martes, 17 de noviembre de 2009

CAPITULO 54

CAPITULO 54

- ¿Con quién hablas?

Ángel estaba apoyado en el resquicio de la puerta. Dani había desviado la mirada un segundo, y fue suficiente para no ver a Ángel entrar. Del susto, Dani da un respingo y suelta el móvil, que cae al suelo. Dani miraba a Ángel con los ojos desorbitados.

- Con nadie, con nadie...,- tartamudeaba Dani, sin saber qué hacer.

Ángel se acerca y retira la bandeja del desayuno.

- Sé que no me concierne, pero después de lo que hemos pasado me siento un pelín celoso...,- responde Ángel mientras recoge los restos del desayuno que han quedado esparcidos por el suelo a causa del salto de Dani -. Estás en tu derecho si no me lo quieres contar, pero te agradecería que no hubiera secretos entre nosotros...

Ángel, al dejar todo el desayuno en la bandeja, retira la colcha, que ha quedado manchada por el café derramado. Dani se levanta nervioso y recoge rápidamente el móvil.

- Tranquilo, que no es nada importante,- responde nervioso.

- ¿No estarías hablando con Elena?

- No, no era ella...,- Dani desvía la mirada de Ángel.

- Si me lo dices, te prometo que no me enfadaré. Formó parte de tu vida, y lo comprendo. Comprendo que quieras seguir en contacto con ella, pero Dani, soy tu marido. Yo también necesito de tu compañía, de tu cariño. De tu verdad.

Ángel se había ido acercando poco a poco a Dani hasta quedarse a unos centímetros de él. Le levanta la barbilla, pero la mirada seguía esquiva.

- Dani. Mírame a los ojos...

Los ojos de Dani comenzaron a moverse lenta y tímidamente hasta encontrarse con los de Ángel.

- ¿Me juras que no estabas hablando con Elena?

- Te lo juro,- los ojos de Dani volvieron a esquivarle al momento de terminar la frase.

Ángel lanza un pequeño suspiro.

- ¿No me crees?,- el tono de voz de Dani denotaba cierto enfado.

- Sí, sí que te creo,- Ángel parecía desesperanzado -. Lo que pasa es que...

- Lo que pasa es que no me crees,- asombrosamente, Dani se envalentonó -. Ángel, si no quieres, no me creas, pero te digo la verdad. Elena ya no tiene nada que ver con esto. Ya está fuera de mi vida.... otra vez. Ya sólo estás tú.

- Pero, la conversación que acabamos de tener...

- Olvídala.

- Lo intento, pero me estoy emparanoiando...

- Ángel, de verdad, que no he hablado con Elena. Olvídalo ya, por favor,- el tono de voz de Dani cada vez se endurecía más.

- Lo siento, Dani... No era mi intención que...

- ¡Nunca es tu intención! ¡Pero siempre lo consigues!

- ¿El qué?,- Ángel empezó a participar activamente en aquella discusión.

- ¡Discutir! ¡Siempre terminamos discutiendo!

- ¡Yo no discuto!

- ¿No te estás oyendo? ¿Qué haces entonces? ¿Cantar sevillanas?

- ¡Dani!

- ¡Ni Dani ni hostias! Mira, no quiero que estemos así siempre, así que me voy.

Dani recoge su ropa y se viste a medida que sale de la habitación.

- ¡Dani! ¡Dani, espera!

Portazo.

Ángel no daba crédito a lo que acababa de ocurrir. ¿Acababan de discutir? Y lo más desesperante. ¿Han roto? Ángel estaba ahí, en el pasillo, en el resquicio de la puerta de la habitación. Como una estatua. Dani había pasado a su lado y ni siquiera pudo agarrarle de la manga para detenerle. Le dejó marchar. Era imposible que aquello acabara de ocurrir. Imposible. Ángel comenzó a tomar conciencia de esa escena y se derrumbó. Lloró tan amargamente que si tuviera un caramelo en la boca le sabría igual que si estuviera comiendo un limón. Las paredes de la casa comenzaron a acercarse a él, no podía escapar. La puerta estaba ahí, delante de él, pero parecía tan lejana... Así que tomó carrerilla y huyo, huyo de la casa, de la calle. Pensó que con un poco de suerte vería aún a Dani en la calle y le pediría perdón, pero no había rastro de él. Intentó llamarle al móvil, pero no contestaba. ¿Qué podía hacer? Se sentía tan sólo... Pero se acordó de alguien que seguro que le animaba y le ayudaba a pensar en lo sucedido. Y comenzó a caminar, cabizbajo, intentando pensar. Pero no podía. Y caminando, llegó a donde quería: al hospital. Entró y se dirigió hasta la sala de maternidad. Y ahí estaba, en su cunita, durmiendo plácidamente. A pesar de haber varios niños, Ángel supo reconocerle a la primera. Como si fuera su hijo. Y lloró, lloró nuevamente. Lloró por el bebé. Era lo que él más quería en el mundo, pero por su culpa ha discutido sonoramente con Dani. ¿Dónde podrá estar? Quién sabe... Y pensando en todo, Ángel se dirigió al mostrador de la sala, dispuesto a rellenar los papeles de adopción. Aún faltaba poco más de dos semanas para que se cumpliera el plazo de reclamo de la madre, pero no quería perder el tiempo. Si no puede estar con Dani, intentará llenar su hueco con el bebé.

Al llegar al mostrador, Ángel se para en seco. No daba crédito a lo que estaba viendo.

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