domingo, 29 de noviembre de 2009

CAPITULO 64

CAPÍTULO 64

-¡Ángel!

A pesar de sus gritos, la música le eclipsaba. Dani peleaba contra aquella marea de personas, hasta que al fin pudo tocarle el hombro. Aquella persona se volvió.

- Veo que al final te has decidido a venir,- Dani era incapaz de evitar alegrarse -. Ven, vamos a tomar algo.

Fueron hasta la barra. Las chicas desaparecieron al volver a la pista de baile. Dani pide dos whisky con cola. El camarero los sirve en vaso alto y Dani los coge, entregando luego uno a aquel "payaso diabólico".

- Tío, haberme llamado que venías o algo, que me has tenido en un sin vivir.

Trago de whisky.

- ¿No me dices nada?,- Dani se extrañaba -. ¡Ah, claro! Sigues griposo, y la voz la tienes destrozada. Pues haberte quedado en casa, que lo mismo mañana ni te puedes mover,- Dani fija su mirada en el interior de su vaso -. Y yo que quería hablar contigo y no sólo hablar para ti...,- sube la mirada -. Bueno, al menos me has quitado los nervios que tenía encima. Si es que se me estaba formando un nudo en el estómago... Pero bueno, si quieres volvemos a casa y...

El payaso niega con la cabeza, toma a Dani de la mano y se lo lleva al interior de aquella marabunta humana.

- Ángel... Tú ya sabes que no me gusta bailar...,- el otro empezó a contonearse. Dani alucinaba -. ¿Has dado clases de baile o qué? ¡Ah, no! ¡Calla! ¿Por qué no me he dado cuenta antes? Si eres fan de Ortega Cano...,- sonríe e intenta menearse.

Aquel baile, que empezó como simple diversión, pronto tomó tintes carnales, y aquellos dos cuerpos comenzaron a juntarse cada vez más. A medida que avanzaba la música, los dos bailarines fueron acercándose más, hasta que terminan por unirse en un abrazo opresor. La música destrozaba los oídos, el humo enrojecía los ojos, el sudor empapaba sus cuerpos, pero ellos ya no estaban ahí. Estaban en un plano de realidad superior. Un plano donde sólo estaban los dos bailando al compás de una música celestial, juntos, a modo de danza lenta. Dani, hipnotizado por el momento, tomó la barbilla de la máscara y empezó a subirla lentamente. Una mano le paró cuando estaba a punto de descubrir su nariz. Y se besaron. Tras aquel beso, diferente a los de otras veces, el payaso toma a aquel directivo tan moderno de la muñeca y se lo lleva fuera de la pista de baile, a un rincón oscuro y solitario, donde nadie les podía molestar, y siguieron con tan peculiar cortejo.

- Ángel...,- susurraba jadeante Dani -. ¿Y de ésta no acabaré yo también con gripe?,- pero un dedo le tapa la boca.

Los dos van a los aseos de la discoteca y entran en uno de los cubículos individuales, cerrando la puerta por dentro. Dani se quedó de pie, apoyando la espalda en una de las paredes mientras el otro se arrodillaba delante de él y le desabrochaba el cinturón y el pantalón con desesperación.

- Tranquil, nan meu...

Dani empezaba a ver borroso, sin saber si era por el humo o por el alcohol. O por... Se sentía como si viviese un sueño. Se sentía frotar. Se sentía en una nube de algodón blanco bañada por un dorado sol que calentaba su rostro. Se sentía como si estuviera tumbado en un verde y florido prado, acariciado por una fresca brisa de aroma marino. Se sentía como acurrucado entre metros y metros de una suave y blanda colcha rellena de las más exquisitas plumas, con una hoguera encendida en la chimenea y con kilómetros de nieve rodeando aquel lugar.

Se sentía como si en todos aquellos lugares imaginados estuviera él con Ángel. Ángel y él. No existía más mundo que ellos dos, aunque el ruido y el temblor que producía la música, el sonido de las cisternas vaciándose y el dolor que le producía en la espalda al clavársele el porta-rollos le hacían volver a aquella asquerosa realidad.

Pero aquella paz interior, aquella sensación tan espiritualmente llenadora fue interrumpida por un timbre. Dani mostraba en su rostro un gran malhumor raramente mezclado con gran placer.

- Merda...,- susurró al tiempo que se metía la mano en el bolsillo del pantalón -. No me puedo creer que me pase esto ahora...,- dirigiéndose luego a quien estaba entre sus piernas -. Tú sigue, tranquilo -. Dani mira la pantalla del móvil.

Un mensaje de texto.

- "Lo siento, xo m kedo en casa. No m encuentro muy bien. Aun así espero q t lo pases genial. Mñn hablams. Un petó. Ángel".

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