sábado, 21 de noviembre de 2009

CAPITULO 58

CAPITULO 58

Ángel se pasó el resto del día desesperado. Dani no paró de llorar en todo el día, pero no se separó de él ni un sólo instante. Le estuvo consolando, reteniendo el germen de furia que cada minuto crecía dentro de él.

- "No te enfades con él",- pensaba para sí -. "Hizo lo que pudo, y es lógico que esté así. Lo hizo por ti".

Le abrazó. Le calmó. Le habló. Pero nada parecía surtir efecto. Hasta que Ángel, con el enfado a punto de salir de él, se separa y le dice:

- ¿Sabes qué?

- ¿Qué?,- Dani intentaba calmarse.

- Coge las llaves del coche,- le dice al tiempo que se levanta del sofá.

- ¿Por?

- Tú hazme caso.

Dani se levanta, sin comprender, y, con paso anodino, se dirige al mueble de la entrada y toma las llaves de su coche de dentro del cuenco. Ángel fue a la habitación y salió con su cazadora puesta y entregándole a Dani la suya.

- ¿A dónde vamos?

- Chsss... Es un secreto...

Montan en el coche. Dani sigue las indicaciones de su amigo. Terminan por salir de la ciudad. Conducen por un camino secundario, donde, en cierto punto, la calzada se transforma en tierra suelta. Debido a la oscuridad de la acechante noche, lo que tenía que haber sido en quince minutos se alargó incluso el triple.

- Para aquí mismo.

Dani frena y apaga el motor y las luces. Se quedan mirando al frente. Habían llegado a un descampado desde el cual se podían vislumbrar las luces de Madrid. Luces que peleaban contra las estrellas del cielo por ver quién se imponía.

- ¿Qué te parece?

- La verdad, Ángel... Es un sitio precioso... Con el cielo tan estrellado... Esto en la ciudad es imposible de ver. ¿Cómo conoces este lugar?

- Solía venir aquí antes... con Emma... Era nuestro refugio...,- Dani abraza a Ángel y le besa en la sien.

- Joder, tío... Parece que cuando uno está alegre, el otro tiene que estar triste. Hace un momento era yo el que llorada como una magdalena, y ahora te llega a ti el llanto... ¿Por qué no podemos ser felices durante cinco minutos?,- Dani sonaba desesperado.

- Tranquilo, estoy bien,- el labio inferior de Ángel temblaba -. Pero veo que ha surtido efecto mi plan. Has dejado de llorar.

- Pero si para animarme tienes que estar tú triste, prefiero volver a llorar.

Sonríen.

- Así que venías aquí con Emma...,- continúa Dani, tratando de cambiar de tema.

El tono de voz de Dani dejaba entrever segundas intenciones en su comentario, intenciones que Ángel captó al momento.

- Sí. Veníamos aquí de vez en cuando...,- Ángel sonreía tímido y avergonzado -. Pero era más para hablar que otra cosa.

- Y a mí, ¿para qué me has traído? ¿Para hablar o para otra cosa?

- Ni lo uno ni lo otro. Simplemente quería verte tranquilo, sereno y feliz. Y estas vistas alegran a cualquiera, ¿no?

- Pues lo has conseguido, moreneto,- se besan.

Tras aquel beso, observado en silencio por una sinvergüenza luna llena, los dos amantes se abrazan y la observan. Observan a la luna, quien, tras ser descubierta, pareciera sonrojarse. Observan las tiritantes estrellas del cielo, que dibujaban sobre el negro manto mil y un dibujos que Dani y Ángel trataban de averiguar. Y así, en silencio, se olvidaron de todas sus penas, de sus desventuras y de sus tristezas para vivir el momento, ese momento en el que ambos disfrutaban de la vida, de sus vidas. Tras varios minutos riendo y sonriendo, Dani mira sonriente a Ángel mientras que en su colmillo se reflejaba la luz albina del satélite.

- Ángel...,- Ángel le mira, interrogante. De la boca de Dani asoma aún más sus dientes, mientras inclina ligeramente la cabeza hacia atrás y señala con la mirada. Ángel mira hacia esa dirección para volver su mirada a Dani y sonreír sonrojado. Los dos salen del coche para volver a entrar en los asientos traseros.

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