domingo, 6 de diciembre de 2009

CAPITULO 70

CAPITULO 70

Patricia avanza apesadumbrada hasta la puerta. Al tomar el picaporte, se vuelve. Ángel no se había movido un ápice. Seguía de pie, mirando fijamente a Dani. Patricia baja el rostro y sale de la habitación.

Ángel se quedó un tiempo quieto. No sabía exactamente cuánto. Hasta que reacciona y avanza lentamente hasta la silla. Se sienta en el borde. Apoya los codos en las rodillas. Oculta su rostro entre las manos.

- Oh, Dani...

Llora. Lloraba como un niño pequeño. Estuvo todo el rato con la cara tapada, como temiendo que Dani abriera los ojos y le viera. Pero era un sentimiento estúpido. Dani le había visto más de un millón de veces llorar. Ángel consigue calmarse un poco, levanta la mirada y le toma de la mano.

- No sé si me puedes oír, pero si no lo digo ahora, no creo que te lo pueda decir cuando despiertes. Si es que soy un gilipollas. Un desliz lo tiene cualquiera. Te aseguro que hasta yo mismo me hubiera enrollado con alguno, pero es diferente desde el otro lado de la barrera. Lo siento, ¿me oyes? Lo siento de veras. He pasado contigo no sólo los mejores años de mi infancia, sino los mejores años de toda mi vida. Y si te pierdo no sabría qué hacer. Lo estuve pensando mucho. Llevo más de dos meses aquí, en Barcelona, viviendo solo. A pesar de tener amigos, familia, nunca en mi vida me llegué a sentir tan solo. Y era porque te echaba de menos. Dani, te echo de menos. No sabes lo mal que lo pasé cuando me fui de casa. Pero no podía dar marcha atrás. Perdona que no te respondiera ni las llamadas ni los mensajes, ni el correo. Pero necesitaba pensar. Cuando empezó a decaer su persistencia hasta el momento de que lo dejaste, fui yo quien lo pasó mal. No sabía de ti, no tenía noticias, y el corazón se me encogió. Dani, yo ya te perdoné. Sólo espero que me perdones tú algún día... Aunque sé que no me lo merezco,- Ángel baja el rostro.

- Perdono, i oblit.

Aquel susurro débil le hizo levantarse. Ángel no salía de su asombro. Dani le apretaba con poca fuerza la mano mientras intentaba mantener los ojos abiertos. Ángel se sentía como viviendo un sueño, por lo que se abalanzó sobre el yacente y le abraza fuertemente.

- Creí que te perdía,- lloró Ángel.

Dani se quejaba de dolor. Ángel se levanta asustado.

- ¿Qué ha pasado?

- ¿No te acuerdas de nada?

- Sólo recuerdo que me encontré el otro día con Patricia y Dani... ¡Hay que ver lo mayor que se ha puesto su hija!

- Dani...

- Bueno, recuerdo que la comenté nuestra... "discusión"... Y ella se propuso como celestina.

- ¿Y de anoche? ¿No recuerdas nada de anoche? ¿Del restaurante? ¿El piano?

- No. Aunque...

- ¿Qué?,- Ángel estaba excitado.

- Es curioso... He soñado que tocaba el piano en un restaurante...

- No lo has soñado. Pasó de verdad.

- Ángel...

- Dime.

- ¿Me traes algo para comer? Tengo un hambre horrible.

Ángel estalló. Se dejó llevar por un sentimiento mezcla entre alegría y tristeza. Lloraba y reía a la vez. Dani no lo comprendía, pero no quiso preguntarle. Se veía a sí mismo en una cama de hospital, con una bolsa de suero enganchada a su mano. Se sentía cansado, hambriento. Quería saber qué le habría pasado, pero prefirió esperar. No quería romper el momento. Porque al fin Ángel volvía a estar junto a él. Aunque fuera en ese momento...

- Dani... ¿Me has oído antes? ¿Cuando te hablaba?

- Algo sí que he oído...

- ¿Y bien? ¿Me perdonas todo lo que he hecho?

- ¿Me perdonas tú a mí?

Los dos se miraron a los ojos durante unos segundos, hasta que se abrazan nuevamente.

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