martes, 1 de diciembre de 2009

CAPITULO 66

CAPITULO 66


A la mañana siguiente, Ángel se despertó. Miró el hueco de su cama y se puso serio. Se levantó y se fue a la cocina. Entre toses, logra preparar un zumo de naranja al que añade una cucharada de azúcar (aún no era época de naranjas, y salían ácidas) con un chorrito de miel. Envuelto en la bata, se refugió después en el calor del café.



Dani apareció poco después. Ángel se compadeció de él. Nunca antes le vio de aquella manera. Se había acostado vestido. Tenía la camisa totalmente arrugada, aunque se puso después la chaqueta encima. Se había quitado la bufanda y el cinturón. Su rostro aparentaba treinta años más de los que tenía realmente. Sus ojos estaban rojos, con unas bolsas debajo que le llegaban casi hasta el ombligo. Su barba, su exótica barba de tres días daba la sensación de ser una barba descuidada, de varias semanas.



- Algo le pasa,- pensó. Pero no se atrevía a hablar -. Si no ha dormido en toda la noche, estará de un humor de perros.



Dani se preparó el desayuno. No miró a Ángel en ningún momento. Ni siquiera le dio los buenos días.



- Sólo puede estar así por dos razones,- Ángel siguió con sus pensamientos -. O está así porque no he estado con él, o le ha pasado algo anoche. ¿Se peleó con alguien? ¿La policía le habrá pedido la documentación? ¿No fue la fiesta como él esperaba?



Quería saberlo todo, pero tenía miedo. Miedo por la reacción de Dani. Miedo por no poder defenderse debido a la gripe. Miedo por lo que fuera a decirle. Y así pasó el día. En silencio entre ellos.



Pasó el tiempo, y Dani cada vez tenía peor aspecto. Ángel sabía que le pasaba algo, y que si Dani no lo hablaba, se pasaría el resto de su vida sin poder pegar ojo. Tuvo momentos en que casi logra hablar con él, pero se arrepentía y callaba. Hasta que…



- Dani…



Estaban los dos en casa viendo una película en la televisión. Ángel quería, necesitaba reclinarse sobre el hombro de Dani, pero el gesto serio de éste le hizo desechar la idea.



- Dani…



Dani gruñó.



- Tengo que hablar contigo.



- Estoy viendo la peli.



- Esto es más importante.



Con gesto de cierto malestar, Dani toma el mando y paga la televisión. Se miran de frente.



- ¿Qué tripa se te ha roto?

Ángel se quedó mudo. A pesar de tener un rostro totalmente apático y falto de sentimientos (muy raro en Dani), sus ojos delataban una furia interna indescriptible.



- Esto… Verás…,- Ángel comenzó a tartamudear, a mover sus ojos sin rumbo, a juguetear con las manos.



- Venga Ángel. Que no tengo todo el día,- el tono imperativo de su voz le puso los pelos de punta.



Ángel cierra los ojos, toma aire, y le coge de las manos.



- Dani. ¿Se puede saber qué te pasa? Llevas días, bueno…, noches sin dormir. Estás de muy mal humor. Algo te pasa. Y no te creas que no me he dado cuenta. Estás así desde el día de la fiesta. Ya te pedí perdón por no poder ir. Comprendo que te enfades conmigo por aquello, pero que estemos días desde entonces sin hablarnos siquiera… No, no quiero admitirlo. Es por algo más. Seguro que te pasó algo aquella noche. Dímelo. ¿Qué fue? ¿Te peleaste con alguien? ¿La poli te detuvo? ¡Qué! Dímelo ya.



Dani endureció su rostro y se deshizo de las manos de Ángel.



- Dani, dímelo.



- No,- Dani le dio la espalda.



- Si no lo sacas… ¿Acaso quieres pasarte el resto de tu vida sin poder dormir? No creas que no me he dado cuenta. Algo te ha pasado. ¿Es demasiado para que yo lo sepa? Jamás hubo secretos entre nosotros. No, desde aquella noche que casi nos cuesta la vida. Dímelo, Daniel.



Ángel jamás llamaba a Dani con el nombre entero. Sólo lo hacía por dos motivos: enfado o súplica. Y el rostro de Ángel en aquel momento era demasiado dulce como para tener ira. Dani se levanta del sofá y se dirige a la puerta del salón.



- Dani…



Dani se quedó apoyado en la pared del pasillo, de modo que Ángel no le viera. Le oyó gemir. Dani cerró los ojos y se llamó a sí mismo idiota. ¿Cómo ha sido capaz de hacerle eso a aquella persona, aquel que estaba en su salón, llorando por él? ¿Ese por el que se desvive todos los días? Dani lloró en silencio. Los gimoteos de Ángel ya eran suficientes. Dani abre los ojos, se limpia las lágrimas y traga saliva. Vuelve a entrar en el salón.



- Ángel…,- apenas tenía voz.



Ángel le mira sorprendido.



- ¡Dani!



- Ángel…,- se sienta a su lado y le toma de las manos -. Tengo que hablar contigo…











Y ahora un regalito xa tod@s (ls q estuvimos hablando anoche sabrán a q m refiero):



Como cada sábado por la mañana, Ángel, Dani y Patri se fueron al gimnasio. Al principio fue todo muy raro. La gente no paraba de pedirles autógrafos y de hacerse fotos con ellos. Pero al pasar los días, ya empezaron a dejarles tranquilos y lograron ser tres anónimos más que iban al gimnasio a mantenerse en forma.



- Yo, la verdad, es que no lo necesito,- decía Ángel todos los días, con falsos aires de grandeza. Aunque la realidad era otra: se pasaba todo el día machacándose en las máquinas.



Patri era más de hacer yoga, aunque no le hacía ascos a una bicicleta.



- No creáis que esta cinturilla de avispa es fácil de mantener.



Dani sí que tenía un problema…



- Desde lo de la “Cuore” estoy muy obsesionado.



- Pero si tú estás muy bien así…,- le respondió Ángel, poniendo ojitos.



Comenzaron los tres a la vez con bicicletas, luego pasaron a cintas, pero cuando empezó la sesión de yoga, Patri les abandona, y Dani y Ángel usaron máquinas individualmente.



Al cabo de un rato, Ángel abandona.



- ¿Tan pronto?,- sonríe Dani, levantando una ceja.



- Me voy a la ducha, que estoy sudando a mares.



- Mmmm…



Ángel se fue al vestuario. Allí se quita la camiseta. El sudor hacía brillar su cuerpo. Cuando se quita los pantalones, un ruido le sobresalta.



- ¡Patri!



Patricia estaba escondida entre las taquillas. Ángel se subió rápidamente los pantalones.



- ¡Joder! ¡Qué susto me has dado!



Patricia no respondió. Tan sólo le miraba de soslayo, con la cabeza levemente gacha. Avanzó hacia él lentamente, mientras se mordía la yema del dedo. Ángel se asustó y comenzó a andar hacia atrás, sin dejar de mirar a Patricia. Ángel choca con la pared. Patricia le acorrala. No tenía escapatoria.



- Ángel…,- susurraba la rubia mientras jugaba con su dedo entre el vello pectoral del catalán.



- ¿Qué piensas?



Patricia contestó con un apasionado beso a la vez que lo abraza por el cuello. Ángel no salía de su asombro, pero se dejó llevar y la abrazó por la cintura. Sus lenguas se encontraron mil y una veces en sus bocas. Ángel la levantó y la llevó en volandas hasta uno de los bancos. Ángel metió sus manos por debajo de la chaqueta del chándal de Patricia. Un simple movimiento y sacó sus manos junto al bra, tirándolo lejos. Patricia se quita la chaqueta y se abalanza sobre el enano, dejándolo tumbado sobre el banco. Patricia, con su mirada de loca tan característica, toma la cintura del pantalón de Ángel y lo baja lentamente. Ángel miraba asombrado, sin saber qué hacer.



- Veamos si es cierta la regla de la “L”…,- dijo socarronamente la presentadora mientras desplazaba sus manos por el calzón de él. Los ojos de Patricia lo dijeron todo.



Ángel, mirando a otro lado con una sonrisa entre nerviosa y vencedora, toma a Patricia y la tumba a ella. Le quita los pantalones y mete su mano sutilmente dentro de su lencería. Patricia cierra los ojos mientras experimenta el placer que aquello le producía. Patricia se mordía las yemas de los dedos. Nunca antes nadie había conseguido excitarla tanto.



- Ángel…,- susurró la rubia, mientras le miraba con los ojos entornados. Ángel comprendió y subió de nivel. Con las piernas a cada lado del banco, Patricia permitió a Ángel entrar en su venusiana cueva con la marciana llave del enano. Como si de Alí Baba se tratase, Ángel era el único que sabía las palabras mágicas para que Patricia viera el camino directo al éxtasis. Pero un ruido les interrumpe. La puerta se abre. Nerviosos, se levantan y corretean por el vestuario. Ángel toma a Patricia y la esconde en una de las duchas, corriendo la cortina justo a tiempo.



- Ángel, ¿qué haces? ¿A qué juegas?



Dani se quedó quieto como una estatua. Miró a Ángel de arriba a abajo. Se quedó mirándole la entrepierna.



- Esto…,- dijo, señalando dicho lugar.



- ¿Eh…?,- Ángel, jadeante, se mira la entrepierna. Toma el calzón y se lo pone.



- ¿Se puede saber qué estabas haciendo?,- Dani le miró a los ojos, extrañado, mientras daba un paso hacia atrás.



- ¡No, no! ¡No es lo que piensas!



- No quiero saber lo que haces en la intimidad, pero esto ya es demasiado…,- Dani se dio la vuelta para irse.



- ¡Dani!



Dani se vuelve. Esa voz no era la de Ángel. Y ahí estaba, tapándose con la cortina de la ducha, y con el sonrojo envolviéndole el rostro.



- ¿Patri?



Dani pasaba su mirada de Patricia a Ángel, y viceversa. Y al fin comprendió. Dani se adelanta a Patricia.



- Ángel es sólo mío,- le susurra.



- Eso habrá que verlo,- y besa a Ángel en la boca. Cuando termina, recoge el relevo Dani.



- ¿Y bien?,- le preguntan los dos. Ángel se relamía con los ojos cerrados. Al abrirlos, movió su mirada entre aquellas dos personas que le estaban interrogando con la mirada. Ángel, con su sonrisa tan malvadamente hermosa, toma a los dos de las muñecas y los mete en la ducha, corriendo él la cortina tras de sí.


No hay comentarios:

Publicar un comentario