viernes, 4 de diciembre de 2009

CAPITULO 68

CAPITULO 68

Barcelona. Una fresca y calurosa tarde de abril. Las Ramblas vuelven a vibrar con el paso de la gente. Rojo. Olor a papel y a tinta. Sant Jordi. Ángel pasea por entre la multitud. De vez en cuando se ve atraído por los productos de los stands, los ojea, pero no le apatece comprar ningún libro. No porque no quiera, sino porque no puede. Ya tiene suficiente con saberse el guión del enésimo corto que va a protagonizar. También se encuentra inmerso en la composición de la banda sonora de dicha película, lo que le está trayendo más de un quebradero de cabeza. Una voz se levanta entre el jolgorio.

- ¡Ángel!

Ángel se vuelve y ve un brazo levantado. Le reconoce saludándolo.

- A veure si quedem un dia!

- Quan tingui un buit et crido, que estic molt embullat amb el curt.

- Val, una abraçada. I molta merda!

- Gràcies.

Al darse la vuelta, se choca con alguien.

- Perdona.

Ángel se agacha para recoger la rosa que se ha caído. Al entregarla, una dulce mano le llama la atención. Ángel se queda petrificado. Esa mano... Los dedos reclaman la flor mientras Ángel levanta la vista.

- ¿Qué pasa, Ángel? Ni que hubieras visto un fantasma...

Ángel abre los ojos de par en par.

- Pues casi sí...

- ¿No me vas a dar un abrazo?

- ¡Claro!,- se abrazan -. Pero, ¿qué haces en Barcelona, Patricia?

- Pues he venido a pasar unos días con mi marido y mi hija,- Patricia toma la mano de un hombre de aspecto rudo, pero de carácter tierno. Besa a Patricia y protege con el otro brazo a una niña de unos nueve años.

- Hola Dani,- se dan la mano -. ¿Qué tal va el grupo? He oído rumores de que...

- Pues ahí estamos, Ángel. Dudo mucho que saquemos otro disco, pero echando la vista atrás, estamos muy contentos con todos estos años.

- ¿Y ésta quién es?,- Ángel se arrodilla ante la niña sonriendo. La pequeña baja la vista.

- Pues nuestra pequeña joya...,- Patricia la mira.

- Claro... Por eso la llamásteis Gema...

- ¿Y Dani? ¿Por dónde anda?,- Patricia estira el cuello.

- Eso quisiera yo saber...,- susurra Ángel, quien al momento contesta -. Pues no lo sé, la verdad...

Patricia nota la mirada vacía de Ángel, la apatía que emana de su cuerpo al nombrar a Dani.

- ¿Ha pasado algo?

- Pues verás... Es que hace unos meses, en carnavales, Dani y yo, pues... discutimos... Me fui de casa,- Patricia se entristece -. Y no pasa un solo día de que me arrepiente de aquello, pero era lo mejor. Yo no quería sufrir por él, y tampoco quería verle sufrir.

- ¿Y no has vuelto a saber de él?

- Bueno... Los primeros días me llamaba al móvil, pero yo no contestaba. Al cabo del tiempo, su insistencia decayó hasta que hace un par de semanas que ya no sé nada de él.

- Anímate, que al menos tienes tu música y tus cortos,- Patricia pone su mano sobre su hombro.

- Sí...,- Ángel cada vez se volvía más gris.

- Mira, ¿qué te parece quedar esta noche para cenar?

- La verdad es que no he hecho la compra y...

- No, no en tu casa. Mira, acabamos de ver un restaurante muy majo un poco más arriba que debe de estar muy bien. Hemos hecho ya la reserva para esta noche, pero podemos llamar para decir que se apunta uno más...,- Patricia toma el móvil de su bolso.

- No sé...

- Dí que sí, tío,- responde Dani Martín -. Hazlo por los viejos tiempos...

Tras unos segundos dudando, Ángel afirma con la cabeza. Patricia llama y se despiden.

Al regresar a casa no pudo por menos que llorar. Volvió a recordarle... Y eso le hacía daño... Pero no tanto como el que le hizo a él. Avanzó rápido hasta la cocina y abre el frigorífico. No esperaba volver a tomar aquel remedio para olvidar, pero el encuentro con Patricia le hizo recuperarlo. Toma un vaso y lo llena del contenido de aquella botella. Lo toma en su mano, se queda mirando el interior del vaso unos segundos antes de tomarse todo el líquido de un trago. Una mueca de asco y un par de golpes de su puño en el pecho. Aún no sabía por qué tomaba aquello si no soportaba el alto porcentaje de alcohol que aquello llevaba. El resto de la tarde permaneció sereno. No quería aparecer en el restaurante como un borracho. Se puso elegante y bajó a la calle. Tomó un taxi y se apeó delante de la puerta del restaurante.

- Una mesa creo que a nombre de Patricia Conde.

- Sí, por aquí,- aquel elegante hombre le acompañó hasta una mesa -. ¿Desea pedir algún entrante el caballero?

- No... Bueno sí, quizá un vino.

- Le traeré la carta de vinos,- y el hombre se despide con una reverencia.

El ambiente del restaurante era agradable. Diálogos susurrados. Sonidos de cubertería leves. Agradable música en vivo. Un quinteto de jazz magnífico. El contrabajo señalando los ritmos de la melodía, la batería con su característico charlestón dulce, el clarinete canturreando melodías conocidas, y el piano ayudando con los acordes. Tras unos segundos de descanso, el piano comienza a tocar. Pero no era como antes. Los acordes eran cromáticos, atonales totalmente. La gente comenzó a cuchichear mirando al escenario donde estaban los músicos. Ángel se vuelve. No se podía creer lo que sus ojos veían.

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