la verdad, es que no lo necesito,- decía Ángel todos los días, con falsos aires de grandeza. Aunque la realidad era otra: se pasaba todo el día machacándose en las máquinas.



Patri era más de hacer yoga, aunque no le hacía ascos a una bicicleta.



- No creáis que esta cinturilla de avispa es fácil de mantener.



Dani sí que tenía un problema…



- Desde lo de la “Cuore” estoy muy obsesionado.



- Pero si tú estás muy bien así…,- le respondió Ángel, poniendo ojitos.



Comenzaron los tres a la vez con bicicletas, luego pasaron a cintas, pero cuando empezó la sesión de yoga, Patri les abandona, y Dani y Ángel usaron máquinas individualmente.



Al cabo de un rato, Ángel abandona.



- ¿Tan pronto?,- sonríe Dani, levantando una ceja.



- Me voy a la ducha, que estoy sudando a mares.



- Mmmm…



Ángel se fue al vestuario. Allí se quita la camiseta. El sudor hacía brillar su cuerpo. Cuando se quita los pantalones, un ruido le sobresalta.



- ¡Patri!



Patricia estaba escondida entre las taquillas. Ángel se subió rápidamente los pantalones.



- ¡Joder! ¡Qué susto me has dado!



Patricia no respondió. Tan sólo le miraba de soslayo, con la cabeza levemente gacha. Avanzó hacia él lentamente, mientras se mordía la yema del dedo. Ángel se asustó y comenzó a andar hacia atrás, sin dejar de mirar a Patricia. Ángel choca con la pared. Patricia le acorrala. No tenía escapatoria.



- Ángel…,- susurraba la rubia mientras jugaba con su dedo entre el vello pectoral del catalán.



- ¿Qué piensas?



Patricia contestó con un apasionado beso a la vez que lo abraza por el cuello. Ángel no salía de su asombro, pero se dejó llevar y la abrazó por la cintura. Sus lenguas se encontraron mil y una veces en sus bocas. Ángel la levantó y la llevó en volandas hasta uno de los bancos. Ángel metió sus manos por debajo de la chaqueta del chándal de Patricia. Un simple movimiento y sacó sus manos junto al bra, tirándolo lejos. Patricia se quita la chaqueta y se abalanza sobre el enano, dejándolo tumbado sobre el banco. Patricia, con su mirada de loca tan característica, toma la cintura del pantalón de Ángel y lo baja lentamente. Ángel miraba asombrado, sin saber qué hacer.



- Veamos si es cierta la regla de la “L”…,- dijo socarronamente la presentadora mientras desplazaba sus manos por el calzón de él. Los ojos de Patricia lo dijeron todo.



Ángel, mirando a otro lado con una sonrisa entre nerviosa y vencedora, toma a Patricia y la tumba a ella. Le quita los pantalones y mete su mano sutilmente dentro de su lencería. Patricia cierra los ojos mientras experimenta el placer que aquello le producía. Patricia se mordía las yemas de los dedos. Nunca antes nadie había conseguido excitarla tanto.



- Ángel…,- susurró la rubia, mientras le miraba con los ojos entornados. Ángel comprendió y subió de nivel. Con las piernas a cada lado del banco, Patricia permitió a Ángel entrar en su venusiana cueva con la marciana llave del enano. Como si de Alí Baba se tratase, Ángel era el único que sabía las palabras mágicas para que Patricia viera el camino directo al éxtasis. Pero un ruido les interrumpe. La puerta se abre. Nerviosos, se levantan y corretean por el vestuario. Ángel toma a Patricia y la esconde en una de las duchas, corriendo la cortina justo a tiempo.



- Ángel, ¿qué haces? ¿A qué juegas?



Dani se quedó quieto como una estatua. Miró a Ángel de arriba a abajo. Se quedó mirándole la entrepierna.



- Esto…,- dijo, señalando dicho lugar.



- ¿Eh…?,- Ángel, jadeante, se mira la entrepierna. Toma el calzón y se lo pone.



- ¿Se puede saber qué estabas haciendo?,- Dani le miró a los ojos, extrañado, mientras daba un paso hacia atrás.



- ¡No, no! ¡No es lo que piensas!



- No quiero saber lo que haces en la intimidad, pero esto ya es demasiado…,- Dani se dio la vuelta para irse.



- ¡Dani!



Dani se vuelve. Esa voz no era la de Ángel. Y ahí estaba, tapándose con la cortina de la ducha, y con el sonrojo envolviéndole el rostro.



- ¿Patri?



Dani pasaba su mirada de Patricia a Ángel, y viceversa. Y al fin comprendió. Dani se adelanta a Patricia.



- Ángel es sólo mío,- le susurra.



- Eso habrá que verlo,- y besa a Ángel en la boca. Cuando termina, recoge el relevo Dani.



- ¿Y bien?,- le preguntan los dos. Ángel se relamía con los ojos cerrados. Al abrirlos, movió su mirada entre aquellas dos personas que le estaban interrogando con la mirada. Ángel, con su sonrisa tan malvadamente hermosa, toma a los dos de las muñecas y los mete en la ducha, corriendo él la cortina tras de sí.