lunes, 7 de diciembre de 2009

CAPITULO 71

CAPITULO 71

Tras tres días en observación, Dani por fin fue dado de alta. Y, para celebrarlo, Ángel quiso llevárselo a su casa de Madrid. Pero los médicos le sugirieron no hacerlo, debido a que, a pesar de estar recuperado, su salud aún estaba resentida. Así que lo celebraron en el piso que tenía alquilado Ángel en Barcelona. Quería pasear con él, ir a la playa, esquiar, ir al cine..., pero la salud de Dani primaba por encima de todo aquello.

- Buen pisito que te has encontrado,- dijo Dani al entrar en la casa de Ángel.

- Sí, bueno... Era lo que el bolsillo me permitía en aquel momento...

Ángel acompaña a Dani hasta el salón y le ayuda a sentarse. Dani miraba con detenimiento cada rincón de aquella casa, pequeña, pero acogedora. Ángel sale del salón.

- ¿Adónde vas?

- A la cocina a preparar la cena. Una cena digna de un rey,- y le guiña un ojo.

- Espera, que te ayudo...,- intenta levantarse, pero Ángel corre hacia él y le obliga a sentarse de nuevo.

- Tú no te muevas. El médico ha dicho que durante unos días no te esfuerces. Que aún estás muy débil,- Ángel retrocede poco a poco hasta salir del salón.

Dani puede oír perfectamente todo lo que ocurre al otro lado. Una alacena cerrándose, ruido de platos, chisporroteo del aceite calentándose, timbres de microondas y horno.

- ¡Ángel!,- grita Dani para hacerse oír entre tanto ruido -. ¿Qué te ha dicho Patri?

- ¿Qué?

- ¿Cómo le va a Patricia?,- Dani se levanta.

- ¡Bien, muy bien! ¡Se ha tomado unos días de vacaciones para poder estar con Dani y Gema!

- Ah...,- susurra mientras avanza hasta el mueble que estaba delante de él.

- ¡Me comentó cómo te fue estos dos últimos meses! ¡Y, la verdad, me siento muy mal por lo que te hice!

- ¡Tranquilo!,- toma una foto enmarcada entre sus manos. Ya no oía a Ángel. Se centró en aquél retrato.

Era una foto de los dos, de cuando fueron a Nueva York, a hacer aquel vídeo sobre Will Ferrell. Have you seen Will Ferrell? Dani sonrió. Echa el aliento en el cristal y pasa la manga de su camisa, pero ese destello no se iba. Al fijarse, se da cuenta de algo que le asustó. La foto... La foto tenía rastros de haber sido arrugada... Rota. Hecha pedazos. Dani supo entonces que Ángel la destrozó después de irse de casa, pero al ver que ha sido reconstruida gracias al celo, supo que aquel enano pasota tenía aún un poco de corazón y se arrepintió. Seguro que hasta lloró. Dani deja la foto en su lugar y pasea su mirada por el resto del mueble.

- ¿Qué haces?

Ángel estaba en la puerta del salón. Se dirige hacia Dani y le lleva de nuevo al sofá.

- Estaba viendo cómo tenías decorada la casa...

- No te muevas de aquí,- le obliga a sentarse en el sofá -. A ver si me voy a volver y te encuentro tirado en el suelo.

- Hombre, tan mal de salud no estoy...

- Por eso te estoy preparando un banquete para reponer fuerzas que más quisiera un oso antes de la hibernación.

- ¿Me estás llamando peludo?,- pregunta Dani, levantando la ceja y acariciándose la barba. Ángel sonríe.

A lo largo de la cena no pararon de reír, de hablar, de recordar. Todo lo malo que les pasó, todo los problemas que tuvieron estaban ya tan lejanos que no podían por menos que sonreír. De repente, Ángel se torna serio. Toma a Dani de las manos y le mira fijamente a los ojos.

- Sé que no puedo viajar atrás en el tiempo para cambiar ciertas cosas. Ojalá tuviera poderes para predecir el futuro e impedir que nos pasen malas cosas, pero es imposible...

- ¿De qué hablas?

- Me gustaría hacer borrón y cuenta nueva, pero hay cosas que jamás podré olvidar, tanto buenos momentos como malos. Por eso...,- Ángel se levanta de su asiento y, sin soltarse de las manos de Dani, se pone junto a él, arrodillado y le pregunta, mirándole a los ojos -, Daniel Mateo Patau, vols casar-te amb mi... altra vegada?

Dani se le queda mirando. Trataba de memorizar aquel rostro, ya que comenzó a verlo borroso (malditas lágrimas...). Así que se arrodilló delante de él y le besó para después abrazarse tan fuertemente que ni el aceite hirviendo, ni las llamas de un incendio les separaría.

FIN

Llegados a este punto, os pido a tod@s los q hayas seguido la historia q m dejeis comentarios sobre ella en general. Muchas gracias x seguirm, y trankilos, q voy a ponerm a pensar nuevas historias

domingo, 6 de diciembre de 2009

CAPITULO 70

CAPITULO 70

Patricia avanza apesadumbrada hasta la puerta. Al tomar el picaporte, se vuelve. Ángel no se había movido un ápice. Seguía de pie, mirando fijamente a Dani. Patricia baja el rostro y sale de la habitación.

Ángel se quedó un tiempo quieto. No sabía exactamente cuánto. Hasta que reacciona y avanza lentamente hasta la silla. Se sienta en el borde. Apoya los codos en las rodillas. Oculta su rostro entre las manos.

- Oh, Dani...

Llora. Lloraba como un niño pequeño. Estuvo todo el rato con la cara tapada, como temiendo que Dani abriera los ojos y le viera. Pero era un sentimiento estúpido. Dani le había visto más de un millón de veces llorar. Ángel consigue calmarse un poco, levanta la mirada y le toma de la mano.

- No sé si me puedes oír, pero si no lo digo ahora, no creo que te lo pueda decir cuando despiertes. Si es que soy un gilipollas. Un desliz lo tiene cualquiera. Te aseguro que hasta yo mismo me hubiera enrollado con alguno, pero es diferente desde el otro lado de la barrera. Lo siento, ¿me oyes? Lo siento de veras. He pasado contigo no sólo los mejores años de mi infancia, sino los mejores años de toda mi vida. Y si te pierdo no sabría qué hacer. Lo estuve pensando mucho. Llevo más de dos meses aquí, en Barcelona, viviendo solo. A pesar de tener amigos, familia, nunca en mi vida me llegué a sentir tan solo. Y era porque te echaba de menos. Dani, te echo de menos. No sabes lo mal que lo pasé cuando me fui de casa. Pero no podía dar marcha atrás. Perdona que no te respondiera ni las llamadas ni los mensajes, ni el correo. Pero necesitaba pensar. Cuando empezó a decaer su persistencia hasta el momento de que lo dejaste, fui yo quien lo pasó mal. No sabía de ti, no tenía noticias, y el corazón se me encogió. Dani, yo ya te perdoné. Sólo espero que me perdones tú algún día... Aunque sé que no me lo merezco,- Ángel baja el rostro.

- Perdono, i oblit.

Aquel susurro débil le hizo levantarse. Ángel no salía de su asombro. Dani le apretaba con poca fuerza la mano mientras intentaba mantener los ojos abiertos. Ángel se sentía como viviendo un sueño, por lo que se abalanzó sobre el yacente y le abraza fuertemente.

- Creí que te perdía,- lloró Ángel.

Dani se quejaba de dolor. Ángel se levanta asustado.

- ¿Qué ha pasado?

- ¿No te acuerdas de nada?

- Sólo recuerdo que me encontré el otro día con Patricia y Dani... ¡Hay que ver lo mayor que se ha puesto su hija!

- Dani...

- Bueno, recuerdo que la comenté nuestra... "discusión"... Y ella se propuso como celestina.

- ¿Y de anoche? ¿No recuerdas nada de anoche? ¿Del restaurante? ¿El piano?

- No. Aunque...

- ¿Qué?,- Ángel estaba excitado.

- Es curioso... He soñado que tocaba el piano en un restaurante...

- No lo has soñado. Pasó de verdad.

- Ángel...

- Dime.

- ¿Me traes algo para comer? Tengo un hambre horrible.

Ángel estalló. Se dejó llevar por un sentimiento mezcla entre alegría y tristeza. Lloraba y reía a la vez. Dani no lo comprendía, pero no quiso preguntarle. Se veía a sí mismo en una cama de hospital, con una bolsa de suero enganchada a su mano. Se sentía cansado, hambriento. Quería saber qué le habría pasado, pero prefirió esperar. No quería romper el momento. Porque al fin Ángel volvía a estar junto a él. Aunque fuera en ese momento...

- Dani... ¿Me has oído antes? ¿Cuando te hablaba?

- Algo sí que he oído...

- ¿Y bien? ¿Me perdonas todo lo que he hecho?

- ¿Me perdonas tú a mí?

Los dos se miraron a los ojos durante unos segundos, hasta que se abrazan nuevamente.

sábado, 5 de diciembre de 2009

CAPITULO 69

CAPITULO 69

- No puede ser, no puede ser...,- repetía sin cesar Ángel en su mente.

Pero sí podía ser. Porque ahí estaba, sentado al piano, con esmoquin, aporreando el teclado. La gente comenzó a llamar a los camareros, el maitre pedía disculpas a los clientes mesa por mesa. Los acordes, la melodía, el ritmo... todo estaba mal. Pero eso a Ángel apenas le importaba. Se quedó embobado mirándolo. Los sentimientos comenzaron una carrera hasta sus ojos para ver cuál era el primero en salir.

- Dani...,- susurró.

El maitre se adelanta hasta el piano y habla con el pianista. Éste para de tocar, mira a Ángel, se levanta y se va. La gente aplaude. Ángel se levanta raudo y le toma del brazo.

- ¡Dani!,- Ángel se asustó al verle de cerca. Dani no parecía aquel tipo larguirucho y alegre que conocía. No. Aquella persona que tenía ante sus ojos era alta, cierto, pero muy delgada, con la barba mal arreglada, rostro blancuzco, ojos rojos, ojeras enormes, débil tanto física como anímicamente. La tristeza le había conquistado plenamente.

- ¡Dani! ¡Cuánto tiempo!,- exclamó Ángel, tratando de disimular su sorpresa -. ¿Qué es de tu vida?

- Ángel...,- contestó Dani, con una forzada sonrisa en su rostro -. ¿Me has visto tocar? Llevo un mes ensayando...

- Dani, ¿estás bien?

- La profesora me ha apoyado mucho y...,- Dani desvía la mirada, una mirada vacía y con atisbos de locura.

- Dani... ¡Dani! ¡Mírame!,- Dani le mira a los ojos -. ¿Cómo me has encontrado?

- Patricia es muy buena amiga, ¿verdad?,- le acaricia el rostro -. Le pedí que te buscara, que hablara contigo. Seguro que no querías verme más...,- vuelve a desviar la mirada.

- No, no. ¡Jamás! Mírame,- Dani esta vez no reacciona -. Yo siempre te he querido, incluso después de aquello. Pero es que no soporto que me mientan o que me oculten cosas. Ya te lo dije aquella vez: prefiero que me seas infiel a que me mientas. Aunque no lo creas, lo he pasado mal, muy mal. Pero necesitaba un tiempo para pensar, pensar en nosotros, en perdonarte. Y, la verdad, viéndote ahora, no me perdonaría nunca el haber hecho aquello. Si es que hasta los peores pecados se te pueden perdonar...,- Ángel le mira de arriba a abajo-. ¡Dios! ¡Mírate! ¡Estás hecho una auténtica mierda! ¿Se puede saber qué te ha pasado todo este tiempo?,- le abraza. En ese momento, le palpa toda la espalda. Se separa asombrado. Le desabrocha la chaqueta y le sube la camisa. La delgadez extrema a la que había llegado horrorizó a Ángel -. Mare de Deu! ¿Desde cuándo no comes?

Dani le mira, le acaricia el rostro, dibuja una tímida sonrisa. Entonces, su mano cae muerta, abre un poco la boca, sus ojos tornan blancos, echa la cabeza hacia atrás y se deja caer. Ángel le agarra del tronco y cae arrodillado junto a él. Los gritos de Ángel alertan a los comensales, quienes acuden junto a él.

Ángel se pasó el resto de la noche al lado de la cama. Estaba más atento al suero que a Dani. Le miraba entre tierno y triste. Era como si durmiera. Como si no hubiera pasado nada.

- Mañana te repondrás y podremos hablar,- pensaba.

Patricia estaba de pie, mirando por la ventana de la habitación. Había llorado. Se abrazaba a si misma como si tuviera frío. Vuelve su mirada hacia Ángel.

- ¿Cómo es que no llamaste a un médico cuando le viste?,- pregunta sin desviar la mirada de Dani.

- Ángel...

- ¿Cómo, siendo nuestra amiga, no te diste cuenta?

- Por favor. No es el momento...

- ¿Y cuando iba a ser el momento?,- se vuelve. La ira le estaba poseyendo poco a poco -. ¿Cuando le pusiéramos dentro de una caja de pino a dos metros bajo tierra?,- se levantó de la silla donde estaba sentado. Se adelanta hacia la rubia, amenazante -. ¡Era tu deber llamarme!

- ¡Ángel! ¡Estabais peleados! Seguro que no me habrías escuchado...,- baja la mirada.

- ¡Eso no lo sabías! Pero te puedo asegurar que si me hubieras llamado habría ido como el rayo hacia donde él estuviera.

- ¿Y por qué le dejaste?,- Patricia levanta los ojos. Ahora era ella la envalentonada.

- Tenía que pensar...,- desvía la mirada a medida que su enfado perdía intensidad. Le miraba -. ¿Por qué le dejaste hacer este esfuerzo tan sobrehumano?

- Le veía tan enamorado que no pude negarme...,- Patricia también posó su mirada en el cuerpo de Dani. Luego mira a Ángel -. ¿Qué piensas hacer?

Ángel levanta la mano. Patricia se calla.

- Vete a casa, anda. Déjame a solas con él...

viernes, 4 de diciembre de 2009

CAPITULO 68

CAPITULO 68

Barcelona. Una fresca y calurosa tarde de abril. Las Ramblas vuelven a vibrar con el paso de la gente. Rojo. Olor a papel y a tinta. Sant Jordi. Ángel pasea por entre la multitud. De vez en cuando se ve atraído por los productos de los stands, los ojea, pero no le apatece comprar ningún libro. No porque no quiera, sino porque no puede. Ya tiene suficiente con saberse el guión del enésimo corto que va a protagonizar. También se encuentra inmerso en la composición de la banda sonora de dicha película, lo que le está trayendo más de un quebradero de cabeza. Una voz se levanta entre el jolgorio.

- ¡Ángel!

Ángel se vuelve y ve un brazo levantado. Le reconoce saludándolo.

- A veure si quedem un dia!

- Quan tingui un buit et crido, que estic molt embullat amb el curt.

- Val, una abraçada. I molta merda!

- Gràcies.

Al darse la vuelta, se choca con alguien.

- Perdona.

Ángel se agacha para recoger la rosa que se ha caído. Al entregarla, una dulce mano le llama la atención. Ángel se queda petrificado. Esa mano... Los dedos reclaman la flor mientras Ángel levanta la vista.

- ¿Qué pasa, Ángel? Ni que hubieras visto un fantasma...

Ángel abre los ojos de par en par.

- Pues casi sí...

- ¿No me vas a dar un abrazo?

- ¡Claro!,- se abrazan -. Pero, ¿qué haces en Barcelona, Patricia?

- Pues he venido a pasar unos días con mi marido y mi hija,- Patricia toma la mano de un hombre de aspecto rudo, pero de carácter tierno. Besa a Patricia y protege con el otro brazo a una niña de unos nueve años.

- Hola Dani,- se dan la mano -. ¿Qué tal va el grupo? He oído rumores de que...

- Pues ahí estamos, Ángel. Dudo mucho que saquemos otro disco, pero echando la vista atrás, estamos muy contentos con todos estos años.

- ¿Y ésta quién es?,- Ángel se arrodilla ante la niña sonriendo. La pequeña baja la vista.

- Pues nuestra pequeña joya...,- Patricia la mira.

- Claro... Por eso la llamásteis Gema...

- ¿Y Dani? ¿Por dónde anda?,- Patricia estira el cuello.

- Eso quisiera yo saber...,- susurra Ángel, quien al momento contesta -. Pues no lo sé, la verdad...

Patricia nota la mirada vacía de Ángel, la apatía que emana de su cuerpo al nombrar a Dani.

- ¿Ha pasado algo?

- Pues verás... Es que hace unos meses, en carnavales, Dani y yo, pues... discutimos... Me fui de casa,- Patricia se entristece -. Y no pasa un solo día de que me arrepiente de aquello, pero era lo mejor. Yo no quería sufrir por él, y tampoco quería verle sufrir.

- ¿Y no has vuelto a saber de él?

- Bueno... Los primeros días me llamaba al móvil, pero yo no contestaba. Al cabo del tiempo, su insistencia decayó hasta que hace un par de semanas que ya no sé nada de él.

- Anímate, que al menos tienes tu música y tus cortos,- Patricia pone su mano sobre su hombro.

- Sí...,- Ángel cada vez se volvía más gris.

- Mira, ¿qué te parece quedar esta noche para cenar?

- La verdad es que no he hecho la compra y...

- No, no en tu casa. Mira, acabamos de ver un restaurante muy majo un poco más arriba que debe de estar muy bien. Hemos hecho ya la reserva para esta noche, pero podemos llamar para decir que se apunta uno más...,- Patricia toma el móvil de su bolso.

- No sé...

- Dí que sí, tío,- responde Dani Martín -. Hazlo por los viejos tiempos...

Tras unos segundos dudando, Ángel afirma con la cabeza. Patricia llama y se despiden.

Al regresar a casa no pudo por menos que llorar. Volvió a recordarle... Y eso le hacía daño... Pero no tanto como el que le hizo a él. Avanzó rápido hasta la cocina y abre el frigorífico. No esperaba volver a tomar aquel remedio para olvidar, pero el encuentro con Patricia le hizo recuperarlo. Toma un vaso y lo llena del contenido de aquella botella. Lo toma en su mano, se queda mirando el interior del vaso unos segundos antes de tomarse todo el líquido de un trago. Una mueca de asco y un par de golpes de su puño en el pecho. Aún no sabía por qué tomaba aquello si no soportaba el alto porcentaje de alcohol que aquello llevaba. El resto de la tarde permaneció sereno. No quería aparecer en el restaurante como un borracho. Se puso elegante y bajó a la calle. Tomó un taxi y se apeó delante de la puerta del restaurante.

- Una mesa creo que a nombre de Patricia Conde.

- Sí, por aquí,- aquel elegante hombre le acompañó hasta una mesa -. ¿Desea pedir algún entrante el caballero?

- No... Bueno sí, quizá un vino.

- Le traeré la carta de vinos,- y el hombre se despide con una reverencia.

El ambiente del restaurante era agradable. Diálogos susurrados. Sonidos de cubertería leves. Agradable música en vivo. Un quinteto de jazz magnífico. El contrabajo señalando los ritmos de la melodía, la batería con su característico charlestón dulce, el clarinete canturreando melodías conocidas, y el piano ayudando con los acordes. Tras unos segundos de descanso, el piano comienza a tocar. Pero no era como antes. Los acordes eran cromáticos, atonales totalmente. La gente comenzó a cuchichear mirando al escenario donde estaban los músicos. Ángel se vuelve. No se podía creer lo que sus ojos veían.

jueves, 3 de diciembre de 2009

CAPITULO 67

CAPITULO 67

Dani apretaba las manos de Ángel entre las suyas. No podía levantar la mirada. No era digno de mirarle a los ojos. Ángel no se merecía que sus ojos se mancillaran con su mirada. Ángel le miraba, entre sorprendido y miedoso.

- Venga, Dani…,- Ángel apenas tenía voz. Se imaginaba cualquier cosa.

- Verás Ángel…,- Dani no lograba levantar los ojos de las manos -. El motivo por el que no duermo desde hace días es…,- suspiro -. Esto… ¿Te acuerdas de la otra noche, cuando lo de la fiesta?,- consiguió mirarle a los ojos.

- Sí…,- susurró Ángel. Sabía que todo empezó aquella noche. Algo pasó.

- Pues el asunto es que…,- volvió a bajar el rostro -. Me encontré con alguien… que se te parecía bastante… O esa fue mi impresión… Estaba tan obsesionado contigo aquella noche que me parecía verte por todas partes…,- Ángel tomó las manos de Dani entre las suyas y las apretó. Dani giró el rostro -. No. No puedo hacerlo…

- Dani…,- Ángel se temía lo peor -. Dímelo. Si no, no volverás a dormir por las noches.

- Ángel…,- los ojos de Dani comenzaron a brillar tristemente cuando se encontró con los de Ángel -. Hubo un chico que llevaba un disfraz muy parecido al tuyo aquella noche… O eso me pareció al principio… Creí que eras tú… Bailé con él… Luego nos besamos…,- Dani derramó una lágrima -. Él me llevó a los baños… y… y…,- no pudo continuar.

Dani se apoyó en su hombro y lloró. Ángel también inclinó la cabeza y le acompañó. Le acarició la nuca.

- Tranquilo… Ya pasó…,- le calmaba -. ¿Ves como no ha sido tan difícil? Ahora tendrás la conciencia tranquila y podrás dormir por las noches…

- No lo sé…,- los sollozos le entrecortaban.

- Tranquilo, porque te perdono.

Dani se levanta y le mira a los ojos, incrédulo.

- ¿De veras?,- Ángel asiente -. ¡Gracias! ¡Gracias Ángel!,- y le besa.

- Te perdono,- continúa Ángel, cuando logra parar a su amigo -, sobre todo porque eres un tío. Y los tíos, ya sean heteros o gays, siempre estamos pensando en lo mismo, y…

- No. No es verdad. No me has entendido,- Dani le mira serio.

- Sí que te he entendido. Me confundiste con uno que se disfrazó igual que a mí, y eso te llevó a aquel fatal error.

- Pero no pasó nada. O eso quiero pensar… Tan sólo que él…

- Dani. Yo te amo. Y sé que tú me amas. Y eso jamás cambiará. Y ahora vamos a la cama a dormir.

Ángel se levanta del sofá, todavía agarrado a Dani. Éste le mira perplejo. De repente, Dani se arrodilla en el suelo ante él y le abraza por las piernas.

- ¡Oh, Ángel!,- lloraba amargamente -. ¡No soy digno de tu perdón! ¡No me lo merezco!

Ángel le ayuda a levantarse. Se abrazan. Van hasta la habitación y se meten en la cama. El silencio gobernó aquel cuarto como si de un infranqueable muro se hubiese levantado entre los dos. No se hablaron. Tan sólo pensaron en aquella conversación que acababan de tener. Ángel miraba al techo. Dani le daba la espalda, acurrucado entre las sábanas. Lloró en silencio, hasta que se durmió.

Se despertó asustado. Su conciencia no estaba tranquila del todo. Miró el despertador. Ya eran poco más de las ocho de la mañana. No se atrevía a volverse. Se sentía mal por haberle contado todo a Ángel, más incluso que cuando se lo ocultaba. Pero logró encontrar algo de valor en su alargado cuerpo.

- Ángel…,- susurró sin volverse -. Muchas gracias por perdonarme, pero no me lo merezco. Es más, no te merezco. Te mereces a alguien que no te deje solo si estás enfermo. Debí haberme quedado contigo aquella noche… No me veo con el valor suficiente de mirarte a los ojos. No soy digno de merecer su brillo. Ni tampoco de tus besos, ni tus abrazos. Me siento sucio desde entonces… No quiero contagiarte, porque para mí eres la pureza hecha carne. Una carne que no me merezco probar jamás…,- silencio -. Ángel…

Dani se vuelve. El lugar de Ángel en la cama estaba vacío. Se incorpora. Al palpar el hueco de la cama, encuentra una nota.

- “Perdono, peró no oblit”.

Dani lloró en silencio. Sabía lo que eso significaba. Miró a su alrededor y vio la pueta del armario entreabierta. Se levanta de la cama y avanza lentamente, imaginándose lo que al final descubrió. Toda la ropa de Ángel desapareció. Aunque había muchos objetos personales de Ángel en la casa (sus TP’s, fotos, su teclado...), sabía que Ángel volvería más tarde a por ellos. Dani pensaba en hablar con él entonces, pero sería imposible. Si Ángel tomaba una decisión, era muy difícil hacerle cambiar.

martes, 1 de diciembre de 2009

CAPITULO 66

CAPITULO 66


A la mañana siguiente, Ángel se despertó. Miró el hueco de su cama y se puso serio. Se levantó y se fue a la cocina. Entre toses, logra preparar un zumo de naranja al que añade una cucharada de azúcar (aún no era época de naranjas, y salían ácidas) con un chorrito de miel. Envuelto en la bata, se refugió después en el calor del café.



Dani apareció poco después. Ángel se compadeció de él. Nunca antes le vio de aquella manera. Se había acostado vestido. Tenía la camisa totalmente arrugada, aunque se puso después la chaqueta encima. Se había quitado la bufanda y el cinturón. Su rostro aparentaba treinta años más de los que tenía realmente. Sus ojos estaban rojos, con unas bolsas debajo que le llegaban casi hasta el ombligo. Su barba, su exótica barba de tres días daba la sensación de ser una barba descuidada, de varias semanas.



- Algo le pasa,- pensó. Pero no se atrevía a hablar -. Si no ha dormido en toda la noche, estará de un humor de perros.



Dani se preparó el desayuno. No miró a Ángel en ningún momento. Ni siquiera le dio los buenos días.



- Sólo puede estar así por dos razones,- Ángel siguió con sus pensamientos -. O está así porque no he estado con él, o le ha pasado algo anoche. ¿Se peleó con alguien? ¿La policía le habrá pedido la documentación? ¿No fue la fiesta como él esperaba?



Quería saberlo todo, pero tenía miedo. Miedo por la reacción de Dani. Miedo por no poder defenderse debido a la gripe. Miedo por lo que fuera a decirle. Y así pasó el día. En silencio entre ellos.



Pasó el tiempo, y Dani cada vez tenía peor aspecto. Ángel sabía que le pasaba algo, y que si Dani no lo hablaba, se pasaría el resto de su vida sin poder pegar ojo. Tuvo momentos en que casi logra hablar con él, pero se arrepentía y callaba. Hasta que…



- Dani…



Estaban los dos en casa viendo una película en la televisión. Ángel quería, necesitaba reclinarse sobre el hombro de Dani, pero el gesto serio de éste le hizo desechar la idea.



- Dani…



Dani gruñó.



- Tengo que hablar contigo.



- Estoy viendo la peli.



- Esto es más importante.



Con gesto de cierto malestar, Dani toma el mando y paga la televisión. Se miran de frente.



- ¿Qué tripa se te ha roto?

Ángel se quedó mudo. A pesar de tener un rostro totalmente apático y falto de sentimientos (muy raro en Dani), sus ojos delataban una furia interna indescriptible.



- Esto… Verás…,- Ángel comenzó a tartamudear, a mover sus ojos sin rumbo, a juguetear con las manos.



- Venga Ángel. Que no tengo todo el día,- el tono imperativo de su voz le puso los pelos de punta.



Ángel cierra los ojos, toma aire, y le coge de las manos.



- Dani. ¿Se puede saber qué te pasa? Llevas días, bueno…, noches sin dormir. Estás de muy mal humor. Algo te pasa. Y no te creas que no me he dado cuenta. Estás así desde el día de la fiesta. Ya te pedí perdón por no poder ir. Comprendo que te enfades conmigo por aquello, pero que estemos días desde entonces sin hablarnos siquiera… No, no quiero admitirlo. Es por algo más. Seguro que te pasó algo aquella noche. Dímelo. ¿Qué fue? ¿Te peleaste con alguien? ¿La poli te detuvo? ¡Qué! Dímelo ya.



Dani endureció su rostro y se deshizo de las manos de Ángel.



- Dani, dímelo.



- No,- Dani le dio la espalda.



- Si no lo sacas… ¿Acaso quieres pasarte el resto de tu vida sin poder dormir? No creas que no me he dado cuenta. Algo te ha pasado. ¿Es demasiado para que yo lo sepa? Jamás hubo secretos entre nosotros. No, desde aquella noche que casi nos cuesta la vida. Dímelo, Daniel.



Ángel jamás llamaba a Dani con el nombre entero. Sólo lo hacía por dos motivos: enfado o súplica. Y el rostro de Ángel en aquel momento era demasiado dulce como para tener ira. Dani se levanta del sofá y se dirige a la puerta del salón.



- Dani…



Dani se quedó apoyado en la pared del pasillo, de modo que Ángel no le viera. Le oyó gemir. Dani cerró los ojos y se llamó a sí mismo idiota. ¿Cómo ha sido capaz de hacerle eso a aquella persona, aquel que estaba en su salón, llorando por él? ¿Ese por el que se desvive todos los días? Dani lloró en silencio. Los gimoteos de Ángel ya eran suficientes. Dani abre los ojos, se limpia las lágrimas y traga saliva. Vuelve a entrar en el salón.



- Ángel…,- apenas tenía voz.



Ángel le mira sorprendido.



- ¡Dani!



- Ángel…,- se sienta a su lado y le toma de las manos -. Tengo que hablar contigo…











Y ahora un regalito xa tod@s (ls q estuvimos hablando anoche sabrán a q m refiero):



Como cada sábado por la mañana, Ángel, Dani y Patri se fueron al gimnasio. Al principio fue todo muy raro. La gente no paraba de pedirles autógrafos y de hacerse fotos con ellos. Pero al pasar los días, ya empezaron a dejarles tranquilos y lograron ser tres anónimos más que iban al gimnasio a mantenerse en forma.



- Yo, la verdad, es que no lo necesito,- decía Ángel todos los días, con falsos aires de grandeza. Aunque la realidad era otra: se pasaba todo el día machacándose en las máquinas.



Patri era más de hacer yoga, aunque no le hacía ascos a una bicicleta.



- No creáis que esta cinturilla de avispa es fácil de mantener.



Dani sí que tenía un problema…



- Desde lo de la “Cuore” estoy muy obsesionado.



- Pero si tú estás muy bien así…,- le respondió Ángel, poniendo ojitos.



Comenzaron los tres a la vez con bicicletas, luego pasaron a cintas, pero cuando empezó la sesión de yoga, Patri les abandona, y Dani y Ángel usaron máquinas individualmente.



Al cabo de un rato, Ángel abandona.



- ¿Tan pronto?,- sonríe Dani, levantando una ceja.



- Me voy a la ducha, que estoy sudando a mares.



- Mmmm…



Ángel se fue al vestuario. Allí se quita la camiseta. El sudor hacía brillar su cuerpo. Cuando se quita los pantalones, un ruido le sobresalta.



- ¡Patri!



Patricia estaba escondida entre las taquillas. Ángel se subió rápidamente los pantalones.



- ¡Joder! ¡Qué susto me has dado!



Patricia no respondió. Tan sólo le miraba de soslayo, con la cabeza levemente gacha. Avanzó hacia él lentamente, mientras se mordía la yema del dedo. Ángel se asustó y comenzó a andar hacia atrás, sin dejar de mirar a Patricia. Ángel choca con la pared. Patricia le acorrala. No tenía escapatoria.



- Ángel…,- susurraba la rubia mientras jugaba con su dedo entre el vello pectoral del catalán.



- ¿Qué piensas?



Patricia contestó con un apasionado beso a la vez que lo abraza por el cuello. Ángel no salía de su asombro, pero se dejó llevar y la abrazó por la cintura. Sus lenguas se encontraron mil y una veces en sus bocas. Ángel la levantó y la llevó en volandas hasta uno de los bancos. Ángel metió sus manos por debajo de la chaqueta del chándal de Patricia. Un simple movimiento y sacó sus manos junto al bra, tirándolo lejos. Patricia se quita la chaqueta y se abalanza sobre el enano, dejándolo tumbado sobre el banco. Patricia, con su mirada de loca tan característica, toma la cintura del pantalón de Ángel y lo baja lentamente. Ángel miraba asombrado, sin saber qué hacer.



- Veamos si es cierta la regla de la “L”…,- dijo socarronamente la presentadora mientras desplazaba sus manos por el calzón de él. Los ojos de Patricia lo dijeron todo.



Ángel, mirando a otro lado con una sonrisa entre nerviosa y vencedora, toma a Patricia y la tumba a ella. Le quita los pantalones y mete su mano sutilmente dentro de su lencería. Patricia cierra los ojos mientras experimenta el placer que aquello le producía. Patricia se mordía las yemas de los dedos. Nunca antes nadie había conseguido excitarla tanto.



- Ángel…,- susurró la rubia, mientras le miraba con los ojos entornados. Ángel comprendió y subió de nivel. Con las piernas a cada lado del banco, Patricia permitió a Ángel entrar en su venusiana cueva con la marciana llave del enano. Como si de Alí Baba se tratase, Ángel era el único que sabía las palabras mágicas para que Patricia viera el camino directo al éxtasis. Pero un ruido les interrumpe. La puerta se abre. Nerviosos, se levantan y corretean por el vestuario. Ángel toma a Patricia y la esconde en una de las duchas, corriendo la cortina justo a tiempo.



- Ángel, ¿qué haces? ¿A qué juegas?



Dani se quedó quieto como una estatua. Miró a Ángel de arriba a abajo. Se quedó mirándole la entrepierna.



- Esto…,- dijo, señalando dicho lugar.



- ¿Eh…?,- Ángel, jadeante, se mira la entrepierna. Toma el calzón y se lo pone.



- ¿Se puede saber qué estabas haciendo?,- Dani le miró a los ojos, extrañado, mientras daba un paso hacia atrás.



- ¡No, no! ¡No es lo que piensas!



- No quiero saber lo que haces en la intimidad, pero esto ya es demasiado…,- Dani se dio la vuelta para irse.



- ¡Dani!



Dani se vuelve. Esa voz no era la de Ángel. Y ahí estaba, tapándose con la cortina de la ducha, y con el sonrojo envolviéndole el rostro.



- ¿Patri?



Dani pasaba su mirada de Patricia a Ángel, y viceversa. Y al fin comprendió. Dani se adelanta a Patricia.



- Ángel es sólo mío,- le susurra.



- Eso habrá que verlo,- y besa a Ángel en la boca. Cuando termina, recoge el relevo Dani.



- ¿Y bien?,- le preguntan los dos. Ángel se relamía con los ojos cerrados. Al abrirlos, movió su mirada entre aquellas dos personas que le estaban interrogando con la mirada. Ángel, con su sonrisa tan malvadamente hermosa, toma a los dos de las muñecas y los mete en la ducha, corriendo él la cortina tras de sí.


lunes, 30 de noviembre de 2009

CAPITULO 65

CAPITULO 65

El rostro de Dani se desencajó por completo. Acababa de recibir un mensaje de Ángel... que estaba en casa... Si Ángel estaba en casa..., entonces..., ¿quién era el que estaba de rodillas...? Dani, con el terror escrito en su mirada le arrancó la máscara. El joven que se quedó al descubierto se volvió, cubriendo su rostro entre sus manos. Los ojos de Dani empezaron a enrojecerse, pero no de llorar o por el humo, sino de ira. Pura ira. Deseaba en ese momento darle una paliza a ese chico que estaba sentado en el suelo. La música estaba alta, y en el resto de cubículos había parejas actuando igual que ellos hasta hace unos instantes. Pero esa ira, esa paliza no iba dirigida a ese pobre infeliz. Lo que Dani deseaba era desahogarse consigo mismo. Así que le tiró la máscara al joven, se abrochó el pantalón y salió bastante malhumorado del baño directo a la salida de la discoteca.

A medida que andaba por la calle, el enfado se le desvanecía. Aunque, mejor dicho, se le cambiaba el mal humor por la tristeza. Por cada paso que daba, un gramo de ira se transformaba en una lágrima de tristeza, hasta que se oculta en una esquina. Apoyando su espalda en la pared, se dejó llevar y liberó toda la tristeza que le empezaba a carcomer. Su rostro, en un momento dado, se endureció. Apretó los dientes y dio un golpe con el puño en la pared. Volvió a llorar amargamente. Y así estuvo durante varios minutos. Cuando logró calmarse, metió la mano en un bolsillo de la chaqueta para coger un pañuelo, pero sacó también las llaves de la casa. Se las quedó mirando como un idiota.

- ¿Debo o no debo...?,- pensaba -. Si se lo cuento, podré tener la conciencia tranquila, pero el pobre Ángel... Y si no se lo cuento, mejor para él, pero estaré de un rayado... ¿Qué hago? ¿Qué demonios hago?

Se pasó el resto de la noche vagando por las calles de Madrid, cabizbajo, apesadumbrado. No le dio importancia los gritos de un grupo de chavales a punto de pelearse en la acera de enfrente. No le dio importancia a la prostituta que estaba trabajando en el interior de un portal mientras otras tres compañeras se le insinuaban. No le dio importancia al empujón que le dio un chaval que apareció corriendo en una esquina. No le dio importancia a nada. A nada excepto al lugar donde le llevaron sus pasos.

Alzó la mirada y vio el número del portal. Empujó la puerta y accedió al portal. Subió las escaleras y metió la llave en la cerradura. El interior de la casa estaba oscuro. Todo era silencio. Dani avanzó con cuidado hasta llegar al dormitorio del enano. Dormía plácidamente. Realmente era un ángel. Dani se acercó tímido hasta él. Le miró. La habitación estaba prácticamente a oscuras, pero Dani podía apreciar los rasgos de su rostro.

- Ángel...

Quiso acariciarle, pero se detuvo. Se sentía tan sucio desde el incidente que presentía que todo lo que tocara acabaría convertido en mierda. Así que salió de la habitación y se fue al salón, a la terraza. Allí, Dani saca de su bolsillo un paquete de tabaco y toma un cigarrillo. Enciende el mechero y lo acerca al pitillo. Primera calada. A pesar de ser la marca que siempre consumía, aquel era un sabor distinto, almizclero, amargo. Miró el cielo estrellado. La luna parecía recriminarle por su acción desde ahí arriba, y le daba la espalda en su cuarto menguante.

- ¿Por qué no me di cuenta antes?,- se atormentaba a sí mismo -. ¿Por qué? Aquel chico era tan alto como yo... El disfraz era de colores diferentes... La máscara...

Dani no podía olvidar la cara de aquel muchacho, de no más dieciocho años, pelo muy corto, rostro afeminado. Si hasta le pareció ver que llevaba pendientes en ambas orejas. Dani empezó a llorar, no por él, no por Ángel, sino por el chico. Tan joven y ya seguro que ha visitado muchos baños... Bajó la mirada y se miró la entrepierna.

- Y todo por pensar con esto...,- pensó enfurecido -. Estoy por coger un cuchillo y... y...,- vuelve el rostro y suspira enojado.

Un abrazo por la cintura. Un beso en el cuello. Un mentón posándose en su hombro.

- ¿Qué tal te lo has pasado?

- ¿Qué haces despierto?,- pregunta Dani, asustado.

- Tenía sed y fui a beber agua, y, al pasar, he visto la puerta de la terraza abierta y...

- Vete a la cama, anda, que así no te vas a curar nunca.

La voz de Dani sonaba imperativa, distante, apática.

- ¿Te encuentras bien?

- Sí, muy bien,- Dani se metió dentro de la casa.

Ángel estaba perplejo.

- Oye, perdona por el mensaje. Pero me dijiste que cualquier cosa que te llamara.

- E hiciste muy bien,- Dani apaga el cigarro a medio consumir en un cenicero del salón.

- ¿Te ha molestado algo? ¿Ha pasado algo?,- Ángel entra en el salón y avanza hasta donde está Dani.

- No. Nada,- sale del salón -. Me voy a la cama.

- ¿Y mi besito de buenas noches?,- Ángel le hablaba dulcemente mientras ponía morritos, pero Dani se mete en su habitación.

Ni siquiera se ha vuelto para mirarle. No podía.

domingo, 29 de noviembre de 2009

CAPITULO 64

CAPÍTULO 64

-¡Ángel!

A pesar de sus gritos, la música le eclipsaba. Dani peleaba contra aquella marea de personas, hasta que al fin pudo tocarle el hombro. Aquella persona se volvió.

- Veo que al final te has decidido a venir,- Dani era incapaz de evitar alegrarse -. Ven, vamos a tomar algo.

Fueron hasta la barra. Las chicas desaparecieron al volver a la pista de baile. Dani pide dos whisky con cola. El camarero los sirve en vaso alto y Dani los coge, entregando luego uno a aquel "payaso diabólico".

- Tío, haberme llamado que venías o algo, que me has tenido en un sin vivir.

Trago de whisky.

- ¿No me dices nada?,- Dani se extrañaba -. ¡Ah, claro! Sigues griposo, y la voz la tienes destrozada. Pues haberte quedado en casa, que lo mismo mañana ni te puedes mover,- Dani fija su mirada en el interior de su vaso -. Y yo que quería hablar contigo y no sólo hablar para ti...,- sube la mirada -. Bueno, al menos me has quitado los nervios que tenía encima. Si es que se me estaba formando un nudo en el estómago... Pero bueno, si quieres volvemos a casa y...

El payaso niega con la cabeza, toma a Dani de la mano y se lo lleva al interior de aquella marabunta humana.

- Ángel... Tú ya sabes que no me gusta bailar...,- el otro empezó a contonearse. Dani alucinaba -. ¿Has dado clases de baile o qué? ¡Ah, no! ¡Calla! ¿Por qué no me he dado cuenta antes? Si eres fan de Ortega Cano...,- sonríe e intenta menearse.

Aquel baile, que empezó como simple diversión, pronto tomó tintes carnales, y aquellos dos cuerpos comenzaron a juntarse cada vez más. A medida que avanzaba la música, los dos bailarines fueron acercándose más, hasta que terminan por unirse en un abrazo opresor. La música destrozaba los oídos, el humo enrojecía los ojos, el sudor empapaba sus cuerpos, pero ellos ya no estaban ahí. Estaban en un plano de realidad superior. Un plano donde sólo estaban los dos bailando al compás de una música celestial, juntos, a modo de danza lenta. Dani, hipnotizado por el momento, tomó la barbilla de la máscara y empezó a subirla lentamente. Una mano le paró cuando estaba a punto de descubrir su nariz. Y se besaron. Tras aquel beso, diferente a los de otras veces, el payaso toma a aquel directivo tan moderno de la muñeca y se lo lleva fuera de la pista de baile, a un rincón oscuro y solitario, donde nadie les podía molestar, y siguieron con tan peculiar cortejo.

- Ángel...,- susurraba jadeante Dani -. ¿Y de ésta no acabaré yo también con gripe?,- pero un dedo le tapa la boca.

Los dos van a los aseos de la discoteca y entran en uno de los cubículos individuales, cerrando la puerta por dentro. Dani se quedó de pie, apoyando la espalda en una de las paredes mientras el otro se arrodillaba delante de él y le desabrochaba el cinturón y el pantalón con desesperación.

- Tranquil, nan meu...

Dani empezaba a ver borroso, sin saber si era por el humo o por el alcohol. O por... Se sentía como si viviese un sueño. Se sentía frotar. Se sentía en una nube de algodón blanco bañada por un dorado sol que calentaba su rostro. Se sentía como si estuviera tumbado en un verde y florido prado, acariciado por una fresca brisa de aroma marino. Se sentía como acurrucado entre metros y metros de una suave y blanda colcha rellena de las más exquisitas plumas, con una hoguera encendida en la chimenea y con kilómetros de nieve rodeando aquel lugar.

Se sentía como si en todos aquellos lugares imaginados estuviera él con Ángel. Ángel y él. No existía más mundo que ellos dos, aunque el ruido y el temblor que producía la música, el sonido de las cisternas vaciándose y el dolor que le producía en la espalda al clavársele el porta-rollos le hacían volver a aquella asquerosa realidad.

Pero aquella paz interior, aquella sensación tan espiritualmente llenadora fue interrumpida por un timbre. Dani mostraba en su rostro un gran malhumor raramente mezclado con gran placer.

- Merda...,- susurró al tiempo que se metía la mano en el bolsillo del pantalón -. No me puedo creer que me pase esto ahora...,- dirigiéndose luego a quien estaba entre sus piernas -. Tú sigue, tranquilo -. Dani mira la pantalla del móvil.

Un mensaje de texto.

- "Lo siento, xo m kedo en casa. No m encuentro muy bien. Aun así espero q t lo pases genial. Mñn hablams. Un petó. Ángel".

sábado, 28 de noviembre de 2009

CAPITULO 63

CAPITULO 63

Dani llegó hasta la puerta de la discoteca. Tuvo que guardar cola durante unos minutos que se le hicieron eternos más por el frío de la calle que por la espera en sí. La bufanda protegía sobremanera su cuello, oculta tras la chaqueta totalmente abrochada, con el cuello vuelto. Las manos metidas en los bolsillos, con los brazos tan estirados que pareciera que se le iban a salir por debajo. Los hombros ayudaban a ocultar su rostro del frío.

Cuando consiguió atravesar el infranqueable muro del portero, abrió la puerta y se encontró de frente con dos jóvenes muchachas en el interior. Una estaba disfrazada de conejita y la otra de enfermera. Una de ellas le entregó un ticket que Dani pagó y pudo al fin entrar en la discoteca.

Ahí la temperatura era más pasable, la música era atronadora y la pista de baile estaba abarrotada de gentío. A duras penas pudo llegar hasta la barra. Ahí, un camarero vestido de pirata tomó nota de su pedido. Mientras el camarero vaciaba en un vaso largo el interior de dos botellas, una muchacha se acercó a la barra a pedir su bebida. La chica se fijó en Dani, quien estaba de espaldas a la barra apoyado con los codos, y mirando al frente, pensativo.

- ¿Dani?,- dijo la chica, poniéndose en el campo de visión del catalán. Aquello surtió efecto y Dani se fijó en ella -. ¿Eres Dani Mateo?

- Sí.

- ¡Por fin! ¿Se puede saber cuándo coño vas a pasarte por Murcia?

Dani puso mueca de no entender nada, pero al momento comprendió, echó la cabeza hacia atrás, cerró los ojos y sonrió.

- ¡Joder! ¿Es que nunca me voy a librar de ti...? Como era... Trixie, ¿verdad?,- se besaron en las mejillas.

- Puedes llamarme Encarni.

- ¿Qué haces aquí?

- Pues había venido a ver a unas amigas y me han engañado para salir esta noche.

- ¿Dónde están?,- preguntó Dani, buscando entre la multitud. Encarni alza el brazo. Un pequeño grupo empezó a avanzar hasta llegar a ellos.

- ¡Hostia! ¡Dani Mateo!,- gritaron todas.

- Déjame que te las presente. Esta de aquí, la que va de cabaretera, se llama Paula.

- Más conocida como la chica del Red Bull,- contestó Paula -. Aunque dudo que te acuerdes...

- De eso no,- dijo Dani -. Pero de esto sí,- y tomó la boa de plumas que llevaba al cuello para ponérsela él, haciendo las delicias del grupo.

- Esta que va de cosplay es Paula también, aunque para distinguirla, la llamamos Agui-chán.

- ¿Agui-chán?,- Dani no comprendía.

- Es dibujante y acaba de publicar su tercer álbum de manga. Y aquella que va de colegiala es Tamara.

- Puedes llamarme Wengermina,- Tamara miraba a Dani con mirada maliciosa. Dani fue a saludarla, pero Tamara sacó algo de detrás suyo -. Antes pide permiso a mi cuchillo desguazador.

Dani se asustó, pero pronto recapacitó al ver que aquel cuchillo era de cartón. Encarni terminó de presentar a todas las chicas (Selene, Laura, Sandra, Mónica, Marta, Gloria, Cristina, Dacil...).

- Bueno,- dijo Encarni -. ¿Y tú, de qué vas disfrazado?

- Pues...,- Dani se quitó la chaqueta y la bufanda. Las chicas se asombraron y rieron juntas al reconocer el disfraz.

- ¡Directivo de Cuatro!

- Es súper cool,- respondió Dani imitando al personaje.

- Oye, ¿y Ángel?

- Está en casa,- las chicas mostraron cierta tristeza en sus rostros -. Está un pelín griposo y no sé si podrá venir.

- ¡Que venga para poder ver el emedós en directo!,- gritó una de las chicas rebosante de alegría.

- ¿Emedós?,- Dani preguntó extrañado. Las chicas comprendieron que Dani no comprendía y rieron.

- Ya te lo explicaremos...

- Y Ángel, ¿de que iba a disfrazarse? ¿De Risto? ¿De Pablo Motos?

- ¡Manolín!,- gritaron todas a la vez.

- No, no es ninguno de sus personajes. Iba a ir de...,- Dani se quedó petrificado. Miraba al frente. Su rostro se heló. Las chicas eran ahora quienes no comprendían lo que estaba pasando.

Dani se adelantó unos pasos, dejando al grupo en la barra.

- ¡Ángel!

jueves, 26 de noviembre de 2009

CAPITULO 62

CAPITULO 62

Durante los dos días siguientes, Ángel no se movió de la cama. Dani estuvo atento a él, a todo lo que hacía y pedía. ¿Que Ángel quería hablar con él? Se acercaba y se sentaba a su lado. ¿Que le apetecía comer algo? Dani se lo preparaba. ¿Se aburría? Dani jugaba con él a la PS3. Ángel fue durante esos dos días el mimado de la casa. Y aquellos cuidados parecían surtir efecto, ya que la fiebre le comenzó a bajar, y la ronquera se le suavizaba.

- ¿Podrás salir esta noche?,- le preguntaba Dani, mientras se probaba el disfraz delante de un espejo.

- No lo sé, la verdad,- respondía Ángel, metido aún en la cama -. Hasta el último minuto no lo sabré.

- Si no puedes salir, lo dejamos…

- No. Tú sal, que buena falta te hace. Te has quedado estos dos últimos días en casa cuidándome. Te mereces salir un rato. Ya, si eso, salgo yo.

- ¡Bueno! ¿Qué te parece?

Dani se dio la vuelta para que Ángel le viera. Éste le miraba detenidamente de arriba a abajo. Se había puesto unos pantalones vaqueros abrochados con un cinturón ancho un poco por debajo de la cadera. Llevaba una camisa morada abotonada hasta la mitad, dejando al aire su pecho, camuflado por un gran colgante de falso oro. Llevaba las mangas subidas hasta el codo. La camisa la tenía metida por dentro del pantalón, entallándose a su largo cuerpo. El cuello de la camisa estaba levantado. Varios anillos decoraban sus huesudos dedos. Llevaba unas gafas sin cristales, de pasta, que le cubrían casi todo el rostro. Y, para rematar, una pequeña peluca rubia que apenas le cubría todo el cabello.

- ¿No pasarás frío con eso?,- Ángel le miraba entre divertido y extrañado.

- O sea, que sepas que este disfraz es súper cool, ¿okey?,- responde Dani, con ademanes exagerados y voz suave, con cierto toque afeminado -. Es lo más fashion de la party y ganaré el premio. ¿Sabes? I will be the winner!

Los dos ríen.

- Hacía mucho que no hacíamos estas cosas…,- comenta Ángel poco después.


- Bueno,- Dani se limpiaba las lágrimas -. ¿Y tu disfraz? No me digas que vas a ir de...

- Está ahí,- Ángel señala el armario.

Dani abre el armario y ve una funda de tintorería. La descuelga y abre la cremallera. Era un traje muy grande, sobre todo para el enano, de colores brillantes y chillones, combinados prácticamente de forma aleatoria, aunque se notaba la predominancia del verde.

- Ángel...,- Dani no podía apartar la mirada de aquel traje -. ¿Se puede saber qué es...?,- al volver la mirada hacia Ángel, Dani da un grito.- La mare que et va parir

Ángel no paraba de reírse mientras Dani se apoyaba en la puerta del armario, con la mano en el corazón y cerrando los ojos.

- Haz el favor de quitarte eso ,- Ángel se quita la máscara que se había puesto mientras Dani observaba el disfraz. Llevaba una careta de payaso diabólico -. Te he dicho que te quites la careta.

- Ja... ja... ja...,- ríe falsamente Ángel al comprobar la "venganza" irónica de Dani.

- ¿Así que este es tu disfraz? ¿Payaso diabólico?

- Perdona, pero te confundes. Iré de Miguel Temprano.

Vuelven a reír recordando.

- Bueno...,- Dani cuelga el disfraz en el armario y se vuelve serio -. Creo que me voy a ir yendo ya...,- mira su reloj de pulsera.

- Sí...,- Ángel mira a otro lado.

Dani se acerca a Ángel y le besa en la sien.

- Cuídate. Cualquier cosa me llamas al móvil.

Y tras abrazarse, Dani toma su chaqueta y una bufanda y sale a la calle rumbo a la fiesta de disfraces.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

CAPITULO 61

CAPITULO 61

A la mañana siguiente, Dani abre los ojos. Ve a Ángel a su lado, dormido.

- Si parece un verdadero ángel…,- sonríe.

Quiere abrazarle, besarle, repetir lo de la noche anterior, pero se retracta. No quiere despertarle. Dani se levanta con cuidado y sale de la habitación en silencio. Cierra la puerta y se dirige al baño para ducharse.

Mientras dejaba que el agua empapase bien su cuerpo para limpiarse de los excesos de aquella noche, Dani comenzó a pensar, a recordar todo lo que han pasado juntos. Las alegrías, las tristezas, las peleas y los reencuentros. Deseaba que Ángel jamás se alejase de él, no quería que les pasara de nuevo lo acaecido cuando él mismo sufrió aquella terrible amnesia. Mientras se frotaba el cuerpo con la esponja, se miró las cicatrices de aquella trágica noche en la que casi deja solo a Ángel. Ya no le dolían… físicamente, pero el dolor interior era imposible de curar.

- Dani, ya vale,- se dijo a sí mismo -. Gracias a Dios que aquello ya pasó. Ahora estás con Ángel, y todo vuelve a ser de color de rosa.

Dani sale de la ducha y se enrolla la toalla a la cintura. Y de esta guisa entra en la cocina para preparar el desayuno. Mientras se calentaba el café, Dani vuelve a la habitación. Ángel seguía absorto en sus sueños, sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Dani busca en la oscuridad su ropa y se viste. Toma luego la cazadora y busca su monedero. Cierra la puerta de la habitación con cuidado, toma las llaves del mueble de la entrada y sale, cerrando la puerta de la calle en silencio.

Al llegar a la calle, una fría brisa le aviva. Oculta su cabeza en el cuello de la cazadora, mete las manos en los bolsillos y camina cabizbajo y con cierta prisa. Al doblar la esquina, entra en una tienda. Una barra de pan, una docena de huevos, un paquete de sal, otro de arroz, una lata de atún y una botella de aceite. Al salir de la tienda, ve a un chaval repartiendo propaganda en folletines. Dani no consigue evitarlo y el chico le encasqueta uno de esos panfletos. Dani lo lee mientras regresa a casa.

“Fiesta de disfraces. Ven y disfruta de una noche inolvidable. Baila desde la medianoche hasta el amanecer. Premios para los mejores disfraces. Especial copas 2x1. ¡Ven y diviértete!”

Dani se sonreía. Un pensamiento había llegado a su loca mente.

- Ya hace mucho que Ángel y yo dejamos la época de las discotecas… Pero bueno, un día en un día.

Al llegar a la casa, deja la compra en la cocina, apaga la cafetera y se sirve una taza. Toma un sorbo para entrar en calor. Guarda la compra y sirve otra taza. Prepara una bandeja de desayuno, con la taza de café, unas galletas y mantequilla. También deja en la bandeja el folleto de la fiesta. Él no estaba muy por la labor de ir a esa fiesta que era dos noches después, pero si a Ángel le apetecía, él también iría. Era más por estar junto a él que por estar de fiesta. Daba igual donde estuviera, con Ángel siempre había fiesta.

Abre el picaporte con la ayuda del codo y entra. Ángel ya estaba despierto.

- Bon dia, àngel meu...

Ángel se sonríe mientras se sienta en la cama. Dani le acerca la bandeja del desayuno.

- Joder, Dani… Es como si fuésemos novios todavía,- la voz de Ángel sonaba muy ronca.

- Hay que recuperar el tiempo perdido…

Ángel tose un par de veces. Era una tos muy seca.

- ¿Estás bien?,- la voz de Dani suena preocupada.

- No… no es nada…,- Ángel se calienta con el café.

Dani le mira serio. Sus ojos están rojos, su voz suena ronca y con cierto tono nasal. Tos seca. Su cara se había tornado de una blancura enfermiza. Sólo la nariz y las mejillas recordaban el tono natural de su rostro. Dani pone su mano sobre la frente de Ángel.

- Estás muy caliente, Ángel…

- No lo creo… Ya me desfogué lo suficiente anoche…

- Déjate de bromas. Lo digo en serio…

Dani se levanta y sale de la habitación. Al poco vuelve con un termómetro, que se lo da a Ángel.

- Estoy bien…

- No. No lo estás.

Ante la insistencia de Dani, Ángel se pone el termómetro en la axila, a regañadientes. Mientras el mercurio señala la temperatura, Dani prepara el frenadol. Al cabo de unos minutos, Dani pide el termómetro.

- Cuarenta y dos grados…

Dani acerca el vaso de la medicina a Ángel quien lo rechaza, pero Dani se lo vuelve a acercar. Ángel se lo toma, con una mueca de asco.

- Y ahora vístete y no te muevas de la cama,- le dice acercándole la camisa del pijama.

- Pero, ¿y esto?,- pregunta Ángel, señalando el panfleto.

- Para el año que viene. Lo importante es que te cuides y te repongas.

- Que no es nada. Esa noche salimos.

- Que no. Tú quédate quieto aquí. Cualquier cosa me lo dices.

- Pero, ¿te hace o no ilusión?

- ¿Lo de los disfraces? Hombre… Si estuvieras conmigo sí, bastante. Pero has pillado un buen resfriado.

¿Quizás por lo del coche?

- Tú tranquilo. Que seguro que me recupero a tiempo.

- Yo no lo creo…

- Hazme caso.

- ¿Seguro?

- ¡Segur! Si yo con el frenadol en cinco minutos me recupero. Tú piensa en tu disfraz, que yo ya tengo preparado el mío.

martes, 24 de noviembre de 2009

CAPITULO 60

CAPITULO 60

Durante el resto del día no volvieron a tener pensamientos desagradables. No volvieron a pensar en el bebé, no volvieron a pensar en la tristeza. Todo era alegría ya en sus corazones. Reían, hablaban, besaban. Durante el resto del día no salieron de la casa. Se quedaron dentro, hablando tranquilamente de sus cosas, recordando sólo los buenos momentos, desechando los malos, Dani intentando tocar el piano, Ángel intentando enseñarle. Así pasaron el día. A la noche, se pusieron a ver una película en la televisión, con la luz apagada, acurrucados en el sofá, con la manta sobre las piernas. Dani estaba apoyado en el brazo del sofá, mientras Ángel, más tumbado, se abrazaba a Dani, apoyando su cabeza en el costado. Dani le mira, y pasa su brazo por la cintura del pequeñín.

Al acabar la película…

- Ángel… Ángel…,- murmullos somnolientos de Ángel -. Ángel, vamos a la cama…,- Ángel se revuelve, apretando su rostro contra la camisa del larguirucho -. ¡Joder, Ángel! ¡No me llenes de babas!

- Pues bien que no te quejaste esta mañana en el coche…,- la voz de Ángel seguía sonando dormida.

- Venga, enano, a la cama.

- Si no tengo sueño…,- la voz de Ángel comenzaba a apagarse.

- ¡Anda que no! Si apenas empezaron los créditos iniciales ya estabas roncando,- Ángel comienza a roncar -. Venga tío, vamos ya a la cama, que son más de las dos de la mañana.

Ángel hace el esfuerzo por incorporarse, momento aprovechado por Dani para levantarse para coger el mando de la televisión y apagarla. Ángel se pasa las manos por la cara. Sus ojos se cerraban, pero Dani le toma de la mano y le levanta del sofá. Ángel comienza a dirigirse a la habitación mientras Dani, tras dejar la manta en el sofá, le acompaña.

Al llegar a la habitación, Dani deja a Ángel sentado en la cama, pero Morfeo le vence y Ángel se deja caer encima de la cama. Dani comenzaba a desabrocharse la camisa, pero al ver a Ángel tumbado, se acerca y le quita los zapatos.

- Pobre meu…,- piensa Dani -. Está totalmente muerto…

Fuera calcetines.

- Con todo lo que nos ha pasado, ya era hora de tener un momento de tranquilidad, de sosiego y paz. Ya era hora de tener un día entero para nosotros solos.

Comenzaba a desabrocharle el pantalón, cuando Ángel abre un ojo y le ve.

- No me irás a violar ahora, ¿verdad?

- Tú estás despierto cuando te conviene, ¿no?

Ángel le toma del cuello de la camisa y le atrae hacia sí. Dani acaba tumbado encima de Ángel, asombrado. Ángel le besa.

- ¿No irás a violarme tú a mí?

- Touché,- y comienzan a besarse, a abrazarse.

Ángel le quita la camisa a Dani mientras éste se desata el cinturón. En un arrebato de pasión sin precedentes, Dani toma el pantalón de Ángel y se lo arranca. Ángel toma su cabeza entre sus manos y se vuelven a besar apasionadamente. Dani logra escapar disimulando un camino de besos en el cuerpo de Ángel, desde la boca, pasando por el cuello, el pecho, el abdomen, hasta llegar a la ropa interior del enano, donde se apreciaba la predisposición de Ángel a fundirse con Dani.

Dani lentamente retira la prenda y se maravilla con aquello que ocultaba. Comienza a acariciarlo, a palparlo suavemente, mientras Ángel cierra los ojos, transportándose a un mundo maravilloso de sensaciones. Dani, no contento con lo que hacía, lo saborea, lo degusta tranquilamente, mientras Ángel, dejando salir de su garganta una tímida admiración, le toma del cabello, enseñándole el ritmo que debe llevar.

Tras unos instantes, Ángel le lleva de nuevo hacia su rostro y vuelven a besarse, mientras Ángel, disimuladamente, introducía su mano furtivamente por dentro del pantalón. Sacando fuerzas de su interior, el pequeño toma a Dani y le voltea, quedando él encima. Imitando a su compañero, igualmente se recrea en un imaginario itinerario por el cuerpo de Dani, llegando a su erecta entrepierna. También lo probó, frotándolo contra su lengua, hasta que Ángel se levanta, se aproxima y se sienta encima de él.

- Oh, Ángel…,- susurra asombrado mientras su amigo se quita la camisa.

Ángel se sienta sobre el vientre de Dani para unirse a él. Dani nota la fusión y cierra los ojos. Ángel ayuda a Dani a unirse con él. Y comienzan a bailar la danza del amor, el baile de la carne, el cortejo de la fusión. Dani le toma de la cintura mientras Ángel permite a su amigo viajar a su interior.

Dani, volviendo en sí, tumba a su amigo y le aprisiona con su cuerpo mientras continúa con su juego, acompañando sus envites con los jadeos del enano. Hasta que estalla, estalla en una combinación de fuegos artificiales, flores abriéndose al calor de la primavera y gotas de sudor frío resbalando por los poros de su cuerpo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

CAPITULO 59

CAPITULO 59

El sol intentaba husmear a través de los cristales empañados. Se había levantado temprano para ser el primero en saber qué ocurrió en aquel coche por la noche, pero apenas se podía ver el interior. Los pájaros empezaron a hablar entre ellos, para tratar de averiguar si alguno vio algo. Y aquel jolgorio despertó a Dani. Abrió lentamente los ojos. Y lo primero que notó fue un dolor terrible de espalda. Acababa de demostrar que no es saludable dormir en el asiento trasero de un coche, y mucho menos acompañado. Y le vio ahí, abrazado a él, con la cabeza apoyada en su pecho, durmiendo plácidamente. Dani sonrió somnoliento y le acarició el cabello. Ángel reaccionó moviéndose un poco y apretando un poco más su abrazo. Por fin, Ángel abre los ojos.

- Bon dia,- responde Dani.

- Buenos días...,- susurra Ángel, dibujando una sonrisa tontorrona en su rostro.

- ¿Qué tal ha dormido mi rey?

- Como nunca...

- Pues yo no,- Ángel abre los ojos totalmente espabilado y le mira incrédulo. Dani se acomoda en el asiento y arquea la espalda, dejando escapar de su garganta un sonido gutural señal de dolor.

- ¿Qué te pasa?

- Creo que cogí una mala postura...

- ¿Cuál de ellas?

Los dos ríen.

- No. Me refiero al dormir. Creo que si hubiéramos abierto las ventanillas habría dormido mejor...

- Mira. Eso es lo único bueno que tiene ser bajito,- responde Ángel -. Que puedes ocupar todo un asiento trasero de un coche estirado.

- Ángel...

- Dime...

- Que muchas gracias por lo de anoche. En verdad que lo necesitaba.

Ángel arquea la ceja y mira a Dani irónico.

- No me refiero a eso,- ríe Dani -. Sino a lo de justo antes... Lamento haberme puesto tan tonto ayer... Pero la verdad es que me afectó bastante. Pero con lo de anoche me he dado cuenta que no necesitamos bebés en nuestra relación, porque ya te tengo a ti, el meu petit,- se besan. Y aquel beso comenzó a llenar de lujuria aquel asiento... otra vez. Pero Dani frena a Ángel, quien comenzó a marcar un camino de besos por su cuerpo. Se abrazan fuertemente y se miran a los ojos. Dani comenzó a canturrear con esa voz tan propia de un bajo de ópera -. "Quiero envolverme en tus brazos; que no quede entre tú y yo un espacio...",- Ángel sonríe y posa su cabeza de nuevo en el pecho de Dani, jugueteando con el vello que le cubría, mientras éste le sigue susurrando al oído -. "Ser el sabor de tu boca, y llenarme todo con tu aroma..."

- "Ser confidente, y saber por dentro que eres tú...",- cantan a dúo.

- "Naaa...",- responde Ángel.

- "Como un tatuaje vivo...",- siguen los dos, aunque Dani con risa añadida por la respuesta de Ángel.

Pero la canción es interrumpida por unos golpes en la ventanilla. Los dos miran asustados. Una silueta se deja entrever entre los cristales empañados, una silueta que intenta ver en el interior. Aunque ninguno veía claramente al otro, la pareja pudo saber quién llamaba y, asustados, se incorporan y comienzan a vestirse.

- Un momento...,- responde Dani ante la insistencia de aquella figura. Ángel mira a Dani con cierto enfado. Dani le responde levantando los hombros. Cuando ya estaban medio decentes, bajan la ventanilla.

- Buenos días, caballero,- saluda la figura, llevando la mano a su sien.

- Buenos días,- responde Dani jadeante y asustado. Ángel se había dado la vuelta sonrojado.

- ¿Tienen algún problema?

- ¿Nosotros? No, ninguno... Simplemente que nos hemos dormido dentro del coche...,- Ángel da un disimulado puñetazo a Dani en las costillas. Dani sonríe un poco.

- De acuerdo,- el oficial se retira -. Entonces, circulen, por favor.

Dani sale del coche y se pone en el asiento del piloto. Cuando ya están en camino, Dani mira a Ángel a través del retrovisor, y, cuando sus miradas se encuentran, estallan en carcajadas.

sábado, 21 de noviembre de 2009

CAPITULO 58

CAPITULO 58

Ángel se pasó el resto del día desesperado. Dani no paró de llorar en todo el día, pero no se separó de él ni un sólo instante. Le estuvo consolando, reteniendo el germen de furia que cada minuto crecía dentro de él.

- "No te enfades con él",- pensaba para sí -. "Hizo lo que pudo, y es lógico que esté así. Lo hizo por ti".

Le abrazó. Le calmó. Le habló. Pero nada parecía surtir efecto. Hasta que Ángel, con el enfado a punto de salir de él, se separa y le dice:

- ¿Sabes qué?

- ¿Qué?,- Dani intentaba calmarse.

- Coge las llaves del coche,- le dice al tiempo que se levanta del sofá.

- ¿Por?

- Tú hazme caso.

Dani se levanta, sin comprender, y, con paso anodino, se dirige al mueble de la entrada y toma las llaves de su coche de dentro del cuenco. Ángel fue a la habitación y salió con su cazadora puesta y entregándole a Dani la suya.

- ¿A dónde vamos?

- Chsss... Es un secreto...

Montan en el coche. Dani sigue las indicaciones de su amigo. Terminan por salir de la ciudad. Conducen por un camino secundario, donde, en cierto punto, la calzada se transforma en tierra suelta. Debido a la oscuridad de la acechante noche, lo que tenía que haber sido en quince minutos se alargó incluso el triple.

- Para aquí mismo.

Dani frena y apaga el motor y las luces. Se quedan mirando al frente. Habían llegado a un descampado desde el cual se podían vislumbrar las luces de Madrid. Luces que peleaban contra las estrellas del cielo por ver quién se imponía.

- ¿Qué te parece?

- La verdad, Ángel... Es un sitio precioso... Con el cielo tan estrellado... Esto en la ciudad es imposible de ver. ¿Cómo conoces este lugar?

- Solía venir aquí antes... con Emma... Era nuestro refugio...,- Dani abraza a Ángel y le besa en la sien.

- Joder, tío... Parece que cuando uno está alegre, el otro tiene que estar triste. Hace un momento era yo el que llorada como una magdalena, y ahora te llega a ti el llanto... ¿Por qué no podemos ser felices durante cinco minutos?,- Dani sonaba desesperado.

- Tranquilo, estoy bien,- el labio inferior de Ángel temblaba -. Pero veo que ha surtido efecto mi plan. Has dejado de llorar.

- Pero si para animarme tienes que estar tú triste, prefiero volver a llorar.

Sonríen.

- Así que venías aquí con Emma...,- continúa Dani, tratando de cambiar de tema.

El tono de voz de Dani dejaba entrever segundas intenciones en su comentario, intenciones que Ángel captó al momento.

- Sí. Veníamos aquí de vez en cuando...,- Ángel sonreía tímido y avergonzado -. Pero era más para hablar que otra cosa.

- Y a mí, ¿para qué me has traído? ¿Para hablar o para otra cosa?

- Ni lo uno ni lo otro. Simplemente quería verte tranquilo, sereno y feliz. Y estas vistas alegran a cualquiera, ¿no?

- Pues lo has conseguido, moreneto,- se besan.

Tras aquel beso, observado en silencio por una sinvergüenza luna llena, los dos amantes se abrazan y la observan. Observan a la luna, quien, tras ser descubierta, pareciera sonrojarse. Observan las tiritantes estrellas del cielo, que dibujaban sobre el negro manto mil y un dibujos que Dani y Ángel trataban de averiguar. Y así, en silencio, se olvidaron de todas sus penas, de sus desventuras y de sus tristezas para vivir el momento, ese momento en el que ambos disfrutaban de la vida, de sus vidas. Tras varios minutos riendo y sonriendo, Dani mira sonriente a Ángel mientras que en su colmillo se reflejaba la luz albina del satélite.

- Ángel...,- Ángel le mira, interrogante. De la boca de Dani asoma aún más sus dientes, mientras inclina ligeramente la cabeza hacia atrás y señala con la mirada. Ángel mira hacia esa dirección para volver su mirada a Dani y sonreír sonrojado. Los dos salen del coche para volver a entrar en los asientos traseros.

viernes, 20 de noviembre de 2009

CAPITULO 57

CAPITULO 57

Ángel estaba nervioso, se subía por las paredes. Llevaba más de dos horas en el bar, y apenas dio un sorbo a su cerveza. Miraba cada dos por tres el reloj que colgaba delante de él. Echaba mano del móvil por si tenía alguna llamada perdida o algún mensaje.

Ya había pasado el tiempo límite y nadie reclamó al bebé, por lo que tenían carta blanca y luz verde en la adopción, a excepción de que, al ser pareja, no les sería tan fácil legalmente adoptar al bebé, así que decidieron que uno de ellos lo adoptara como padre soltero. Y ese alguien fue Dani. ¿Por qué? Pues porque era más abierto, con mejor don de palabra, y porque se le notaba mucho menos las mentiras.

La entrevista se llevaba a cabo en casa. Si la mujer preguntaba, Dani diría que un primo suyo vivía ahí con él, pero por unos días. Pero decidieron que Ángel no se quedara por si la mujer le preguntaba a él. El día antes prepararon el piso de manera que pasara de un piso de una pareja al piso de un soltero. Guardaron las fotos que delataran su relación. Y Dani procuraría, aparte de causar buena impresión, no dejarla moverse del sofá.

Llevaban ya dos horas hablando, y Ángel se preocupaba. ¿Tanto tiempo para una simple entrevista para saber si se puede o no adoptar? Ángel quería cada minuto llamar, pero se retenía. Por fin le da un sorbo a la cerveza, pero ya está caliente. En el televisor retransmitían el típico derbi futbolístico entre el Real Madrid y el Barça. Los asistentes gritaban. El tiempo estaba a punto de concluir. El resultado era de empate, y el Barça poseía el balón. Pero Ángel no prestaba atención. El camarero le miraba perplejo mientras lavaba algunos vasos.

- ¿Se encuentra bien?,- pregunta al final.

- Sí... Estoy muy bien...,- Ángel acariciaba el botón de llamar de su móvil, todavía indeciso.

- Es que lleva dos horas aquí... y apenas ha tocado su cerveza... ¿Problemas con la parienta?

- ¿Eh?,- Ángel guarda el móvil y mira al camarero totalmente ido -. No... no es nada de eso...

- Si no es mucha indiscreción... ¿es algo confesable?

- Sí... No... ¡Ay, no sé!,- Ángel volvió a desesperarse -. Verá. Es que ahora tengo a un amigo en casa entrevistándose para una adopción, y yo he decidido dejarle solo, por si meto la pata. Y es que ya llevan más de dos horas de entrevista, y no me ha llamado ni nada. ¡Me estoy volviendo loco!

- Tranquilícese. Seguro que todo irá bien.

- Eso espero...

- Y para ayudarle...,- el camarero toma la cerveza y se la cambia por una tila -. Y no se preocupe, que esto corre a cuenta de la casa.

- Gràcies.

Ángel aspira profundamente el ondeante aroma de la infusión mientras cierra los ojos y se deja llevar. Ya empezaba a sentirse mejor. Notaba cómo su mente se evadía de ese mundo y se encerraba en otro paralelo. Para ayudarlo, Ángel da un sorbo. El regusto de la tila permaneció largo tiempo en el interior de su boca, ascendiendo a su nariz y terminando por invadir todo su ser. En un segundo, se olvidó de todo. De Dani. Del bebé. De la entrevista. Por fin consiguió algo de paz. Los gritos de los forofos del bar celebrando un gol en ese momento se desvanecieron. Una botella estalló a sus pies, pero ni se inmutó. Aquellas hierbas lograron tranquilizarle. Ángel decide volver a la realidad durante un momento y abre los ojos. Y ahí, delante de él, entrando por la puerta, aparece una alta y delgada figura que le era muy familiar.

- Dani...,- susurró sonámbulo, cerrando otra vez los ojos -. ¡Dani! .- Volvió a abrir los ojos, asombrado.

Ángel deja la taza en la barra y se dirige hacía Dani. Sus ojos brillaban mientras buscaba los de Dani, que miraban a tierra.

- Dani, ¿qué tal? ¿Cómo ha ido?

Dani callaba.

- No me digas que al final...,- Ángel se puso serio.

Dani alza el rostro. Una lágrima asomaba por sus negras pupilas.

- Lo siento mucho, Ángel,- se abraza llorando a Ángel.

Ángel se queda inmóvil, sin saber qué hacer, pero reacciona rápido y le abraza tímidamente.

- Hice todo lo que pude. Fui natural pero formal. Le respondí a todo. Hice gracias en el momento adecuado para ello. Le comenté lo de que conmigo vivía un primo que estaba de visita unos días, pero no creo que me haya creído...,- Ángel acompañó a Dani en sus sollozos -. Lo siento mucho, de verdad. Sé lo mucho que querías ser padre, Ángel. Sé lo mucho que querías a ese bebé, pero...,- no pudo seguir hablando.

- Tranquilo Dani. No pasa nada,- mintió -. Podemos volver a intentarlo...

- Pero aquel niño...,- Dani le miraba a los ojos -. Le salvamos la vida... ¡Tienen que dejarnos adoptarlo!

- Ya sabes que no es tan fácil...,- le limpia las lágrimas con la mano -. Volvamos a casa...