lunes, 26 de octubre de 2009

CAPITULO 35

CAPITULO 35

Aquella semana se le hizo eterna. Más por tener que quedarse en cama totalmente inmóvil con el temor de que se le volvieran a abrir las heridas que por no saber nada de Dani. Porque Dani estaba ahí, al otro lado del pasillo. Pero nadie le decía nada. Ni Patricia, ni Miki, ni Berta, ni Alberto… Nadie. En su silenciosa soledad, empezó a cavilar. ¿Y si no iba a despertar más? ¿Y si estaba ya despierto? ¿Volvió a la paranoia de separarse de él? ¿Y si estaba muy grave? ¿Acaso está necesitado de una operación importante? ¿Necesita un donante? ¿No podrá volver a hablar, a ver? Las preguntas se mezclaban en su cabeza, haciendo que le doliera cada vez más.

- ¿Qué tal se encuentra hoy nuestro paciente?,- preguntó el doctor, golpeando la puerta con los nudillos.

Ángel sale de sus pensamientos y mira al doctor.

- Buenas tardes, doctor. Pues me pica todo el cuerpo.

- Es normal. Las vendas suelen producir picor… Pero por lo demás, todo bien, ¿no?

- Sí…,- Ángel no estaba muy convencido de su propia respuesta.

- ¿Le ocurre algo?

- No. Bueno…, sí… Es sobre mi amigo… ¿Qué tal está? Me dijeron que en una semana saldría del coma, y ya ha pasado esa semana, y nadie me dice nada… ¿Ha despertado? ¿O sigue…?

- Tranquilo, no se preocupe,- el médico le calla.

- Pero es que nadie me cuenta nada. Necesito saber,- el doctor le retira las vendas con cuidado -. Doctor, dígame algo…

- Los puntos ya han cicatrizado. Creo que ya puede moverse, pero con cuidado. Aún debe permanecer en observación unos días más…

- No me ha contestado. ¡Doctor!,- el doctor se marcha de la habitación sin mediar palabra. Al momento entran dos enfermeras, poniéndole vendas limpias. El rostro de Ángel deja entrever cierto desasosiego por la falta de respuesta del médico.

Aquella tarde le tocó el turno a Alberto. Apareció por la puerta. Estaba cambiadísimo. O eso era lo que creía Ángel. Después de tanto tiempo, le veía diferente, le veía… fuerte. Le recordaba como un fideo, muy delgado, pero aquella vez le veía con más cuerpo.

- Hola, Ángel…

- Hola, Alberto.

- ¿Qué tal te encuentras hoy?

- Pues imagínate. Después de que te cosan a navajazos… Oye, ¿sabes algo de Dani? Que ya ha pasado una semana, y nadie me dice nada de si ha despertado o no…

- No debería decírtelo, pero no puedo verte así… Sí, ha despertado,- el rostro de Ángel se iluminó. A punto estuvo de levantarse de un salto, pero el gesto de Alberto al contestarle le hizo pararse.

- Estás muy serio… ¿Seguro que no me mientes? Si no ha despertado aún, puedes decírmelo. No hace falta que me mientas para verme feliz. Lo único que quiero es que me digáis la verdad con respecto a Dani…

- Y es verdad. Está despierto, pero… Es mejor que no le veas aún…

- Claro, comprendo. Acaba de despertar y es mejor dejarle tranquilo un rato… ¿Me acompañas a dar un paseo? Llevo una semana sin moverme y se me están agarrotando los músculos…

Alberto ayuda a Ángel con cuidado a levantarse. Cuando Ángel se queda de pie, se agarra a la cama. Sus piernas no le responden y sus rodillas se doblan. Alberto le sujeta, asustado.

- Tranquilo, es que se me han dormido las piernas…

Salen de la habitación, suero en mano, e inician un pequeño paseo por el pasillo. Para romper el hielo, Ángel le pregunta a Alberto sobre su vida después de Sé Lo Que Hicisteis. Y la respuesta es simple: guionista. Es guionista de una serie que lleva ya un par de años en antena y que siempre es líder de audiencia. Es más, según el propio Alberto, el grupo de guionistas ha sido seleccionado como candidato a premio de la Academia como mejor guión.

- Seguro que lo ganáis, que he visto esa serie, y el guión se sale. Se nota que he sido un buen maestro…,- responde Ángel, con una sonrisa.

Ángel se para de repente, mirando a través de una puerta entreabierta. Logra llegar hasta ella y la abre poco a poco. Alberto intenta separarle, pero Ángel ya ha visto el interior del cuarto. Y ahí estaban todos, rodeando la cama. Sus ojos no podían creer lo que estaban viendo. Ahí, en la cama, estaba Dani, totalmente vendado, hablando con la gente. Cuando Ángel abre la puerta, todos se le quedan mirando. Ángel se adelanta poco a poco hasta la cama de Dani. Éste se le queda mirando asombrado. Pronto, la gente que había allí agrupada se vuelve hacia Alberto, quien levanta los hombros.

Y ahí estaba, en la cama, vendado completamente, pero sabía que era Dani por los ojos, esos ojos negros, tan negros como el azabache. Inconfundibles. Y esos dientes… Esas perlas tan blancas como la nieve, ese colmillo más transilvano que el propio Conde Drácula, que da ganas de acercarle el cuello para que lo muerda.

Ángel estaba sin habla, a punto de llorar, pero lo único que logra hacer, cuando llega a la cama, es abalanzarse sobre Dani para besarlo de una manera tan lujuriosa que hasta el mismísimo Marques de Sade se moriría de vergüenza. Al momento, Dani le separa de un empujón, mientras exclama, con gesto asqueado:

- ¿Y éste qué hace?

- ¡Dani!,- exclama Ángel, extrañado -. ¡Soy yo, Ángel! ¿Qué tal te encuentras?

- ¿Ángel?

Patricia se lleva a Ángel aparte.

- Ángel, no deberías haber entrado…

- Pero es que nadie me decía nada de…

- No queríamos que sufrieras…

- Pues haberme dicho que había despertado.

- No era el momento…

- Ya, pero…

- Tiene amnesia.

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