domingo, 18 de octubre de 2009

CAPITULO 30

CAPITULO 30

La ceremonia fue de lo más íntimo. Tan sólo familiares y los más cercanos amigos del fallecido. Cuando el nicho fue totalmente tapiado, su marido no pudo resistir más y se desplomó. Lloró como nunca había llorado. Se abrazó a sus suegros, en un vano intento por encontrar algo de consuelo. A pesar de aquello, el cementerio estaba inundado de respetuoso silencio; hasta los pájaros cesaron su piar en memoria del difunto.

Patricia le abrazó, toda cubierta de negro. Su ya marido, Dani Martín, a pesar de estar inmenso en una gira, decidió hacer un alto para acudir a consolar al amigo de su mujer. Lo que no se comprende es cómo se les ha ocurrido llevar a aquel lugar a su pequeña hija... También estaban Miki, Berta, Pilar, Cristina, Jose, Mario, Mónica... En fin, que nuevamente se reunió el equipo... cinco años después... en un momento no muy adecuado para los reencuentros.

- Lo siento, lo sentimos todos mucho. Ha sido un gran golpe para todos nosotros. Es una pena que nos juntemos después de estos años en momentos como este,- era la primera vez que la voz de la dobladora sonaba tan dramática.

- ¿Cómo fue? ¿Qué pasó?

- La otra noche... estábamos los dos...,- rompió a llorar.

- Tranquilo,- Miki le abrazó por los hombros -. Si no quieres contarlo, no lo cuentes...

- No, tranquilo. Estoy bien...,- se limpia las lágrimas y toma aire -. Íbamos la otra noche por la calle, saliendo de una discoteca donde tuvimos un altercado, para olvidarlo. De repente, una multitud se acercó a nosotros... Yo vi destellos y creí que eran los focos de las cámaras de fotos, pero no, no eran periodistas... Eran unos "amigos" del de la discoteca... Navajas en mano... Intentamos huir, pero consiguieron darnos alcance. Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos en el suelo, con toda esa gente encima de nosotros... Los filos volaban y penetraban en nuestro cuerpo como si fuese plastilina...,- comenzó nuevamente a tener amagos de llorar -. Era un dolor inmenso, traspasaba nuestras almas... Pedíamos una pausa, pero no cejaban de su empeño... Pronto lo ví todo rojo... Estuvieron, no lo sé, quizás uno o dos minutos, pero se me hicieron interminables. Yo veía cómo le cosían a puñaladas... Gritando de una manera inhumana... Gracias a Dios que un coche de policía apareció al momento, si no, no lo contábamos... O al menos yo...,- no pudo seguir.

Todos le abrazaban. Lloraban. Fue una muerte horrible. Cuando ya habían recuperado la amistad y el amor, una treta del destino le arrebata lo que más quería. Tras los responsos, todos se ofrecieron a acompañarle, pero decidió quedarse sólo unos minutos más ante aquella lápida, para despedirse. Y se fue como tenía que irse: de puntillas. Nada de que lo sepan todos. De manera muy intimista, que sólo lo supieran los más allegados. Y él se adelantó hasta el muro, lo tocó con su mano y siguió mostrando sus sentimientos sin pudor alguno.

- Sabes que siempre te he querido, y que siempre te querré, y que la vida sin ti no tiene sentido. Tú has sido mi luz, mi guía. Sin ti, ahora no estaría donde estoy. Pero no me refiero a esto, sino a que no habría vivido lo que he vivido hasta ahora. Te echaré de menos siempre. Espérame el tiempo que haga falta, porque yo esperaré a que algún día, gracias a algún milagro, atravieses la puerta de nuestra casa y me saludes. Ojalá que esto sea un mal sueño, la peor pesadilla de todas, y de la que desearé todos los días poder despertar. Despertar en nuestra cama y verte a ti ahí, conmigo, a mi lado, calmándome. Preguntándome por este horrible sueño, sueño que lamentablemente sé que es real... Te amo... Te amaré por siempre jamás... Espérame...

Pasa sus dedos por la fotografía que han decidido poner a modo de camafeo en la lápida. Sonríe amargamente.

- Tú y tus muecas... Me ha sido difícil encontrar una foto medio decente... Hasta luego... Dani...

Ángel deposita frente a la tumba de su amigo una rosa con una banda en el tallo de los colores culés.

- Culé hasta la tumba, ¿no?,- otra sonrisa, más amarga aún.

Y Ángel, aún con el cuerpo lleno de recuerdos de aquella noche, avanza cabizbajo por el cementerio, mientras Dani le mira, desde el camafeo, con su sonrisa de vampiro, y sus negros ojos clavándosele en la espalda. Piensa que si se vuelve le verá ahí, de pie, apoyado en el muro, con los brazos y las piernas cruzadas, sonriéndole como en la foto. Pero no es capaz de volverse, no puede. No debe. Sabe que no está ahí, que no le volverá a ver, a hablarle, a sentirle... No volverá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario