sábado, 5 de diciembre de 2009

CAPITULO 69

CAPITULO 69

- No puede ser, no puede ser...,- repetía sin cesar Ángel en su mente.

Pero sí podía ser. Porque ahí estaba, sentado al piano, con esmoquin, aporreando el teclado. La gente comenzó a llamar a los camareros, el maitre pedía disculpas a los clientes mesa por mesa. Los acordes, la melodía, el ritmo... todo estaba mal. Pero eso a Ángel apenas le importaba. Se quedó embobado mirándolo. Los sentimientos comenzaron una carrera hasta sus ojos para ver cuál era el primero en salir.

- Dani...,- susurró.

El maitre se adelanta hasta el piano y habla con el pianista. Éste para de tocar, mira a Ángel, se levanta y se va. La gente aplaude. Ángel se levanta raudo y le toma del brazo.

- ¡Dani!,- Ángel se asustó al verle de cerca. Dani no parecía aquel tipo larguirucho y alegre que conocía. No. Aquella persona que tenía ante sus ojos era alta, cierto, pero muy delgada, con la barba mal arreglada, rostro blancuzco, ojos rojos, ojeras enormes, débil tanto física como anímicamente. La tristeza le había conquistado plenamente.

- ¡Dani! ¡Cuánto tiempo!,- exclamó Ángel, tratando de disimular su sorpresa -. ¿Qué es de tu vida?

- Ángel...,- contestó Dani, con una forzada sonrisa en su rostro -. ¿Me has visto tocar? Llevo un mes ensayando...

- Dani, ¿estás bien?

- La profesora me ha apoyado mucho y...,- Dani desvía la mirada, una mirada vacía y con atisbos de locura.

- Dani... ¡Dani! ¡Mírame!,- Dani le mira a los ojos -. ¿Cómo me has encontrado?

- Patricia es muy buena amiga, ¿verdad?,- le acaricia el rostro -. Le pedí que te buscara, que hablara contigo. Seguro que no querías verme más...,- vuelve a desviar la mirada.

- No, no. ¡Jamás! Mírame,- Dani esta vez no reacciona -. Yo siempre te he querido, incluso después de aquello. Pero es que no soporto que me mientan o que me oculten cosas. Ya te lo dije aquella vez: prefiero que me seas infiel a que me mientas. Aunque no lo creas, lo he pasado mal, muy mal. Pero necesitaba un tiempo para pensar, pensar en nosotros, en perdonarte. Y, la verdad, viéndote ahora, no me perdonaría nunca el haber hecho aquello. Si es que hasta los peores pecados se te pueden perdonar...,- Ángel le mira de arriba a abajo-. ¡Dios! ¡Mírate! ¡Estás hecho una auténtica mierda! ¿Se puede saber qué te ha pasado todo este tiempo?,- le abraza. En ese momento, le palpa toda la espalda. Se separa asombrado. Le desabrocha la chaqueta y le sube la camisa. La delgadez extrema a la que había llegado horrorizó a Ángel -. Mare de Deu! ¿Desde cuándo no comes?

Dani le mira, le acaricia el rostro, dibuja una tímida sonrisa. Entonces, su mano cae muerta, abre un poco la boca, sus ojos tornan blancos, echa la cabeza hacia atrás y se deja caer. Ángel le agarra del tronco y cae arrodillado junto a él. Los gritos de Ángel alertan a los comensales, quienes acuden junto a él.

Ángel se pasó el resto de la noche al lado de la cama. Estaba más atento al suero que a Dani. Le miraba entre tierno y triste. Era como si durmiera. Como si no hubiera pasado nada.

- Mañana te repondrás y podremos hablar,- pensaba.

Patricia estaba de pie, mirando por la ventana de la habitación. Había llorado. Se abrazaba a si misma como si tuviera frío. Vuelve su mirada hacia Ángel.

- ¿Cómo es que no llamaste a un médico cuando le viste?,- pregunta sin desviar la mirada de Dani.

- Ángel...

- ¿Cómo, siendo nuestra amiga, no te diste cuenta?

- Por favor. No es el momento...

- ¿Y cuando iba a ser el momento?,- se vuelve. La ira le estaba poseyendo poco a poco -. ¿Cuando le pusiéramos dentro de una caja de pino a dos metros bajo tierra?,- se levantó de la silla donde estaba sentado. Se adelanta hacia la rubia, amenazante -. ¡Era tu deber llamarme!

- ¡Ángel! ¡Estabais peleados! Seguro que no me habrías escuchado...,- baja la mirada.

- ¡Eso no lo sabías! Pero te puedo asegurar que si me hubieras llamado habría ido como el rayo hacia donde él estuviera.

- ¿Y por qué le dejaste?,- Patricia levanta los ojos. Ahora era ella la envalentonada.

- Tenía que pensar...,- desvía la mirada a medida que su enfado perdía intensidad. Le miraba -. ¿Por qué le dejaste hacer este esfuerzo tan sobrehumano?

- Le veía tan enamorado que no pude negarme...,- Patricia también posó su mirada en el cuerpo de Dani. Luego mira a Ángel -. ¿Qué piensas hacer?

Ángel levanta la mano. Patricia se calla.

- Vete a casa, anda. Déjame a solas con él...

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