sábado, 7 de noviembre de 2009

CAPITULO 46

CAPITULO 46

La comida del restaurante estuvo más que genial. Fue algo para recordar. Como el mismo Dani dijo durante la comida: "Como mi cerebro se ha reseteado con lo de la pelea, este pasa a ser mi primer buen recuerdo desde entonces". Fueron a un restaurante de los elegantes (y caros), aunque a Dani no le importaba el dinero (¿con la pérdida de memoria también ha olvidado su tierra?). Una ensalada de entrante, una fina cremita de verduras, unos escalopes de pescado con su puntito justo de limón, su cafecito de postre.

Durante la comida no pararon de reír, de hablar, de recordar. Todo era buen ambiente. Al salir, decidieron ir al cine a ver una buena película, aunque en realidad les daba igual. Tan sólo querían estar juntos para pasar un buen rato. Ángel estuvo toda la hora y media atento a la pantalla, aunque Dani estuvo más atento a él. Le veía alegre, feliz, y no sólo por la película, sino que gracias a ello, había olvidado lo de su malogrado proyecto de querer ser padre. Ángel pronto terminó sus palomitas, pero Dani le ofreció compartir las suyas, aunque él apenas había probado alguna. Y le veía ahí, atento a la película. Riendo las gracias del protagonista, apuntando mentalmente los chistes, desentrañando la trama de la pareja secundaria. Dani metió la mano en su caja de palomitas, pero se encontró con la mano de Ángel. Ambos se miraron. Ángel apartó rápido la mano, pidiendo perdón; pero Dani tan sólo se sonrojó. Aquel roce le hizo recordar la foto que vio esa mañana. Le hizo recordar...

Al salir del cine, fueron a dar un paseo. Eran poco más de las seis, y el día era estupendo para andar por la calle. Ángel gesticulaba en demasía mientras comentaba la película. Dani le escuchaba, ensimismado ante la actitud de su amigo, actitud de alegría, de diversión. Tenía las manos metidas en los bolsillos de su americana. Cuando Ángel estaba en el clímax de su emoción, Dani le detiene. No lo soportaba más. Tenía que comentárselo.

- Ángel... Llevas la misma ropa que...,- no pudo continuar, las palabras huían de su mente.

- ¿La misma ropa que cuando?,- le pregunta el pequeñín, algo sorprendido.

- Nada...,- reanuda la marcha.

- La misma ropa que la foto quieres decir, ¿no?,- le responde Ángel, parado, con semblante serio.

- Olvídalo,- le dice, sin volverse -. Vamos a casa.

- No, Dani,- Ángel se adelanta un par de pasos para cogerle del brazo. Dani se vuelve -. Has visto la foto cuando me fui al baño. Si recuerdas algo, dímelo.

- No, no recuerdo nada...,- le responde cabizbajo.

Ángel le alza el rostro, tomándole de la barbilla.

- Si has recordado algo, dímelo.

- De verdad,- le dice mirándole a los ojos -. No recordé nada... Aunque si viera esa foto en otro momento...

- Todos los que tú quieras,- le susurra Ángel, acercándose a su rostro.

Estaban ahí, quietos, en mitad de la calle, mirándose a los ojos, perdiéndose en sus miradas. Dani notaba el aliento de Ángel sobre sus labios. No podía reaccionar. Estaba totalmente inmóvil. Ángel permanecía igual, aunque... Aunque daba la sensación de que cada vez estaba más cerca.

- Ángel...,- murmuró Dani.

Ángel reaccionó y se alejó. Los dos miraron al suelo, ruborizados.

- ¿Se... seguimos?,- preguntó un Ángel tartamudo.

Continuaron caminando. Durante unos minutos no dijeron nada, hasta que Dani se animó a romper el hielo.

- Esto... El día de nuestra boda... ¿Cómo fue?

- ¿De verdad quieres saberlo?

- Por tu actitud, pareciera que no fue muy bien...

- ¡No, no! ¡Fue estupendo! Lo malo...

- ¿Lo malo...?

- Lo malo es que después de todo aquello dijiste que ese día jamás lo olvidarías y...

Dani casi podía asegurar que justo en ese momento una lágrima asomaba por los ojos de Ángel. Dani, casi como un impulso mecánico, se coge del brazo de Ángel.

- Dani... Me estás abrazando...,- dice Ángel, como si no le diera importancia.

- Lo sé,- le responde -. ¡A ver si así recuerdo algo, coño!

Se miran a los ojos y ríen.

- Si de verdad quieres saberlo, nuestra boda fue de ensueño... salvo por el juzgado. Y ahí estábamos nosotros, con estos mismos trajes,- efectivamente, Dani, sin saberlo, se puso el mismo traje, o, por lo menos, uno muy parecido al de Ángel -, mirándonos a los ojos mientras el juez recitaba la ceremonia. Aunque intentamos que fuera lo más íntimo posible, entre familia y amigos, llegamos casi a las 100 personas. Y el banquete... ¡Oh, Dios! ¡Digno de un batallón! Sus entremeses de ibéricos (que, por cierto, tú te pusiste hasta las trancas de jamón), sus ensaladitas, sus cremitas, sus corderos, sus pescados, la tarta... ¡oh, la tarta! Pero bueno, lo mejor será llegar a casa y comentártelo con las fotos y el vídeo, que creo que aún lo debo de tener...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por una sombra. Una sombra que a unos pocos metros delante de ellos se agachaba ante un contenedor. Los dos se quedaron quietos, observando, no sin cierto temor. Aguardaron a su reacción. La sombra notó su presencia y salió corriendo calle arriba. Dani la persiguió unos metros. Ángel, inmóvil, le llama.

- ¡Déjalo!

Dani se vuelve hacia el contenedor. Camina. Se agacha junto a la caja.

- ¡Dani, quieto! ¡No lo toques!

Dani abre la caja. Al momento cae de espaldas y se aleja un par de metros.

- ¡Dani! ¿Qué pasa?

A pesar de la oscuridad que comenzaba a caer a esa hora, Ángel pudo ver el terror en la cara de Dani. Se temía lo peor. Falsamente envalentonado, Ángel avanza lentamente hasta el contenedor, y se asoma al interior de la caja que aquella sombra depositó un minuto antes...

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