lunes, 28 de septiembre de 2009

CAPITULO 13 (Dedicado a Doña Alicia)

Capítulo 13

Aquella noche iba a ser una noche que todo ser humano vive (por desgracia) una vez en la vida: una noche de insomnio. Por más que me esforzaba en dormir, no lo conseguía. Pensé que durmiendo con Ángel a mi lado conciliaría el sueño, pero me equivoqué. Me quedé ahí, quieto, como una estatua yacente, ya sabéis, esas que están tumbadas, mirando al techo. Ángel sí que estaba ya en fase REM, e incluso habría pasado a la fase MI (perdón por el pésimo juego de palabras), porque no era normal en un hombre quedarse tan dormido en un segundo. Claro que Ángel llevaba dos meses sin dormir medio bien...

La noche se me hacía eterna, y encima a la mañana siguiente había que madrugar para volver con el programa. Me veía pidiendo a alguien hacer mi sección... y mis personajes y los cromas. Pero, ¿quién podría hacer del "esmirriao", o el informativo, o a Jordi? ¿Miki? ¿Berta? ¿Rober? Miré el reloj... apenas pasaron cinco minutos... ¡¡¡cinco minutos que me parecieron cinco años!!! Miré a Ángel, dándome la espalda. Estaba totalmente acurrucado a un lado de la cama, durmiendo tan plácidamente que me daba miedo moverme, respirar siquiera, no fuera que le despertara. Volví a mirar el techo. En su lisa superficie reviví el suceso con el periodista, e, incluso, imaginé otras situaciones, como que se apartaba amablemente... o que yo le daba un puñetazo.

La boca se me empezaba a secar. Tenía sed, pero no podía, no quería moverme. Pero no aguantaba más y me decidí a levantarme para ir a la cocina. Sin dejar de mirar a Ángel por si se despertaba, me fui a beber un vaso de agua, y otro, y otro... Jamás tuve tanta sed... Al volver, traté de ser lo más silencioso posible, pero al acostarme, Ángel se volvió.

- Tranquilo, duerme,- le dije.

- ¿Qué haces? ¿No puedes dormir?

- Tenía sed y he ido a beber un poco de agua.

- Yo también tengo sed...,- me levanté para ir a por un vaso, pero...-, de tus labios...

La verdad es que me quedé de piedra. De acuerdo que Ángel fuera gay, pero pensar que estuviera enamorado de mí... Sí, de acuerdo, me comentó que soñó varias veces conmigo, pero es que aquello ya era demasiado fuerte para mí... hasta que respiré aliviado. Me fijé bien, y Ángel estaba dormido, nada más terminar la frase, empezó a roncar. Estaría soñando. ¿Estaría soñando conmigo? No me atrevía a volver a la cama, pero mi corazón pudo más que mi cabeza y me metí en la cama nuevamente. Necesitaba estar con él, ya que aún no me creía que estuviera en casa. Cuando me acosté, me quedé mirándole a la cara como un tonto, hasta que el sueño ya empezó a hacer estragos en mí, y los párpados se me cerraron... por poco tiempo, ya que noté algo, como si se apoyara algo sobre mi cuerpo. Abro los ojos y ví a Ángel mirándome, despierto totalmente, con el brazo sobre mi cintura.

- Ya no te me volverás a escapar,- me dijo antes de besarme.

Aquel beso era mucho más apasionado que el que nos dimos aquella vez en el hospital. Aquel era más sentimental, pero este tenía cierto regusto a lujuria. Yo me quedé bastante sorprendido. Admito que el primer beso que nos dimos fui yo el lanzado, pero no era muy consciente de lo que hacía, pero éste... éste no me gustaba nada, pero no hice nada para remediarlo. Me quedé ahí, quieto, mientras Ángel peleaba y jugueteaba con nuestras lenguas. Por fin, hubo un momento de respiro.

- Lo siento,- me dijo muy arrepentido -. No sé qué me ha pasado... Debí de haber soñado y, claro, la duermevela, ya se sabe... Perdón...,- se empezó a levantar para irse, pero le retuve del brazo.

- Ángel...

Nos quedamos mirándonos como dos tontos, totalmente inmóviles, hasta que logré mover mi brazo y lo acerqué a mí... para volver a besarnos... Y terminamos haciendo el amor.

En aquel momento ya me daba igual todo, me daba igual el hospital, me daba igual el periodista, me daba igual las imágenes, me daba igual la gente. Sólo quería estar con Ángel. Él era mi razón de ser, de mi existencia. Sin él no era capaz de seguir viviendo. Era mi amigo, mi hermano. Más que eso incluso. Era mi amante... Un momento... ¿He dicho amante? Aquí falla algo... Yo no soy gay. Entonces, ¿qué hacía yo besándome con otro hombre? Y no un hombre cualquiera, uno de la calle, no. Se trataba de Ángel, mi Ángel, mi amigo de la infancia, aquél con el que compartí mi vida, sus momentos, buenos y malos, aquél que me debe todo lo que es, y al que debo todo lo que soy... Pero eso ya no me importaba. Me dejé llevar por ese abismo erótico, esa experiencia tan íntima en una persona que sólo es capaz de compartirla con una sola persona para que sea maravilloso. Empezamos a explorarnos mutuamente, descubriendo sensaciones que nunca más se volverían a encontrar.

Como si de una típica peli de zombis se tratase, empezamos a devorarnos mutuamente, a degustarnos y saciarnos de nuestros cuerpos, a saborear cada parte del cuerpo del otro, como si no hubiera mañana, o como si se tratase de un concurso de esos de comer cien pasteles en el menor tiempo posible, pero no queríamos empacharnos. Había momentos de degustarlo todo pacientemente, y momentos de querer terminar el plato cuanto antes.

Con Ángel aquella noche exploré nuevas sensaciones que nunca antes descubrí con ninguna de las chicas con las que me encamé en mi juventud, ni siquiera con la que hasta aquella noche era mi novia.

La verdad es que Ángel, a pesar de llevar poco tiempo en "la otra acera", sabía cómo manejarse (¿era yo el primero con quien se acostaba?), e hizo gala de su experiencia musical (sí, es verdad la leyenda sexual sobre los pianistas). Cuando pasaba sus dedos por mi cabello, es como si tocara Chopin; si me acariciaba la espalda, oía a Mozart; si se pasaba por mi pecho, estallaba en mi mente el piano de Liszt; y no os digo lo que hacía con sus manos para que yo pensara en Schubert... Y el súmmum, el éxtasis, se aparecía ante mí como si se tratara de las últimas sonatas de Beethoven.

He de decir que, a pesar de ser mi primera experiencia de este tipo, jamás la iba a olvidar, no sé si por descubrirme nuevos caminos, o porque la tuve junto a alguien muy querido (y amado) por mí.

Y sí, aquella noche conseguí dormir...

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