viernes, 13 de noviembre de 2009

CAPITULO 50

CAPITULO 50

- Anímate, hombre...

Ángel se pasó el resto del día llorando. En el coche no dijo una palabra, en la casa estaba alicaído. Dani no sabía cómo comenzar la conversación. Lo malo no era que Ángel recordara entonces a su hijo nonato, sino que derivara la conversación al tema de la adopción. Ángel quería ser padre a cualquier precio, pero Dani le echaba más lógica al asunto, entre otras cosas, porque "ellos" no podían adoptar. Y eso era lo malo de la relación en aquel momento: mientras uno pensaba en cuidar, alimentar, jugar con el bebé; el otro pensaba en el papeleo, las vueltas y las negaciones de la burocracia.

Ángel estaba tumbado en su cama. Aún seguía llorando, pero ya no por el bebé, sino por Dani, que era incapaz de comprenderle, de comprender sus sentimientos. Éste estaba sentado a su lado. Le puso la mano sobre el hombro, pero Ángel lo movió violentamente. Dani, asustado, levanta la mano.

- No te pongas así, Ángel...

El rostro de Ángel, a pesar de que Dani no lo veía, se tornó serio, abrupto, rencoroso. El sendero que recorrieron sus lágrimas aún brillaba con la luz de la lámpara. Ángel fijó su mirada en el despertador. Dani le miraba compadeciente. Bajó la cabeza, dispuesto a irse, pero se envalentonó y, con tono autoritario, aunque marcadamente sensible, le habló.

- Mira, Ángel. No seas un niño, por favor. Que ya son cuarenta años los que tienes. Realmente no sé por qué estás así. Y me da igual. No sé si es por el bebé, por la adopción, por mi hijo, por el tuyo. ¡Me da igual ya todo! Pero, por amor de Dios, ¡reacciona de una vez! Aunque no podamos tener un hijo, ya sea de forma biológica o burocrática, recuerda que siempre me tendrás a mí. ¡A mí! Yo siempre estaré aquí para lo que sea. Pero, si no sales de esta depresión que te está matando, ten por seguro que mañana mismo, y te hablo en tiempo real, mañana mismo me voy. Así que tú verás. Elige: o un bebé que nunca tendrás, o un amante que siempre estará contigo.

Dani se levanta decidido y se dirige hacia la puerta.

- Dani...,- Ángel le detiene justo antes de que Dani cierre la puerta. Dani se asoma -. No quiero que te vayas. Pero, si por un casual, y Dios no lo quiera, te pasara algo, ¿quién me cuidaría? ¿Quién se haría cargo de mí? ¿Quién estaría conmigo? Por eso mismo es porque quiero, ¡necesito! un hijo. Para que, cuando se haga mayor, nos cuide a los dos, o a uno de los dos, si el otro ya no está...

- Yo siempre estaré contigo,- le responde Dani -. Te lo prometo,- y cierra la puerta.

Ángel, en ese momento, rompe a llorar en silencio. Y empezó a maldecir. Se maldijo a sí mismo, maldijo a Dios, maldijo su suerte, maldijo la sociedad, maldijo las leyes, maldijo al Gobierno, maldijo a todos. Golpeó cada vez el colchón con el puño, hasta que se calmó, y cambió sus pensamientos. Empezó a verse a sí mismo con Dani y el bebé. Un bebé entre los dos en esa misma cama donde él estaba ahora. Un bebé sonriente, mirándole fijamente a los ojos mientras él le acariciaba el rostro o le hacía cosquillas en el vientre. Y Dani, mientras tanto, les saca fotografías. De vez en cuando, él mismo aparece en alguna de ellas a modo de auto-retrato, saliendo los tres. Los tres están felices, sonrientes. El bebé ríe, ríe de manera muy característica, tumbado de espaldas en la cama, con Ángel a un lado, tumbado de lado, y Dani al otro, con la cabeza apoyada en el puño. Los dos miran al pequeño. Y esa felicidad que les embarga les lleva a besarse.

Y recordando a su hijo nonato, a Dani, a la utópica vida de los tres, se durmió.

De repente, a primera hora de la mañana, un grito le despierta. Se sobresalta. Se incorpora de un salto. Durante un par de segundos no reacciona, pero pronto salta de la cama, sale de la habitación corriendo y se dirige a la de Dani. Éste no paraba de gritar el nombre de Ángel. Dani estaba sentado en la cama, mirando al frente. Ni siquiera se giró cuando Ángel entró como un auténtico vendaval y se tiró encima de la cama. Toma el rostro de Dani entre sus manos y lo gira hacia sí mismo. Los dos estaban con el rostro desencajado del susto.

- ¡Dani! ¡Dani!,- le gritaba a los ojos -. ¡Estoy aquí! ¿Qué pasa? ¡Dani!

Dani no dejaba de gritar su nombre. Ángel le da una gran bofetada que le hace callarse. Los dos se quedan un rato en silencio, mirándose.

- ¿Qué pasa?

El rostro de Dani comienza a iluminarse, a sonreír.

- ¿A qué viene esto?

Dani posa sus manos sobre las de Ángel, que aún sostenían sus mejillas. Dani reacciona entonces abrazándose a Ángel fuertemente. ¿Estaba llorando?

- ¿Me quieres hacer el favor de explicarme qué pasa?

Dani se separa y le mira a los ojos.

- ¡Todo! ¡Lo recuerdo todo!

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