miércoles, 25 de noviembre de 2009

CAPITULO 61

CAPITULO 61

A la mañana siguiente, Dani abre los ojos. Ve a Ángel a su lado, dormido.

- Si parece un verdadero ángel…,- sonríe.

Quiere abrazarle, besarle, repetir lo de la noche anterior, pero se retracta. No quiere despertarle. Dani se levanta con cuidado y sale de la habitación en silencio. Cierra la puerta y se dirige al baño para ducharse.

Mientras dejaba que el agua empapase bien su cuerpo para limpiarse de los excesos de aquella noche, Dani comenzó a pensar, a recordar todo lo que han pasado juntos. Las alegrías, las tristezas, las peleas y los reencuentros. Deseaba que Ángel jamás se alejase de él, no quería que les pasara de nuevo lo acaecido cuando él mismo sufrió aquella terrible amnesia. Mientras se frotaba el cuerpo con la esponja, se miró las cicatrices de aquella trágica noche en la que casi deja solo a Ángel. Ya no le dolían… físicamente, pero el dolor interior era imposible de curar.

- Dani, ya vale,- se dijo a sí mismo -. Gracias a Dios que aquello ya pasó. Ahora estás con Ángel, y todo vuelve a ser de color de rosa.

Dani sale de la ducha y se enrolla la toalla a la cintura. Y de esta guisa entra en la cocina para preparar el desayuno. Mientras se calentaba el café, Dani vuelve a la habitación. Ángel seguía absorto en sus sueños, sin darse cuenta de lo que ocurría a su alrededor. Dani busca en la oscuridad su ropa y se viste. Toma luego la cazadora y busca su monedero. Cierra la puerta de la habitación con cuidado, toma las llaves del mueble de la entrada y sale, cerrando la puerta de la calle en silencio.

Al llegar a la calle, una fría brisa le aviva. Oculta su cabeza en el cuello de la cazadora, mete las manos en los bolsillos y camina cabizbajo y con cierta prisa. Al doblar la esquina, entra en una tienda. Una barra de pan, una docena de huevos, un paquete de sal, otro de arroz, una lata de atún y una botella de aceite. Al salir de la tienda, ve a un chaval repartiendo propaganda en folletines. Dani no consigue evitarlo y el chico le encasqueta uno de esos panfletos. Dani lo lee mientras regresa a casa.

“Fiesta de disfraces. Ven y disfruta de una noche inolvidable. Baila desde la medianoche hasta el amanecer. Premios para los mejores disfraces. Especial copas 2x1. ¡Ven y diviértete!”

Dani se sonreía. Un pensamiento había llegado a su loca mente.

- Ya hace mucho que Ángel y yo dejamos la época de las discotecas… Pero bueno, un día en un día.

Al llegar a la casa, deja la compra en la cocina, apaga la cafetera y se sirve una taza. Toma un sorbo para entrar en calor. Guarda la compra y sirve otra taza. Prepara una bandeja de desayuno, con la taza de café, unas galletas y mantequilla. También deja en la bandeja el folleto de la fiesta. Él no estaba muy por la labor de ir a esa fiesta que era dos noches después, pero si a Ángel le apetecía, él también iría. Era más por estar junto a él que por estar de fiesta. Daba igual donde estuviera, con Ángel siempre había fiesta.

Abre el picaporte con la ayuda del codo y entra. Ángel ya estaba despierto.

- Bon dia, àngel meu...

Ángel se sonríe mientras se sienta en la cama. Dani le acerca la bandeja del desayuno.

- Joder, Dani… Es como si fuésemos novios todavía,- la voz de Ángel sonaba muy ronca.

- Hay que recuperar el tiempo perdido…

Ángel tose un par de veces. Era una tos muy seca.

- ¿Estás bien?,- la voz de Dani suena preocupada.

- No… no es nada…,- Ángel se calienta con el café.

Dani le mira serio. Sus ojos están rojos, su voz suena ronca y con cierto tono nasal. Tos seca. Su cara se había tornado de una blancura enfermiza. Sólo la nariz y las mejillas recordaban el tono natural de su rostro. Dani pone su mano sobre la frente de Ángel.

- Estás muy caliente, Ángel…

- No lo creo… Ya me desfogué lo suficiente anoche…

- Déjate de bromas. Lo digo en serio…

Dani se levanta y sale de la habitación. Al poco vuelve con un termómetro, que se lo da a Ángel.

- Estoy bien…

- No. No lo estás.

Ante la insistencia de Dani, Ángel se pone el termómetro en la axila, a regañadientes. Mientras el mercurio señala la temperatura, Dani prepara el frenadol. Al cabo de unos minutos, Dani pide el termómetro.

- Cuarenta y dos grados…

Dani acerca el vaso de la medicina a Ángel quien lo rechaza, pero Dani se lo vuelve a acercar. Ángel se lo toma, con una mueca de asco.

- Y ahora vístete y no te muevas de la cama,- le dice acercándole la camisa del pijama.

- Pero, ¿y esto?,- pregunta Ángel, señalando el panfleto.

- Para el año que viene. Lo importante es que te cuides y te repongas.

- Que no es nada. Esa noche salimos.

- Que no. Tú quédate quieto aquí. Cualquier cosa me lo dices.

- Pero, ¿te hace o no ilusión?

- ¿Lo de los disfraces? Hombre… Si estuvieras conmigo sí, bastante. Pero has pillado un buen resfriado.

¿Quizás por lo del coche?

- Tú tranquilo. Que seguro que me recupero a tiempo.

- Yo no lo creo…

- Hazme caso.

- ¿Seguro?

- ¡Segur! Si yo con el frenadol en cinco minutos me recupero. Tú piensa en tu disfraz, que yo ya tengo preparado el mío.

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