miércoles, 7 de octubre de 2009

CAPITULO 21

CAPITULO 21

A la mañana siguiente, me desperté... pero sin que sonara el despertador. Abrí el ojo y vi la hora: las siete menos veinte. Asustado, me levanté de golpe. ¿Por qué no sonó? Si yo juraría que lo puse en hora... Me levanté de la cama, me vestí deprisa (ahora comprendo ese dicho de "vísteme despacio que tengo prisa") y justo cuando salía de la habitación, oigo unas voces... Bueno, sólo una, susurrante. Procedía del salón. Me acerqué de puntillas y me escondí tras la puerta. Asomé con cuidado la cabeza y lo vi. Ahí estaba, sentada en el sofá, dándome la espalda. Hablaba (si a eso se le podía denominar "hablar") por el móvil. Intentaba hablar lo más bajo de volumen posible, pero los aspavientos lo hacían imposible. Sé que no debí hacerlo, pero me pudo la curiosidad, y presté atención.

- Pero escucha...,- corte -. No, no. Te juro que... Pero déjame que te... No... No... Pero... Tranquilízate, todo era una broma... ¡No te pongas así!,- se le notaba que cada palabra pronunciada aumentaba su exasperación -. No es verdad,- prácticamente podía oír a la persona que le hablaba por el otro lado -. Mira, te cuelgo, y cuando te tranquilices me llamas, ¿eh? Que no hay quien hable contigo.- Y tira el móvil al suelo, seguido de ciertas palabras en catalán.

- ¿Estás bien?,- pregunté con miedo, saliendo de mi escondite.

- ¿Eh?,- Ángel se volvió, asustado -. Sí... Muy bien...

- Esto... Perdona que me meta, pero... ¿con quién hablabas?,- le pregunté mientras recogía el móvil del suelo.

- No, con nadie...

- Pues para ser nadie, te ha puesto de mala hostia,- me senté a su lado -. Era ella, ¿verdad?

- Mira, no quiero hablar de ello, ¿vale?,- se levantó enfadado.

- Ángel, tarde o temprano lo debíais de hablar.

- ¿Y tú? ¡También lo tendrás que hablar con ella!

- Sí...,- contesté con cierta depresión -. Pero me da igual. Ya lo tengo asumido,- me levanté y fui junto a él. Le abracé desde detrás -. Prefiero perder a una novia que perder a un amigo,- Ángel giró la cabeza para mirarme. Sus ojos pasaron del enfado a la tristeza. Yo rompí el lazo que hice con mis brazos en su cintura para apartar la lágrima que estaba estropeando su rostro -. No llores. De acuerdo que llevabais ya..., ¿cuántos? ¿Tres, cuatro años? Pero nosotros llevamos por lo menos quince...

- Dieciséis.

- Pues dieciséis años. Dieciséis años de pura amistad, de mutua admiración. Y es más difícil mantener una amistad que comenzarla. Venga, no te preocupes, que me tienes a mí. Y si no se tragan que sea una broma, pues... Un momento... No fue una broma, ¿verdad?

- No. Era todo real.

- Pues si es todo real... ¿Por qué coño no me has despertado?

- ¿Perdona?

- Que son casi las siete, tío.

Ángel miró su reloj de pulsera, y sus ojos casi se salen de sus órbitas.

- ¡Hostia puta!,- y se fue corriendo a la habitación.

- Si es que... ¡Ya hablaremos de eso!,- y bajé la cabeza, moviéndola.

- No tiene remedio,- pensé medio sonriéndome -. Ahora, como lleguemos tarde al estudio, todos se pondrán con la misma broma. "¿Por qué llegáis tan tarde?" "¿Qué habéis estado haciendo?"

Ángel salió a toda prisa de la habitación para meterse en la cocina. Yo le tomé del brazo.

- Déjalo. Ya tomaremos algo allí.

Durante todo el trayecto en coche, apenas cruzamos palabra alguna, hasta que decidí romper el hielo, muy a mi pesar...

- Esto... Ángel... ¿Y tus padres?

- ¿Qué pasa con ellos?

- ¿Has hablado con ellos?

- Dani, déjalo, tío. No estoy de humor.

- Pero, ¿has hablado?

- Sí, poco antes de hablar con ella.

- ¿Y?

- Pues al principio se lo tomaron bastante mal, sobre todo mi padre. Bueno, tú ya le conoces cómo es. Pero mi madre se resignó y hasta se alegró y todo.

- ¿Se alegró?,- pregunté extrañado.

- Sí. Me dijo que se alegraba. Me dijo algo así como que "me alegro de que sea Dani. Ya sabes lo simpático que siempre me ha caído ese amigo tuyo".

- Tu madre, como siempre, una santa,- respondí sonriendo.

- Pero mi padre...

- Ya, los padres suelen ser quienes menos lo comprenden. Es como si vieran en su hijo varón el último de su linaje, o como un insulto a su hombría. Yo creo que si le dices a tu padre que no te vas a casar nunca y que no vas a tener hijos, lo asumen mejor que si le dices que eres gay. Sin embargo, las madres son más sentimentales, más propensas al entendimiento. Es la naturaleza.

- Y que mi padre es de la vieja escuela...

Cuando llegamos, y salimos del coche, me suena el móvil.

- Es tu turno,- me dijo Ángel.

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