jueves, 29 de octubre de 2009

CAPITULO 38

CAPITULO 38

Desde aquel día, Dani hizo todo lo posible por recordar. No sabía muy bien por qué, pero comenzó a fingir acordarse de todo tan sólo por ver a ese hombre sonreír. Cuando le veía con la sonrisa de oreja a oreja, le veía el rostro iluminado, los ojos brillaban como fulgurantes estrellas en todo su esplendor. Sí. Dani fingía acordarse de todo lo que le decía Ángel. Pero lo hacía para que Ángel fuera feliz. Desde que empezó a hacerlo, a Ángel se le olvidaba el dolor, se le olvidaba la conciencia de verle a él totalmente vendado, y los días pasaban más rápidamente.

De vez en cuando, recordaba algo, comenzaban a sonarle ciertas cosas, pero muy vagamente. Esperaba, eso sí, con ansia desmedida el poder salir de allí e ir a su casa. Esa casa que no recordaba, en la que vivían los dos. A ver si un objeto, un mueble le ayudaba.

Y el día llegó.

- Esta es tu casa...,- dijo Ángel, abriendo la puerta -. Bueno..., nuestra casa...

Dani entró, con timidez, y observó todos los rincones, todos los detalles.

- ¿Te acuerdas de algo?,- la voz de Ángel denotaba nerviosismo.

Dani comenzó a andar despacio, fijándose en todo, tocando todos los objetos que se cruzaban en su camino. Ángel se quedó en la entrada, con los nervios a flor de piel.

Dani entra en el salón. Ahí estaba el sofá... la televisión... la mesa... Dani sale de nuevo al pasillo y sigue caminando hasta la cocina... la nevera... la lavadora... Se dirige a la habitación. Abre la puerta y entra. Ángel le acompaña hasta la entrada, carcomido por la excitación del momento. Y ahí, colgado en la pared, estaba la bufanda del centenario. Dani se acercó. La toca. Se queda petrificado. No sabe por qué, pero esos dos colores le conmovieron sobremanera. Ángel se percató de ello.

- Es la bufanda del Barça... del Barcelona, un equipo de fútbol... nuestro equipo...

- ¿Somos muy fanáticos?,- Dani apenas conseguía hablar por la emoción.

- Sí, pero tú el que más...

Dani se lleva la mano al corazón.

- ¿Te pasa algo?,- Ángel le abraza, asustado.

- No... no es nada... Creo que empiezo a recordar...

Llega hasta una estantería, al otro lado de la habitación. Tres esculturas, las tres iguales, con forma de cabeza deformada e inacabada, puestas en fila, le observaban hieráticas. Dani toma una de ellas y lee la inscripción.

- "Mejor presentador..."

Los ojos de Dani se humedecen. Casi se le cae la escultura.

- Me acuerdo,- logró decir entre sollozos -. Me acuerdo de tu TP...

Ángel abre los ojos como platos.

- ¿TP? ¿Acabas de decir TP? ¿Sabes lo que es?

- Sí... porque lo pone en la inscripción...,- Ángel se deprime -. Pero me acuerdo del momento... Subiste al escenario... Tomaste el premio entre tus manos... Me lo dedicaste... Patricia también lo ganó... el año siguiente...,- Ángel vuelve a brillar.

- Sí... ¡Sí!,- Ángel estaba a punto de estallar -. ¡Sigue recordando! ¡Concéntrate!

- Me acuerdo... me acuerdo de... Nosotros también entregamos uno... Teníamos un discurso... Tú te fuiste por las ramas... Nos cortaron...,- Ángel le agarra de los hombros, sonriente.

Dani se vuelve. Y ahí estaba, ese objeto, ese gran mueble que tan calladamente fue testigo de sus alocadas noches amorosas. Aquel que guardó el secreto de la última noche que pasaron juntos, la noche de la pelea que tan insensiblemente les separó de esta manera. La cama. Al verla, a Dani casi se le cae el premio. Ángel logra salvarlo a pocos centímetros del suelo. Dani se queda helado, de pie, mirando fijamente la cama.

- ¿Te pasa algo? ¿Dani?

No hay respuesta. Ángel pasa su mano por los ojos abiertos de Dani. Chasquea los dedos. Pero el barbudo no pestañea. De repente, pone los ojos en blanco, dobla las rodillas y cae al suelo.

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