lunes, 30 de noviembre de 2009

CAPITULO 65

CAPITULO 65

El rostro de Dani se desencajó por completo. Acababa de recibir un mensaje de Ángel... que estaba en casa... Si Ángel estaba en casa..., entonces..., ¿quién era el que estaba de rodillas...? Dani, con el terror escrito en su mirada le arrancó la máscara. El joven que se quedó al descubierto se volvió, cubriendo su rostro entre sus manos. Los ojos de Dani empezaron a enrojecerse, pero no de llorar o por el humo, sino de ira. Pura ira. Deseaba en ese momento darle una paliza a ese chico que estaba sentado en el suelo. La música estaba alta, y en el resto de cubículos había parejas actuando igual que ellos hasta hace unos instantes. Pero esa ira, esa paliza no iba dirigida a ese pobre infeliz. Lo que Dani deseaba era desahogarse consigo mismo. Así que le tiró la máscara al joven, se abrochó el pantalón y salió bastante malhumorado del baño directo a la salida de la discoteca.

A medida que andaba por la calle, el enfado se le desvanecía. Aunque, mejor dicho, se le cambiaba el mal humor por la tristeza. Por cada paso que daba, un gramo de ira se transformaba en una lágrima de tristeza, hasta que se oculta en una esquina. Apoyando su espalda en la pared, se dejó llevar y liberó toda la tristeza que le empezaba a carcomer. Su rostro, en un momento dado, se endureció. Apretó los dientes y dio un golpe con el puño en la pared. Volvió a llorar amargamente. Y así estuvo durante varios minutos. Cuando logró calmarse, metió la mano en un bolsillo de la chaqueta para coger un pañuelo, pero sacó también las llaves de la casa. Se las quedó mirando como un idiota.

- ¿Debo o no debo...?,- pensaba -. Si se lo cuento, podré tener la conciencia tranquila, pero el pobre Ángel... Y si no se lo cuento, mejor para él, pero estaré de un rayado... ¿Qué hago? ¿Qué demonios hago?

Se pasó el resto de la noche vagando por las calles de Madrid, cabizbajo, apesadumbrado. No le dio importancia los gritos de un grupo de chavales a punto de pelearse en la acera de enfrente. No le dio importancia a la prostituta que estaba trabajando en el interior de un portal mientras otras tres compañeras se le insinuaban. No le dio importancia al empujón que le dio un chaval que apareció corriendo en una esquina. No le dio importancia a nada. A nada excepto al lugar donde le llevaron sus pasos.

Alzó la mirada y vio el número del portal. Empujó la puerta y accedió al portal. Subió las escaleras y metió la llave en la cerradura. El interior de la casa estaba oscuro. Todo era silencio. Dani avanzó con cuidado hasta llegar al dormitorio del enano. Dormía plácidamente. Realmente era un ángel. Dani se acercó tímido hasta él. Le miró. La habitación estaba prácticamente a oscuras, pero Dani podía apreciar los rasgos de su rostro.

- Ángel...

Quiso acariciarle, pero se detuvo. Se sentía tan sucio desde el incidente que presentía que todo lo que tocara acabaría convertido en mierda. Así que salió de la habitación y se fue al salón, a la terraza. Allí, Dani saca de su bolsillo un paquete de tabaco y toma un cigarrillo. Enciende el mechero y lo acerca al pitillo. Primera calada. A pesar de ser la marca que siempre consumía, aquel era un sabor distinto, almizclero, amargo. Miró el cielo estrellado. La luna parecía recriminarle por su acción desde ahí arriba, y le daba la espalda en su cuarto menguante.

- ¿Por qué no me di cuenta antes?,- se atormentaba a sí mismo -. ¿Por qué? Aquel chico era tan alto como yo... El disfraz era de colores diferentes... La máscara...

Dani no podía olvidar la cara de aquel muchacho, de no más dieciocho años, pelo muy corto, rostro afeminado. Si hasta le pareció ver que llevaba pendientes en ambas orejas. Dani empezó a llorar, no por él, no por Ángel, sino por el chico. Tan joven y ya seguro que ha visitado muchos baños... Bajó la mirada y se miró la entrepierna.

- Y todo por pensar con esto...,- pensó enfurecido -. Estoy por coger un cuchillo y... y...,- vuelve el rostro y suspira enojado.

Un abrazo por la cintura. Un beso en el cuello. Un mentón posándose en su hombro.

- ¿Qué tal te lo has pasado?

- ¿Qué haces despierto?,- pregunta Dani, asustado.

- Tenía sed y fui a beber agua, y, al pasar, he visto la puerta de la terraza abierta y...

- Vete a la cama, anda, que así no te vas a curar nunca.

La voz de Dani sonaba imperativa, distante, apática.

- ¿Te encuentras bien?

- Sí, muy bien,- Dani se metió dentro de la casa.

Ángel estaba perplejo.

- Oye, perdona por el mensaje. Pero me dijiste que cualquier cosa que te llamara.

- E hiciste muy bien,- Dani apaga el cigarro a medio consumir en un cenicero del salón.

- ¿Te ha molestado algo? ¿Ha pasado algo?,- Ángel entra en el salón y avanza hasta donde está Dani.

- No. Nada,- sale del salón -. Me voy a la cama.

- ¿Y mi besito de buenas noches?,- Ángel le hablaba dulcemente mientras ponía morritos, pero Dani se mete en su habitación.

Ni siquiera se ha vuelto para mirarle. No podía.

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